No ha sido un camino de rosas desde que Amazon.com consiguió captar 54 millones de dólares en 1997 en una de las primeras ofertas públicas iniciales de acciones que se realizaron a través de Internet. Esta tienda pionera del comercio electrónico vio como su capitalización se disparaba hasta alcanzar los 32.100 millones de dólares y posteriormente, cuando estalló la burbuja de Internet, caía hasta los 8.900 millones; vio como las tiendas minoristas tradicionales se introducían en el negocio online para competir en el mismo ámbito digital; y perdió miles de millones de dólares en un intervalo de seis años, hasta el punto de que incluso algunos bromeando la llamaban “Amazon.org”, ya que parecía comportarse como una empresa sin ánimo de lucro.
Sin embargo, en opinión de Jeff Bezos, el fundador y consejero delegado de Amazon.com, el mayor reto al que se tuvo que enfrentar sucedía en 1995, intentando captar 1 millón de dólares en el mercado de capital riesgo para lanzar su empresa y mantenerla operativa durante al menos durante dos años. “Hubo un momento en que toda la empresa podía haberse extinguido antes de incluso haber nacido”, explica.
Durante la ahora legendaria “excursión” desde Nueva York hasta California en 1994, McKenizie -la mujer de Bezos- conducía mientras Benzos utilizaba el portátil para escribir el plan de negocios de una tienda de libros que emplearía el poder de una nueva tecnología de redes –Internet- para revolucionar el comercio al por menor.
Si hubiese esperado un año o dos para ir a Silicon Valley, habría encontrado inversores pidiendo a gritos financiar mi idea, afirma Bezos. El pánico inversor que acabó con los días de bonanza de la burbuja de Internet no llegaría hasta 1997. Aquellos días “la gente podía captar 60 millones de dólares con una sola llamada de teléfono”.
Los empresarios que son conocidos por haber creado varias empresas normalmente encuentran abiertas las puertas de los capitalistas de riesgo, pero Bezos no tenía tal reputación para poder conseguir 1 millón de dólares. La cantidad por sí misma era demasiado baja como para despertar el interés de los inversores. No obstante, contaba con los 100.000 dólares invertidos por sus padres, el típico capital semilla que plantan personas que apuestan por el empresario en lugar de apostar por la idea de la nueva empresa”, señala Bezos.
Utilizando los contactos que tenía de la época en la que había trabajado en Wall Street, Bezos se las arregló para conseguir una cita con varios inversores de Silicon Valley. “Hablé con toda la gente que conocía que pensé que podía permitirse invertir 50.000 dólares”, recuerda. A principios de 1995, en tan sólo seis meses Bezos se reunió con unos 60 inversores privados. Simultáneamente contrataba programadores para desarrollar la página web y ultimar los detalles de la creación de una empresa que, hasta entonces, no tenía precedentes. Conseguir financiación “fue más difícil de lo que esperaba”, dice. “Es complicado hacer que la gente invierta 50.000 dólares porque las posibilidades de que todo salga mal no son muy bajas; y el peor escenario podría ser perder todo lo invertido”.
Aunque en 1995 no se realizaban tantos análisis y contraanálisis, los inversores solían evaluar cuidadosamente cada plan de negocio antes de abrir la chequera. Su poca comprensión y fe en el potencial de Internet hacía que fuesen escépticos. “Las respuestas y comentarios que recibíamos eran los típicos de personas con buenas intenciones que básicamente no creían en el plan de negocio; simplemente creyeron que no funcionaría”, dice Bezos. Durante sus encuentros con los inversores, recuerda que le dijeron cosas como: “Pero esos libros ahora ya se pueden pedir”... “¿Por qué alguien querría comprar libros online?”... “Si logras tener éxito, vas a necesitar un almacén del tamaño de la biblioteca del Congreso”.
Lo que hacía que el plan de Bezos fuese tan complicado era la necesidad de tener desde el principio el millón de dólares que estaba intentando captar. No tuvo el placer de conseguir 50.000 dólares una semana y luego otros 50.000 unas semanas más tarde. Si alguien invierte 50.000 dólares, le preocupa que el empresario pueda malgastarlos “antes de poder ser empleados con el resto de capital invertido en usos rentables”, dice Bezos. “Así pues, al final del proceso tenía que haber cierta sincronización”.
Bezos nunca consideró la opción de reducir la cuantía del capital que quería captar. “No era una solución práctica”. Si de repente hubiese dicho que necesitaba 500.000 dólares, los inversores hubiesen empezado a hacer preguntas. “Se habrían dicho: ¿Qué ha cambiado para que ahora sólo necesite medio millón de dólares? Mis 50.000 dólares ¿van a asumir un riesgo mayor al no haber conseguido captar el millón?”
Unos cuantos inversores tuvieron la corazonada de que Benzos estaba a punto de generar un movimiento sísmico que revolucionaría prácticamente todos los aspectos del mundo empresarial. Otras empresas que más tarde alcanzarían un estatus legendario –como Netscape, que creaba el buscador web para los usuarios de Internet menos técnicos, y Yahoo, que catalogaba el creciente número de páginas web-, también estaban haciendo sus incursiones en el mercado de capital riesgo para poner en marcha dichas empresas. El entusiasmo por el potencial de la Red tan sólo estaba empezando a dilucidarse.
Bezos contaba con algo más que su persistencia para ayudar a convencer a los cautelosos inversores privados. Empleando los datos de John S. Quaterman, uno de las primeras personas que recopilaron datos sobre el uso de Internet, Bezos informaba a sus inversores sobre el crecimiento de la Red a tasas anuales del 2.300%. “Este crecimiento es invisible hoy y también lo será mañana”, les dijo. El plan de negocio que había elaborado mientras cruzaba todo el país visionaba un comercio minorista online especializado en vender libros, “una librería que tuviese una selección 10 veces superior a la de la mayor librería tradicional”. Bezos explicaba que iba a construir algo único que no podía ser replicado en el mundo físico ni a través de catálogos.
Los inversores empezaron a darse cuenta de que había planificado bien en el futuro. Por ejemplo, Bezos hablaba de conectar el poder de Internet con el de las bases de datos. Propuso un servicio “personalizado” que podía mostrar determinados productos al cliente en función de sus adquisiciones previas. (Este servicio se lanzaba en 2000). “Finalmente conseguí captar el millón de dólares, 50.000 de cada vez, y unos 20 ángeles inversores”, explica Bezos. Un año más tarde, los capitalistas de riesgo empezaron a hacer cola delante de la puerta de Bezos. La firma de capital riesgo Kleiner Perkins Caufield & Byers se encontraba entre las que inyectaron 8 millones de dólares en la empresa, una inversión que fue más que recompensada cuando Amazon.com salió a Bolsa.
Mirando atrás al laborioso proceso de captación del capital inicial, Bezos afirma que él se benefició claramente de la experiencia. “No creo que debiera ser algo fácil. Una de las cosas que ocurrió a algunas de las empresas que fueron creadas durante la burbuja es que les fue demasiado fácil conseguir financiación”. Así pues, añade, “el dinero no estaba valorado adecuadamente ”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario