miércoles, 23 de febrero de 2011

WikiLeaks o no WikiLeaks ¿cuál fue la verdadera cuestión?

Por Federico Pacheco

Desde hace un tiempo que el tema WikiLeaks está en boca de todos, ocupa la primera plana de los periódicos, y se lleva todas las visitas y clics en las portadas de importantes sitios web: mucho se ha dicho sobre el asunto, pero pocos son los que comprendieron la profundidad del fenómeno.

Cuando nos referimos a WikiLeaks pareciera que solo existen dos posturas: a favor o en contra. Esto es de esperarse, en el sentido en que hay determinadas cosas en los seres humanos que no admiten grises, como ciertos temas que obligan a poner en juego la ideología y los valores al opinar. Pero ¿qué es realmente lo impactante de todo? ¿Acaso a alguien le sorprende que se filtre la información confidencial de los gobiernos? ¿Es necesario defender a alguien?

Por empezar, se han leído muchas barbaridades por allí afuera, declarando entre otras cosas, que WikiLeaks era: un proyecto de espionaje internacional, una herramienta para robar información, un grupo de hackers, un sitio web que ataca a otros sitios web, un complot para realizar ataques de denegación de servicio, y otras tantas cosas. Esto no es exagerado, sino que ha sido tomado de declaraciones periodísticas de distintos medios del mundo, algunos muy importantes y creíbles.

Obviamente Wikileaks no es nada de esto, sino que es una organización sin fines de lucro que tiene un sitio web, donde permite que periodistas y otras personas que tengan cierta información sensible de interés público puedan publicar allí preservando el anonimato de la fuente y garantizando la publicación tal cual. Otro dato importante es que opera desde 2006.

Siendo que hoy en día Google arroja más de 300 millones de resultados de la palabra “WikiLeaks” ¿Cómo puede ser que exista tanta diferencia entre esto último y lo que se publica normalmente? Claramente: desinformación sumada a la necesidad de vender, con una gran cuota de amarillismo. Está claro que la idea del proyecto es hacer uso de la libertad de expresión para develar comportamientos no éticos de gobiernos, especialmente de países con regímenes totalitarios, pero también de religiones, empresas y otras organizaciones que puedan afectar al bien común.

Tal vez el escándalo ocurrido hace escasas semanas, que trajo aparejada la captura de su líder Julian Assange y una serie de medidas de protesta tanto a favor como en contra, solo haya servido para poner en el banquillo algunos temas que siempre han estado allí, pero que ahora son más difíciles negar.

Veamos una situación teórica posible y muy simple de comprender: Un gobierno del primer mundo perpetra ataques contra individuos de un país subdesarrollado, y esto se hace público. Automáticamente se crean dos posturas: Una declararía que se están violando los derechos a la confidencialidad y privacidad de un estado, y que se atenta contra la seguridad nacional. La otra señalaría sencillamente que se están violando los derechos humanos en primera medida.

¿Cuál postura es más ética? De hecho ¿existe alguna más ética que la otra? Tal vez sí. Si tenemos en cuenta que los derechos humanos existen por sobre cualquier estado o nación, podríamos considerar que la queja de la segunda postura tiene más razón de ser que la primera, que solo afectaría a un conjunto de intereses específicos, dependientes de muchos factores.

Ahora bien, existe quién está a favor de una, de la otra, o bien quien está “en contra” de alguna, que no es lo mismo. Es decir, en el afán de aprovecharse de un movimiento opositor, alguien podría tomar acciones que, sin estar de acuerdo con la segunda, ataquen a la primera, dejando a los defensores de la segunda aparentemente dentro del mismo grupo de gente. En el ejemplo, estar en desacuerdo o en contra de los intereses de un país no implica estar de acuerdo con los derechos humanos.

Esto parece de fantasía, pero la materialización de esta cuasi paradoja se dio en el caso WikiLeaks, cuando grupos anónimos comenzaron a atacar sitios web de empresas que se oponían o negaban su apoyo a la iniciativa. He aquí otro dilema: ¿se puede justificar el ataque a un sitio web por estar en contra de una postura ética? Quizás las respuesta sea un claro NO, pero no parece ser evidente en ciertos casos. O sea, cometer un acto ilegal por defender algo que se acusa de ilegal ¿tiene sentido? Probablemente no, y es por eso que muchas personas protestaron tanto frente a las medidas tomadas en contra de WikiLeaks como frente a las acciones tomadas por los grupos “vengadores”. Esto se intensificó en algunos casos cuando la prensa comenzó a hablar de que los que realizaban los ataques eran hackers, cosa que tampoco es así, dado que los hackers son hackers, no delincuentes informáticos, y los ataques fueron realizados por personas con poco o nulo conocimiento de técnicas de seguridad, que simplemente se descargaban y utilizaban una determinada herramienta creada por otro. Con el mismo criterio, la prensa habló de “hackeos” cuando se refería a los ataques, pese a que en rigor de verdad solo fueron ataques de denegación de servicios, y no incluyeron romper sistemas de cifrado, encontrar vulnerabilidades, penetrar aplicaciones web, ni descubrir contraseñas.

De cualquier manera, más allá de las posturas y la claridad de ideas de las personas que se identificaron con cada parte, quizás el más grande de los planteos filosóficos sea: ¿Cómo puede ser que alguien que está atentando contra los derechos humanos proteste contra la falta de privacidad? ¿Se debería entonces garantizar a los asesinos, violadores y delincuentes el derecho a la privacidad? (¿No son acaso seres humanos con derechos también?).

Decididamente el mérito real de WikiLeaks no fue develar secretos de estado, sino que por una vez en la historia nadie que conozca bien el caso puede evitar hacerse estas mismas preguntas y plantearse un desafío a su propia escala de valores. Seguramente haya muchas medidas de protesta que no requieran entrar en conflicto alguno con uno mismo, y tal vez el filósofo danés del siglo XIX Soren Kierkegaard acertaba al afirmar que “muchas personas exigen libertad de expresión en compensación por la libertad de pensamiento que casi nunca utilizan”, lo cual no implica que no sea bueno expresarse libremente, sino que la vida amerita ser pensada con mayor profundidad.

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