No se puede entender totalmente el proceso de innovación si no se cambia el enfoque de la historia de la tecnología y de sus usos. Nuestro mundo actual –con las revoluciones tecnológicas que conocemos– sigue rodando apoyado en productos y tecnologías que se usan desde hace mucho tiempo.
Esa es la tesis de David Edgerton.
El historiador de la ciencia, en entrevista concedida a Edward Baker (Strategy & Business, de Booz Allen Hamilton), sostiene la necesidad de una nueva visión de la historia de la tecnología que se ocupe no sólo de las innovaciones espectaculares –el Walkman de Sony o una nave espacial futura que pueda transportar humanos a Marte– sino también en el cambio incremental y cómo las sociedades usan las tecnologías que inventan o, también importante, que toman prestadas. Estas son algunas de las ideas concentradas en su nuevo libro The Shock of the Old: Technology and Global History since 1900.
Una historia de ese tipo revelaría, dice, que muchos de los países que tuvieron mayor crecimiento en el siglo 20, como Japón y Corea, fueron los que más inventaron. Es cierto que gran parte de ese crecimiento proviene de transferencia de tecnología y no de innovación. Pero reconocer esta realidad tiene consecuencias importantes para la política comercial en una economía global. Por ejemplo, si un país como Estados Unidos exige a otra nación protección estricta a la propiedad intelectual como precondición para comerciar con ella, eso daña la transferencia de tecnología y el florecimiento de nuevos productos que podrían resultar de esa tecnología.
Si reorientamos la forma de ver la tecnología, entenderemos mejor si estamos tomando decisiones acertadas al adoptar nuevas tecnologías, como las semillas genéticamente modificadas, especialmente cuando hay alternativas menos costosas que, aunque tal vez no tan innovadoras, podrían ser menos riesgosas. Lo que sigue es una versión condensada de la entrevista.
–¿Qué tiene de malo nuestra actual concepción de la tecnología?
–Carecemos de una historia explícita de la tecnología; una historia de la inmensa cantidad de productos que se usan en un determinado momento; una historia que detalle todas las invenciones (grandes y pequeñas) de un determinado período de la historia. Lo que tenemos es una insatisfactoria mezcla de las dos, que describe apasionadamente los primeros días de algunas tecnologías que hicieron temblar la tierra y que más tarde fueron ampliamente usadas.
Por ejemplo, sabemos mucho del desarrollo de la bomba atómica durante la Segunda Guerra Mundial, pero muy poco o nada sobre el importantísimo rol del caballo durante la guerra; el ejército de Hitler usó más caballos en su invasión a Rusia que Napoleón 130 años antes.
Si nos interesa la relación entre tecnología y sociedad, debemos saber qué se usa y qué avances se están haciendo en la cultura de cualquier momento de la historia. Además, es tan importante conocer las invenciones que fracasaron como las que triunfaron. En realidad, la mayoría de las invenciones fracasan, y eso ocurre por alguna razón. El Concorde fue un fracaso económico, por ejemplo, porque era increíblemente costoso. Debemos reconocer eso para poder determinar sobre qué base avanzar para producir otro Concorde.
–Describa la historia de la tecnología tal como usted la encara. ¿Es una visión conservadora?
–Sé que podría interpretarse que planteo que lo nuevo no importa y está sobrevaluado, mientras que lo viejo sigue siendo enormemente importante. Pero no quiero discutir eso. Insisto en que hay muchas, muchas cosas nuevas bajo el sol y celebro el cambio rápido; a lo que me opongo es a la celebración del pseudo-cambio o al culto del cambio futuro.
Mucha gente que habla de invención e innovación en realidad quiere mantener el mundo tal como está. Esa gente habla de la importancia del cambio técnico en el futuro para evitar hacer cambios ahora. Un ejemplo es el calentamiento global. Muchos dicen que hay que invertir en soluciones tecnológicas que entrarán a funcionar en cinco, diez o veinte años para no tomar decisiones que se podrían implementar ya.
–Su nuevo libro incluye un cuadro donde figuran las empresas que más gastan en I&D, y menciona que son, en su mayoría, empresas muy viejas. ¿Por qué es eso?
–Las cinco que más gastaron en innovación en 2003 fueron Ford, Pfizer, DaimlerChrysler, Siemens, y Toyota. Todas excepto Toyota operan desde antes de 1914. Las primeras de esta lista no son de biotecnología ni de tecnología informática. ¿Por qué hay tres automotrices entre las primeras cinco? Es muy caro desarrollar un auto nuevo. Mucha gente piensa que los gastos en investigación son generados por la naturaleza de las mismas tecnologías. No es así. Los niveles de I&D los determina lo que la gente quiere pagar. Y si la gente sigue dispuesta a comprar autos nuevos –una invención apoyada en una idea de hace 100 años– vamos a ver mucha I&D en esa área.
–¿Qué nos dice eso sobre innovación a gran escala?
–Siempre he dicho que no hay correlación positiva entre gasto en investigación y crecimiento económico. Muchos creen que sí la hay, que si los países gastan en innovación, recuperan con creces todo lo que invierten. Yo creo que si existe alguna correlación es negativa, al menos para los países de más rápido crecimiento.
Eso es así porque la mayor parte de la tecnología en los países recientemente desarrollados proviene del extranjero. Entonces, los países que son rápidos para adoptar tecnología se pueden beneficiar mucho en términos de crecimiento. Se me ocurre una sola excepción importante a esta regla: Estados Unidos a mediados del siglo 20. Pero ése era un caso muy excepcional, Estados Unidos representaba alrededor de 50% de la producción mundial y lo mismo o más de la capacidad inventiva mundial. Ése ya no es el caso, claro.
–¿Qué nos puede decir sobre el rol de la I&D empresarial en el proceso de innovación?
–Circulan muchos mitos sobre cómo era I&D en el pasado. La gente exagera cuando dice que antes la investigación pura dominaba el campo de la ciencia. No quiero decir que la investigación sin objetivo concreto no haya sido importante. Pero la acción de pensar en los usos que se le podrían dar a una tecnología nueva siempre ha sido más importante de lo que la gente cree.
Por eso hay que recordar que muchas invenciones no llegaron a ser usadas. El transistor no salió de los laboratorios Bell simplemente porque ellos estuvieran haciendo investigación pura. Hacía mucho tiempo que venían pensando en semiconductores.
El peligro no es sólo creer que hubo un modelo en el pasado y debería haber un modelo para el futuro. El peligro está en creer que comprendemos la historia de la tecnología, e la invención, o de los procesos de descubrimiento, o de lo que se usó.
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