lunes, 21 de febrero de 2011

La guerra de los teléfonos inteligentes apenas inicia

Por Holman W. Jenkins Jr.

Nokia demuestra los beneficios de los fondos indexados. Si usted tuvo la brillante idea de convertir esa empresa en una de sus inversiones principales cuando estaba en la cima del mundo móvil, es probable que ahora se lamente.

La compañía está buscando su salvación en una alianza con Microsoft en los teléfonos inteligentes y quien piense que el partido ya terminó debería referirse al primer párrafo. El juego no ha concluido. Es muy probable que Apple y Google, hoy las empresas dominantes del sector, también pierdan el paso en algún momento. En el caso de Apple quizás debido a su obsesión por el control, y en el de Google por ser tan sigilosa con los datos personales.

Sin perjuicio de lo anterior, no hay que tomar en cuenta las declaraciones grandilocuentes sobre estrategia. "Somos el factor desequilibrante", le dijo Stephen Elop, el presidente ejecutivo de Nokia, a The Wall Street Journal la semana pasada. "Podemos inclinar la balanza hacia Android o llevar la industria a crear un tercer ecosistema".

"Ecosistema" es el concepto de moda actual, como si estuviéramos reviviendo la batalla de Wintel, como se denominó a las computadoras que llevaban el sistema operativo de Windows de Apple y los microprocesadores de Intel, contra Apple de principios de la era de las PC. Apple, por su parte, acuñó un nuevo concepto de moda al centrar su experiencia móvil en las "aplicaciones", que en realidad no son más que favoritos móviles de páginas web, si bien es cierto que obligan a los programadores a utilizar su interfaz registrada en vez de la interfaz universal de un navegador.

Tenía sentido cuando Apple lo hizo, como ha quedado demostrado, y otros siguieron el ejemplo. Pero incluso Google, el propietario del "ecosistema" de mayor crecimiento en la actualidad, parece tener repetidas dudas y cierta urgencia en reestablecer el navegador como elemento central de la computación móvil, como sucede con su nueva tienda de aplicaciones a la que se pude acceder desde la web.

Y ahora nos enteramos de que Apple contempla incursionar en un segmento más bajo del mercado con teléfonos más baratos y una mayor dependencia de la computación en nube en Internet, medidas que por lo menos abren la puerta a un alejamiento de la centralidad de las aplicaciones. El gran atractivo de la computación en nube, después de todo, es el acceso a los datos personales del usuario desde cualquier aparato disponible. Además, traspasar memoria y procesamiento a la computación en nube, en desmedro de la aplicación, le permitiría a Apple incluir menos capacidad en sus teléfonos y, de esta manera, reducir sus precios.

Así que aunque Microsoft y Nokia hablan de crear un "tercer ecosistema" y salvar al mundo del duopolio Apple-Google, quizás habría que ver su acuerdo de forma menos ambiciosa. Encontraron una manera de mantenerse ocupados en el espacio móvil, usando sus activos existentes, que incluyen la destreza de Nokia para el diseño industrial y la fortaleza de su servicio de mapas, y todo lo que puede ofrecer Microsoft, un paquete en el que hay que mencionar a Bing, Xbox Live y Office.

No le quepa duda de que sus primeros esfuerzos estarán guiados por el concepto de moda del "ecosistema", ni tampoco de que su alianza podría ser reconsiderada con prisa conforme evolucionen la tecnología y el mercado.

De hecho, todos los involucrados podrían aprender las lecciones del ascenso y caída de Nokia. El conglomerado finlandés formado hace 150 años, prosperó como uno de los grandes fabricantes de celulares en una época en la que, según los expertos de Silicon Valley, Europa le sacaba gran ventaja a Estados Unidos en tecnología móvil. Nokia estuvo en primera línea como diseñador del GSM, el sistema inalámbrico cuya adopción uniforme por parte de los gobiernos europeos en la década de los 90 fue tan envidiada por los líderes tecnológicos en EE.UU.

Bill Joy, el gurú de Sun Microsystems, expresó la opinión de muchos cuando se quejó, en aquel momento, de que en EE.UU. era víctima de un "exceso de competencia" gracias a que muchas empresas móviles promovían demasiados estándares rivales. Advirtió que los estadounidenses le estaban cediendo el liderazgo inalámbrico a los europeos y los japoneses.

Y de alguna forma tenía razón. La competencia es desordenada y desperdicia recursos, pero también impulsa a las empresas a descubrir o inventar oportunidades. Y de golpe, cuando las oportunidades de la tecnología móvil de banda ancha finalmente maduraron, aparecieron dos compañías estadounidenses, Apple y Google, para quedarse con la mayor tajada del pastel.

Aunque algunos se resistan al concepto, el "exceso de competencia" de EE.UU. es exactamente lo que creó la oportunidad para que Apple saliera al mercado con un teléfono inteligente de más de US$600, repleto de funciones y con una ingeniería exquisita (cuyo costo fue subsidiado por el proveedor).

La necesidad competitiva de los proveedores que no contaban con el iPhone creó, a su vez, la oportunidad para que naciera el Android de Google, que revivió a Motorola y convirtió a Samsung y HTC en marcas mundiales de teléfonos móviles para desafiar a Nokia.

El fabricante finlandés, que en su momento pensó que no era importante ser un actor importante en el mercado de EE.UU., con su cacofonía de estándares opuestos, ahora está pagando caro su error. Cuatro años después del lanzamiento del iPhone, Nokia todavía no ha sacado una versión de su sistema operativo Symbian que esté a la altura de la competencia. Como señaló hace poco dijo un crítico "Symbian necesita apretar más teclas para hacer menos que el iPhone y el Android, incluso después de una reestructuración de un año".

La moraleja para la nueva Nokia y para el resto, es una muy antigua: nadie sabe nada y no existe un sustituto a la desordenada y derrochadora competencia para encontrar soluciones a problemas para los que ni sabíamos que necesitábamos soluciones. Si el mundo móvil se adaptará a un ecosistema común o a muchos ecosistemas patentados está lejos de haber sido decidido.

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