lunes, 13 de septiembre de 2010

“Internet es un país donde las cosas cuestan cero”


El director de la revista Wired –auténtica biblia de la cultura digital– sostiene que la red ha instaurado un modelo económico sin precedentes donde impera, ya de forma irreversible, la filosofía del “gratis total”. Y según lo ve Chris Anderson, esta circunstancia, más que un desastre, es una oportunidad.

Hace pocos años, el director de la revista estadounidense Wired, un oráculo para los amantes de la tecnología y las nuevas tendencias de internet, escribió el libro The long tail –La larga cola– a partir de un artículo suyo que llevaba el mismo título. Se convirtió en un superventas, una especie de Código da Vinci de la literatura digital. Chris Anderson decía allí que la red estaba cambiando la forma de hacer negocios, pues ahora cualquier empresa podía llegar a clientes en todo el globo. Ahora, Anderson acaba de poner el punto final a Free –Gratis–, donde afirma que si quieres triunfar, tienes que ofrecer productos y servicios a coste cero. Google lo ha hecho y es multimillonaria. Para predicar con el ejemplo, su ensayo, que se publicará el próximo mes de julio, no valdrá un céntimo si el usuario se baja la versión digital para el libro electrónico Kindle –comercializado por la tienda de libros on line Amazon– o para iPhone; se lo descarga en archivo de audio o simplemente lo lee en una página web. Incluso se explora la posibilidad de que alguna empresa esté interesada en patrocinar una edición en rústica para regalar a sus clientes. Finalmente, también saldrá una versión clásica de tapa dura por la que habrá que pagar 24,99 dólares.

–¿Cuándo tuvo usted la idea de que nos encaminábamos hacia la economía del “gratis total”?
–Bueno, tuvo algo que ver que escribiera el artículo que titulé La larga cola. Esta expresión hace referencia al mercado de la elección ilimitada, lo cual es posible gracias a que disfrutamos de una capacidad infinita de almacenamiento en internet. Y disponemos de esa posibilidad porque no cuesta nada. Sólo tenía que asumirlo para escribir el libro. Pero a medida que pensaba sobre el poder de lo gratuito, me di cuenta de que la web es una economía basada en productos y servicios de libre acceso. Google aplica este concepto; la red es, por lo tanto, como un país donde las cosas cuestan cero. Y me dije: esto resulta apasionante, nunca se había visto que se entregaran mercancías a los consumidores sin que estos dieran nada a cambio. Miré alrededor y pensé que era un nuevo modelo económico. Y por eso me decidí a escribir el libro.

–Pues a lo mejor le dan a usted el premio Nobel de Economía por llegar a esa conclusión.
–¿A mí? Nooo...

–¿Qué me dice de la gente joven? Se ha habituado a no pagar por nada y está mal acostumbrada.
–Eso no es del todo exacto. Los jóvenes compran libros o revistas. Cuanto mejores sean, más se venderán. Creo que muchos medios tendrían que reciclarse.

–Por cierto, ¿qué tal le va a su revista, Wired?
–Muy bien. El año pasado tuvimos récord de ventas.

–En una presentación de PowerPoint que corre por la red usted mencionaba que lo que importaba ahora era la atención y la reputación. ¿Me podría aclarar esta idea?
–Sí. Actualmente hay múltiples economías. Existen cosas a las que damos más valor que al dinero, como el tiempo, y otras en las que confiamos o creemos. Y la verdad es que tenemos una capacidad de atención limitada, contabilizada en horas, y un potencial de otorgar reputación también finito, que se puede medir en el número de cosas, o personas, en las que confiamos. En la nueva economía de lo gratuito, ambos conceptos se convierten en algo parecido al dinero, en una especie moneda virtual. Y aunque en internet prácticamente todo es gratis, hay mucho contenido para digerir. Lo diré otro modo: en la red se utiliza como instrumento de medición el tráfico –las visitas–, lo cual se convierte en dinero a través de anuncios o cualquier otra forma. Nosotros valoramos nuestra popularidad por los vínculos que te dan entradas y que te permiten ganar puestos en el PageRank –el método algorítmico que usa Google para ordenar el resultado de las búsquedas por relevancia–. De modo que si a lo largo del tiempo no somos capaces de labrarnos una reputación en condiciones ni de llamar suficientemente la atención, pues ya sabemos cuál va a ser el impacto en los ingresos.

–O sea, que lo esencial es la marca, como “Wired”, “The New York Times” o “The Guardian”.
–Eso es. Obviamente es importante que la gente reconozca nuestra marca todos los días.

–¿Podría describirme cómo va a ser el mundo digital de aquí a cinco o diez años?
–Yo no hago predicciones.

–¿Por qué?
–En mi libro me dedico a describir el presente, no el futuro.

–Y por supuesto, tampoco querrá decirme cómo van a ser los libros, si leeremos ebooks –libros electrónicos– o seguirán existiendo los de papel.

–Creo que convivirán ambos soportes.

–Hablemos ahora de los ordenadores portátiles. Son cada vez más baratos y más potentes. Siguiendo con su idea de que marchamos hacia la economía del “gratis total”, ¿llegará el día en que las compañías nos los regalen?
–Usted dice que son más baratos y más potentes, pero no es así. Yo, por ejemplo, ya no tengo portátiles: ahora uso un netbook –miniordenador–, que es menos potente. Me costó alrededor de 200 dólares. Y no empleo ni Windows ni los programas de Office, sino Linux –sistema operativo de software libre– y Google Docs –aplicaciones gratuitas on line similares a las de Office–. Bueno, su pregunta era si nos los van a regalar y la respuesta es que sí. De hecho, hoy ya puedes llevarte uno a casa con tal de que contrates con ciertas compañías una tarifa de banda ancha móvil.

–¿Ha leído el libro de Thomas L. Friedman La Tierra es plana?
–Sí.

–Entonces, si como dice Friedman, la Tierra es plana desde el punto de vista de acceso a servicios mundiales a bajo precio, ¿caminamos acaso hacia el mundo sin dinero, como usted mismo sugiere en Free?
–Bueno, yo no creo que todo tenga que ser gratis. Lo gratuito es una elección, pero no la única opción.

–En Wikipedia han tenido que pedir dinero para sobrevivir. –No hay nada malo en ello, siempre han dependido de la generosidad de los internautas. Todos los años solicitan aportaciones. De hecho, yo he contribuido a financiar la página en los últimos cinco años. –Y la economía de lo gratuito ¿cómo está afectando a la industria del cine? –Ya no hay que pagar por la mayor parte de las cosas que hacen en Hollywood, porque las echan por televisión.

–¿Cuál es su consejo para los jóvenes emprendedores que se decidan a poner un portal en marcha?
–Creo que deberían lanzar una versión sin coste y otra de pago, de nivel superior.

–¿Me imagino que se refiere a eso que usted denomina freemium?
– Ese es el modelo: 90% free –gratis–, y 10% premium, es decir, accesible realizando algún desembolso.

–¿Qué le dirán sus hijos dentro de, no sé, diez o veinte años teniendo en cuenta de que esto de internet es algo tan reciente? –Ya le dije que no hago vaticinios. Pero piense que mis hijos no han crecido en la época en que los teléfonos tenían un cordón ni se han criado en el mundo de las enciclopedias que descansaban en las estanterías. Ellos dan por hecho que las respuestas son fácilmente accesibles. Todo lo que usan se enciende apretando un botón, todos los contenidos que desean están a mano en un ordenador o en un teléfono móvil. Esto es lo que ven. Ni siquiera están sorprendidos como nosotros, porque para ellos es normal.

–Y si compara la vida de sus hijos con la suya propia, ¿cree que la formación de ellos es mejor que la que recibió usted?
–Sí, totalmente. Mire, es tan sencillo como esto: si sientes curiosidad, tendrás acceso a más información. De modo que si mis hijos sienten esa curiosidad podrán autoeducarse en internet. Pero si no sienten ninguna inquietud, pues entonces su formación no resultará mejor que la mía. Será igual que sentarse en la escuela y atender a la pizarra de forma aburrida, como me pasó a mí. De modo que si tienes ganas de saber de historia, tendrás toda la que desees. Si no, aprenderás sólo lo que te enseñe tu profe.

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