miércoles, 27 de octubre de 2010

Los plásticos fabricados a partir de materiales orgánicos representan un mercado pequeño, pero con gran potencial

Los bioplásticos están tomando impulso.

Los plásticos derivados de plantas actualmente representan 0,2% de los aproximadamente 350 millones de toneladas que se consumen cada año en el mundo, calculan analistas independientes y de la industria. Pero ese volumen podría dar un salto de 30% al año en la próxima década, aseguran esos mismos analistas, gracias a la creciente demanda de empaques ecológicos y otros productos que utilizan biomasa como materia prima.

Es una tendencia que abarca todo el globo. La alemana BASF SE está completando la expansión de su planta en Ludwigshafen. Alemania este año cuadruplicará su producción de bioplásticos. NatureWorks LLC, propiedad de Cargill Inc., está evaluando lugares y buscando un socio para construir una planta que duplicaría su capacidad de producción de biopolímeros.

La química brasileña Braskem SA acaba de estrenar la mayor planta de biopolímeros del mundo. A su vez, la italiana Novamont SpA está planeando construir una fábrica de bioplásticos en Tailandia.

Impulsando la demanda se encuentran algunos gigantes de los productos para el hogar como Procter & Gamble Co. y Johnson & Johnson Inc., que están optando por resinas elaboradas a partir de plantas para los empaques de sus marcas Cover Girl y Sundown, respectivamente.

Coca-Cola Co., mientras tanto, está invirtiendo en bioplásticos para producir vasos desechables; y la marca de snacks Frito Lay, de PepsiCo Inc., ha adaptado el plástico biodegradable para las bolsas de algunos de sus productos.

Cuando se usa para fabricar plástico, la biomasa sustituye a los derivados del petróleo como componente principal, por lo que se reduce la demanda de combustibles fósiles que emiten dióxido de carbono. Además, debido a que muchos bioplásticos son biodegradables, su uso pretende reducir la cantidad de desechos que acaban en los vertederos y océanos.

Darby Hoover, especialista del Consejo de Defensa de los Recursos Naturales, un grupo ambientalista de Estados Unidos, asegura que su organización apoya en general los esfuerzos para encontrar fuentes de energía renovables alternativas a los combustibles fósiles, pero advierte que "hay algunas complejidades que necesitan ser abordadas para que no acabemos cambiando un conjunto de problemas medioambientales por otro".

Los plásticos biodegradables "no constituyen por sí mismos un beneficio ambiental automático, especialmente si estamos hablando de un producto que va a parar a un vertedero", explica Hoover. El grupo se concentra en materias primas que globalmente "dejan una menor huella ambiental", dice.

Los bioplásticos ganaron terreno como una alternativa más barata a los plásticos fabricados con petróleo cuando los precios de éste subieron a más de US$145 el barril y el gas natural llegó a US$13 por millón de BTU.

Muchas empresas químicas se cambiaron al gas natural para fabricar sus resinas en los últimos años como forma de aprovecharse de la nueva producción de esquisto que ha mantenido los precios bajos en relación al crudo, reduciendo así entre 20% y 30% los costos, señala Steve Zinger, un director de negocios globales de Chemical Market Associates, una consultora para la industria química con sede en Texas.

Competir con los combustibles fósiles baratos es uno de los desafíos principales para los bioplásticos, que pueden costar entre 10% y 100% más que los plásticos tradicionales, dependiendo del grado y tipo del componente químico que se esté produciendo, según ejecutivos de la industria.

Por ejemplo, Braskem ha desarrollado una manera para fabricar una versión "verde" de polietileno, el plástico más usado, a un costo que es competitivo con los actuales precios del petróleo. Pero el polipropileno (una resina ampliamente utilizada en la industria automotriz, electrodomésticos y alfombras) producido con biomasa es todavía demasiado caro para que las compañías lo lleven al mercado.

A pesar de que no hay pruebas concluyentes de que los consumidores estén dispuestos a gastar más en productos ecológicos, las compañías químicas siguen adelante con sus planes de incrementar su capacidad de producción de compuestos "verdes" utilizados en una amplia gama de productos, desde tenedores a bolsas de basura.

Algunas de estas empresas aseguran que su objetivo no es sustituir completamente los plásticos fabricados a partir de petróleo, sino atender al nicho ecológico del mercado

Las químicas siguen invirtiendo en bioplásticos tanto por su potencial de crecimiento como por la preocupación por su reputación, explica Zinger. De todas formas, las inversiones son muy pequeñas comparadas con el conjunto del presupuesto de estas empresas, señala. Braskem, por ejemplo, que registra ingresos anuales de US$15.000 millones, invirtió alrededor de US$300 millones en su nueva planta, que puede producir 200.000 toneladas de polietileno ecológico por año.

La agricultura también invierte en bioplásticos, dado que lidia con enormes cantidades de cultivos y está siempre buscando maneras de diversificar su producción.

Archer Daniels Midland Co. formó una alianza con Metabolix Inc. de Cambridge, Massachusetts, para desarrollar y vender una línea de plásticos en base a azúcar llamados Mirel para fabricar bolsas y envoltorios y para otros usos vinculados a la agricultura y la horticultura.

"Mientras que las secuelas del dióxido de carbono estén en la primera página de la agenda global, los bioplásticos seguirán creciendo", augura Ramani Narayan, profesor de ingeniería química y materiales en la Universidad Estatal de Michigan.

Pero otra condición para el éxito, advierte, es el precio del petróleo. "Lo que puede impulsar o romper el mercado de los bioplásticos es el precio del petróleo", dice. "Si no baja de US$65 por barril, el bioplástico puede ser competitivo", asegura.

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