La burbuja inmobiliaria reventó (en Estados Unidos) de forma tan catastrófica porque la ciencia y la tecnología nos fallaron. Estalló porque nuestra élite tecnocrática nos dijo que se avecinaba un futuro aún más opulento y la ciencia no cumplió. Con excepción de las computadoras e Internet, la idea de que estamos experimentando un rápido progreso tecnológico es un mito.
Esto es lo que predica Peter Thiel, cofundador del sistema de pagos por Internet PayPal y uno de los primeros inversionistas en Facebook (su participación actual ronda el 3%), Thiel es el líder no oficial de un grupo conocido como la "Mafia PayPal", quizás la más fecunda red informal de emprendedores del mundo, detrás de compañías tan diversas como Tesla (autos eléctricos) y YouTube.
Thiel, cuya familia se mudó de Alemania a EE.UU. cuando era niño, estudió en Stanford y trabajó como abogado. Después de PayPal, le dio un giro a su carrera con el lanzamiento de un fondo de cobertura global llamado Clarium Capital. Ahora intercambia chistes con George Soros y Stanley Druckenmiller, mientras apuestan respecto a la dirección que tomarán los mercados mundiales.
Estas dos áreas de inversión —una estrictamente tecnológica y la otra macroeconómica— están detrás de su singular diagnóstico de nuestra crisis económica. "Todo tipo de cosas son posibles en un mundo donde hay un gran progreso tecnológico y ganancias relacionadas con la productividad", explica. "En un mundo donde la riqueza está creciendo, uno puede salir del paso imprimiendo dinero. Duplicar la deuda en los próximos 20 años no es un problema", sostiene.
"Es en esto en lo que se diferencia el presente de la década de los años 30. Entonces, la receta keynesiana dio resultado al menos en el sentido de que se podía imprimir dinero sin inflación porque existía todo ese incremento de productividad. Pero eso no funcionaría ahora.
"La gente que compró casas con hipotecas de alto riesgo en Miami estaba apostando al progreso tecnológico. Estaba apostando a que los precios de la energía bajarían y los niveles de vida subirían", dice.
Sus inquietudes mundanas hoy en día pasan por una reflexión sobre si Facebook tendría que salir a bolsa. Su respuesta: "No en el corto plazo". Como principio general, apunta, "en cierto modo es peligroso ser una compañía que cotiza en bolsa con éxito en un contexto en el que otras cosas no lo están teniendo".
Respecto a la pregunta específica de la oferta pública inicial de Facebook, Thiel se remonta a lo que ocurrió con Google en 2004. Muchos en ese momento dijeron que el gigante de las búsquedas en Internet había reabierto la ventana de las salidas a bolsa que se había cerrado con el estallido de la burbuja tecnológica, y que se avecinaba una ola de ofertas públicas iniciales de empresas tecnológicas. Pero eso no ocurrió.
Thiel se involucró lo suficientemente pronto en Facebook como para verse retratado en la película sobre el origen de la compañía, La red social. (Es el robusto inversionista de capital de riesgo que implícitamente pone en marcha la pelota para desprenderse del supuestamente victimizado cofundador de Facebook, Eduardo Saverin).
Hoy, Thiel (el verdadero) no tiene impedimentos para analizar las numerosas controversias de la compañía . Pero basta con decir que la empresa correcta "ganó" la guerra de los medios sociales, porque esa era la firma que "trataba de conocer a gente real en Harvard".
En su gran rival, MySpace, fundada en Los Ángeles, "se trata de ser alguien falso en Internet; cualquiera podría ser una estrella de cine", opina.
Sólo le inquieta una cosa: "Pienso que es un problema que no tengamos más empresas como Facebook. No debería ser la única compañía que está haciendo esto bien". Quizás esto explique por qué lanzó recientemente un fondo de US$2 millones para apoyar a estudiantes universitarios que quieran dejar los estudios para sacar adelante un proyecto.
Thiel se muestra impasible respecto a su propio fondo de cobertura, que sufrió un duro golpe el año pasado cuando se vio sorprendido por la recuperación parcial del mercado tras el pánico de 2008. Escuchándolo, uno siente que enfrenta una batalla cuesta arriba para convencer a otros sobre su visión de largo plazo, que insiste "no es desesperadamente pesimista".
"La gente no quiere creer que la tecnología está quebrada… Farmacéuticas, empresas de robótica, inteligencia artificial, nanotecnología, todas son áreas donde el progreso ha sido mucho más limitado de lo que la gente piensa. Y la pregunta es por qué", señala.
Desde una perspectiva muy macro, considera ese fracaso como central para nuestras soluciones fiscales. El crédito se refiere al futuro, dice, y una crisis crediticia se produce cuando el futuro resulta no ser como se esperaba. Nuestros líderes, sin embargo, todavía tienen que ver el panorama completo. "Bernanke, Geithner, Summers. Uno puede no estar de acuerdo con ellos ideológicamente, pero son bastante buenos como macroeconomistas. Pero la gran variable sobre la que están apostando es que ese progreso tecnológico está ocurriendo en el trasfondo. Pero si eso no es así, simplemente no dará resultado. No se verá esa increíble recuperación, autosustentada", explica.
¿Y el presidente Obama? "No estoy seguro de que pueda describirlo como socialista. Podría incluso decir que tiene una ingenua y conmovedora fe en el capitalismo. Cree que se pueden imponer todo tipo de límites al sistema y que aun así seguirá funcionando".
El sistema le está diciendo otra cosa. La humanidad, dice Thiel, no tiene ningún derecho inalienable al progreso que ha caracterizado los últimos 200 años. La incrementada aspereza del debate político actual no es más que el sabor anticipado de las "sombrías y Malthusianas" políticas que se avecinan, y los políticos tratan cada vez más de redistribuir los frutos de una economía estancada, dejando sueltas todavía más fuerzas que llevan al estancamiento.
Pregunta: ¿Cómo puede alguien saber que la ciencia y la tecnología están obteniendo resultados inferiores a su potencial? Es difícil, admite. Aquellos que saben, "profesores universitarios, empresarios, capitalistas de riesgo", tienen un "sesgo" a favor de la idea de que hay un rápido progreso, porque están obteniendo financiamiento. "El restante 98% —usted y yo, quienes en esta era de especialización tratamos la ciencia y la tecnología como si fueran magia— no sabemos nada", reflexiona.
"Pero fijémonos en el futuro que alguna vez retratamos para nosotros en Los Supersónicos. No tenemos autos voladores. La exploración en el espacio está estancada. No hay ciudades submarinas. Los robots para el hogar no atienden nuestras necesidades".
La gran excepción es la tecnología de la información, cuyo rápido avance no es casualidad. "Hasta ahora, las computadoras e Internet han sido el único sector inmune a la excesiva regulación", asegura.
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