Como director general de Intel, Paul Otellini sabe mucho acerca del valor de las inversiones. Y en la actualidad le preocupa que los Estados Unidos, tras una década negando el apoyo a la educación, a la investigación y la infraestructura digital, se está quedando por detrás de gran parte del mundo en su capacidad para competir económica y tecnológicamente.
El año pasado, durante algunos de los más sombríos días de la recesión, Otellini anunció que Intel gastaría 7 mil millones de dólares en construir plantas de fabricación en Oregón, Nuevo México y Arizona. Si bien la medida tenía la intención de crear instalaciones para la fabricación de sus nuevos chips de 32 nanómetros, el anuncio, que ocurrió al tiempo que el presidente Barack Obama debatía la ley de estímulo en el Congreso, también tenía por objeto demostrar la disposición de invertir en los Estados Unidos. El pasado febrero, Otellini anunció que Intel y un grupo de empresas de capital riesgo proporcionarían 3,5 mil millones de dólares a startups de tecnología con sede en EE.UU. durante los próximos 18-24 meses; una iniciativa relacionada comprometió a Intel y a otras compañías de alta tecnología a duplicar su contratación de graduados universitarios en EE.UU. durante 2010.
Las opiniones encontradas acerca de la competitividad de los EE.UU. no son nada nuevo: esta preocupación parece estar en los titulares cada pocos años, con mayores picos de aparición durante las épocas de pobreza económica. Por tanto, el editor de Technology Review, David Rotman, entrevistó al director de Intel acerca de aquello que le preocupa más en la actualidad.
TR: ¿Por qué es importante el lugar de procedencia de la innovación? Después de todo, alrededor del 75 por ciento de sus ingresos proceden de fuera de los EE.UU.
Paul Otellini: Para nosotros, como compañía global, es probable que no importe. Y como corporación multinacional, tenemos la capacidad de contratar a personas de cualquier parte del mundo. No obstante, todavía hay algunas preocupaciones fundamentales. Creo que América es el mejor lugar del mundo para la innovación cuando ésta se realiza de forma correcta. Históricamente, la infraestructura, los mercados de capital, la aceptación del fracaso, y la voluntad para intentarlo de nuevo son características únicas de América.
TR: ¿Qué está en juego para los EE.UU.?
PO: Como país, la cuestión es: ¿vamos a estar preparados para las industrias del siglo XXI, que son fundamentalmente las industrias basadas en el conocimiento? La alternativa es volver a las industrias del siglo XIX y volver a la fabricación de acero y ese tipo de cosas, aunque entonces tenemos que hacerlo a unos costes que sean comparables con los costes más bajos del mundo. Para ello sería necesario una reestructuración de las condiciones de vida, y la mayoría de los estadounidenses no están dispuestos a hacer algo así. Si deseamos mantener nuestro nivel de vida, es necesario adaptar la mano de obra a los empleos del futuro.
TR: ¿Ve señales actualmente de esta pérdida de competitividad?
PO: Podemos medir la erosión gradual con algo tan sencillo como con la facilidad de nuestros hijos para las matemáticas y las ciencias. Está claro que lo mejor de lo mejor que sale de nuestras escuelas tiene una calidad a nivel mundial. Son los rendimientos medios los que me preocupan.
TR: ¿Ha comenzado a afectar todo esto a la economía de EE.UU.?
PO: Es difícil asegurar algo así. Si no estuviéramos pasando por esta recesión gigante, podríamos ser capaces de medir el efecto con mayor precisión. No obstante, podemos suponer que si la calidad de las habilidades de la mano de obra se está erosionando, eso se traduce en una gran pérdida de productividad.
TR: ¿Qué políticas gubernamentales ayudarían?
PO: Los gobiernos están mejor posicionados para financiar la investigación básica. Sin embargo, se ha producido una erosión durante una década en la cantidad de dicha financiación. Ahora está en vías de crecimiento y, finalmente, la meta es lograr doblarla. No obstante se necesita mucho tiempo para hacer algo así. En segundo lugar, nos gustaría ver que los incentivos fiscales para la I+D adoptan un carácter permanente y vuelven a niveles competitivos con el resto del mundo. Por último, tenemos unos tipos impositivos corporativos que a día de hoy son los segundos más altos del mundo industrializado.
TR: ¿No hay peligro cuando los gobiernos se involucran en el apoyo a la innovación?
PO: Un problema potencial es que el gobierno adquiera las industrias y las tecnologías. La tarea del gobierno es financiar la investigación básica y dejar que los científicos hagan su trabajo, permitiendo que la innovación recaiga donde deba recaer. Creo que se ha dado una insuficiencia de fondos, y tenemos que conseguir de nuevo unos niveles que sean mucho más coherentes con nuestras normas históricas.
TR: La inversión en startups es lo que los capitalistas de riesgo se supone deban hacer. ¿Por qué han necesitado el estímulo?
PO: Sí, ese es su negocio, aunque la estrechez del enfoque en la alta tecnología y la tecnología limpia, y la estrechez del período de inversión han sido factores también importantes. Queríamos mostrar a las startups que la industria del capital de riesgo estaba dispuesta a hacer negocios.
TR: Uno de sus últimos discursos fue titulado "Reinventando el futuro económico de América". ¿Qué quiso decir?
PO: En líneas generales, quiere decir que todo se centra en la competitividad. Es algo que, como país, con demasiada frecuencia damos por sentado. Damos por sentado que el capital fluirá, damos por sentado que vamos a tener la mejor mano de obra del mundo, damos por sentado que la formación de capital está ahí, que las startups pueden tener una salida a través del mercado IPO (oferta pública inicial). Nada de eso debe darse más por sentado. Es algo que hemos estado cuidando durante más de 30 a 40 años, y por una variedad de razones, se ha atrofiado o ha sido limitado. Si volvemos a centrar nuestras energías en la competitividad como país, a continuación acumularemos otras cosas positivas: el capital se acumula, los trabajos se acumulan, las inversiones se acumulan. Es realmente una receta para hacer que los países prosperen.
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