lunes, 6 de septiembre de 2010

¿Qué significa que estamos ante la muerte de la Web?

Por Juan Isaza

Ha causado todo tipo de reacciones en el mundo el último artículo de la revista Wired en la que su editor Chris Andrerson ha dicho que la Web está muerta.

¿Qué fue lo que quiso decir Anderson realmente y en cuáles puntos genera una reflexión útil e inteligente? En primer lugar, lo que Anderson afirma es que la Web está muerta pero le augura larga vida a Internet. ¿Qué quería decir con esto?

En realidad, lo que explica es que la web como la conocíamos empieza desaparecer y, en cambio, la relación que hoy tenemos está mucho más mediada por aplicaciones que por la navegación que conocíamos hace algunos años. Este fenómeno es real y todos lo vivimos. Desde la forma como nos relacionamos con la iPad hasta los navegadores de Internet que ahora nos reciben con una pantalla en la que podemos ver las 10 páginas que más nos interesan o las que navegamos con más frecuencia. La web en el sentido puro de la exploración empieza a darle paso a una web que nos sirve para un propósito, que nos lleva a lugares específicos.

Si hacemos memoria y nos regresamos a 1995, navegar en internet significaba entrar por un navegador y luego ir a Yahoo! (porque no existía Google, por si ya se nos olvidó que hubo una época en que diferenciábamos los buscadores de los meta-buscadores). En aquella época íbamos a Yahoo! y de ahí comenzábamos a explorar con la posibilidad de que cualquier tipo o forma de contenido pudiera surgir. Hoy, explica Anderson, el contenido de consulta representa tan sólo una cuarta parte del tráfico de Internet y, de hecho, está bajando. Si a esto se suma que los celulares en pocos años sobrepasarán a los computadores como el principal vehículo de acceso a internet, seguro estaremos cada vez menos navegando libremente y en cambio lo haremos por medio de aplicaciones.

Las aplicaciones, en mi opinión, son una muestra más de que Internet se comporta como un espacio público (el nuevo espacio público) y mucho del conocimiento que hoy tenemos sobre las dinámicas de los individuos en los espacios abiertos o cerrados y lo que han significado para el hombre a lo largo de la historia (desde el ágora hasta los centros comerciales de hoy), tienen notables semejanzas con Internet. Las aplicaciones son espacios definidos, limitados, con un nombre y una función. Así que lo que me parece más interesante de este debate es descubrir que estamos pasando de un universo infinito e inexplorado que era la Web a unos destinos específicos y ordenados. Creo que tiene mucha razón. Yo lo explicaría diciendo que es la selva que ahora se está haciendo ciudad. Ahora tenemos barrios, conglomerados y establecimientos definidos. Y nos aproximamos así cuando queremos usarlos y movernos de uno a otro.

Si antes entrábamos a la web para buscar algo de manera completamente abierta, ahora saltamos de aplicación en aplicación. De Facebook a Gmail, de Wordreference a Time Magazine. Y no son las páginas de Facebook ni la página de Time. Cada vez más estamos navegando por aplicaciones que son plataformas semi-cerradas, como las llama Anderson. Como dice el autor, "es un mundo en el que HTML no gobierna". Si bien quienes controvierten a Anderson dicen que no importa la forma pues en el fondo el contenido es el mismo, sí creo que hay que reconocer que la forma como nos estamos relacionado con Internet cambió y no es un cambio menor.

Aquellos que hoy dicen que Anderson se equivoca al hablar del fin de la web piensan que los navegadores siguen vivos y que siguen siendo la principal forma como la gente se aproxima a la información. Es posible que esto siga siendo real en muchos casos. Pero en lo que todos coinciden es que las aplicaciones tienen un rol que antes no conocíamos. Al menos desde mi perspectiva, el gran mérito del artículo de Anderson es ponernos a pensar en la aproximación que hoy tenemos frente a Internet que de una esencia informativa y comunicativa se ha ampliado hacia el entretenimiento, el relacionamiento y la creación con destinos específicos. Aceptar que estamos pasando de hablar de billones de websites en el mundo a un número finito de aplicaciones que cada persona descarga y usa, están configurando un mundo diferente. Por eso pienso en la analogía con el espacio público y de la urbe como la evolución natural del espacio disperso y caótico (la aproximación a lo on-line como reflejo de lo que hoy conocemos en el mundo off-line).

Sin duda, el debate es interesante. Vale la pena seguir los puntos de vista de unos y otros. Pero sobre todo vale la pena sentarnos a pensar cómo el mundo se organiza hoy para nosotros y las dinámicas que antes nos eran tan familiares hoy dan paso a otras que nos van cambiando no sólo la forma de navegar sino la forma de organizar nuestra relación con Internet, el espacio público por el que hoy más caminamos.

Para ver el artículo: http://www.wired.com/magazine/2010/08/ff_webrip/

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