Los miembros de muchos de los gimnasios operados por 24 Hour Fitness USA Inc. en EE.UU. ya no se preocupan cuando olvidan sus tarjetas de membresía. Pueden poner un dedo sobre un escáner que los identifica como afiliados y pasar rápido por la recepción para comenzar a ejercitarse.
Esa es la clase de uso en el sector privado que quiere promover la industria de la biometría, la cual usa huellas digitales, escaneos oculares e imágenes de otras partes del cuerpo para identificar personas, controlar cruces fronterizos y proteger el acceso a información o instalaciones.
El crecimiento de la industria dependerá en parte de obtener más clientes corporativos que adopten la tecnología para brindar acceso a oficinas, plantas manufactureras, archivos médicos y financieros y redes informáticas.
Tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, muchos inversionistas pensaron que la industria biométrica sería un negocio con alto potencial en Estados Unidos, en momentos en que las agencias gubernamentales buscaban nuevas formas de proteger a los ciudadanos y rastrear criminales. Pero esas esperanzas resultaron ser exageradas, en parte debido a temores por la privacidad y a las limitaciones de presupuesto en las agencias policiales.
"La gente esperaba que la biometría tomara impulso mucho más rápido de lo que sucedió", señala Dilip Sarangan, un analista de Frost & Sullivan, quien estima los ingresos globales de la industria en US$1.500 millones al año. Como consecuencia, los inversionistas se han desencantado y dos de las mayores empresas de biometría de EE.UU. están en proceso de ser absorbidas por grandes conglomerados.
El 20 de septiembre, Safran SA de Francia indicó que comprará la estadounidense L-1 Identity Solutions Inc., por US$12 la acción, ó US$1.090 millones. Safran, cuyas empresas operan en sectores como el aeroespacial y el de telefonía celular, afirmó que pretende operar L-1 como parte de su empresa de seguridad Morpho, y prevé obtener importantes ahorros al fusionarla con su propia división de biometría.
En otro acuerdo de este tipo, 3M Co. lanzó a principios de septiembre una oferta por acciones de Cogent Inc., con sede en Pasadena, California, a US$10,5 cada una, o un total que bordea los US$943 millones. 3M afirma que prevé que la industria biométrica crezca más de 20% al año.
Sin embargo, gran parte del potencial de la industria dependerá de conquistar a la gente que asocia huellas digitales con criminales y se preocupa por la invasión a la privacidad. Christopher Calabrese, un asesor legislativo del Sindicato Estadounidense de Libertades Individuales, con sede en Washington, sostiene que los ladrones de identidad podrían encontrar formas de obtener copias de huellas digitales y usarlas de forma indebida.
La cadena de gimnasios 24 Hour Fitness, que eligió un sistema de escáner de la unidad biométrica de Safran, tuvo mucho cuidado en la implementación del nuevo sistema para evitar que sus afiliados se preocuparan por la privacidad. Ejecutivos de la cadena les aseguraron a los miembros que los nuevos escáneres digitales no grababan sus huellas digitales sino que sólo medían "la distancia entre unos puntos en particular que son únicos en cada persona".
Además de los temores relacionados a la privacidad, la industria se ha visto perjudicada por su fuerte dependencia de un puñado de clientes gubernamentales. Cogent y L-1 trabajan principalmente para agencias estatales, incluidas fuerzas policiales en EE.UU. y en otros países. El año pasado, el Departamento de Seguridad Nacional de EE.UU. representó 41% de los ingresos de Cogent, lo cual la hace vulnerable a la pérdida o retraso de un gran contrato.
Algunos países, incluido India, estudian la idea de usar tecnología biométrica en tarjetas de identificación. En EE.UU., se ha propuesto la emisión de tarjetas biométricas del Seguro Social para quienes se postulan a un empleo, con la idea de identificar a inmigrantes ilegales. Pero el sector privado podría ofrecerle a la industria un muy necesario contrapeso para este tipo de clientes gubernamentales potenciales, cuyos gastos dependen de finanzas públicas y están sujetos a una variedad de exigencias que compiten entre sí.
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