En verdad, las cuestiones sociopolíticas se temen menos en los despachos ejecutivos actuales en relación con pocos años atrás, según una nueva investigación sobre negocios y sociedad, hecha a mediados de junio, mientras despuntaba la crisis financiera europea. Cuatro años antes, los encuestados veían en esencia riesgos, particularmente relativos a ambiente y derechos civiles. Ahora los consideran de manera opuesta, junto con otras áreas.
En esta encuesta, los consultados respondían preguntas sobre qué temas preocupan a la gente y cuáles tendrán mayor efecto en el capital accionario. También se buscaba determinar qué asuntos surgen con relevancia, cómo las empresas encaran cuestiones sociales y qué grupos de intereses tienen más influencia en ellas. Tópicos como el cambio climático estaban a la vanguardia durante la encuesta previa y ahí se mantienen.
Alrededor de la mitad de los 1.500 respondentes señalan el ambiente como uno de los tres asuntos que afectan a los accionistas y sus dividendos. Por el contrario, algo que se suponía segundo en el orden de prioridades –privacidad y seguridad en datos- fue elegido por menos de un tercio. Los ejecutivos, apunta el MGI, coinciden con otros segmentos analizados: estudiantes, organismos no gubernamentales (ONG), reguladores y periodistas definen la ecología como inquietud dominante.
Por ejemplo, casi 90% de reguladores ubican ambiente y clima entre las tres cuestiones más relevantes. Pero ejecutivos y grupos de intereses en el sector privado difieren notablemente si se trata de posibilidades de las empresas, en cuanto a encarar grandes problemas globales, más allá de sus negocios. Así, casi la mitad de ONG y estudiantes –aunque apenas un cuarto de ejecutivos- considera que las compañías deben ayudar a mejorar sistemas educativos.
Esa desconexión quizás explique por qué la mayoría de ejecutivos, pese a ver cada día más oportunidades en lo social, sostiene que sus empresas no se anticipan a presiones de ese tipo. De hecho, apenas 12% de la muestra cree que sus organizaciones actúan como debieran.
La mayoría de gente cubierta en encuestas previas señalaban que las contribuciones relevantes al bien público debieran acompañarse de altos retornos a inversores y dividendos a accionistas. Por primera vez, la encuesta actual les pregunta la razón. 55% afirma que es lo correcto, mientras 29% sostiene que la mayor razón reside en obtener ventajas competitivas. Este segundo grupo las relaciona con lealtad del cliente, atracción o retención de personal capaz e imagen positiva en los medios locales.
Entre la minoría de ejecutivos para quienes las organizaciones deben dedicarse a aseguran los mayores retornos posibles a los inversores, 40% estima que ellos y los accionistas pueden contribuir directamente al bien público. Por tanto, las empresas no debieran hacerlo por su cuenta.
Al evaluar los aportes generales que las empresas del sector privado hacen al bien público, los ejecutivos son notoriamente más críticos ahora que en 2007. Apenas 52% de funcionarios jerárquicos cree que la contribución de sus compañías sea positiva en bajo o alto grado, contra 69% en la consulta anterior.
Tal vez el cambio refleje el clima de autocuestionamiento creado por la crisis sistémica en Occidente. Pero resulta curioso que, en el sector de servicios financieros, 59% todavía insista en que ese negocio es fuente positiva de aportes sociales. Sólo 12% de los ejecutivos privados ve a las ONG como proempresarias y 56% las tacha de lo contrario.
Si bien, en los últimos doce meses, los ejecutivos mantuvieron una visión relativamente estable sobre problemas sociopolíticos y su efecto en la capitalización o los dividendos de una empresa, se han registrado ajustes interesantes. Por ejemplo, las opiniones de ONG, reguladores, estudiantes y periodistas ofrecen percepciones acerca de cómo anticipar o afrontar presiones de grupos de interés.
Sea como fuere, los ejecutivos en general creen que la mayoría de los temas en el tapete afectarán crecientemente las utilidades de las compañías y los dividendos a sus accionistas. Así, 50% estima que las cuestiones ambientales castigarán la generación de valor agregado en 2010/14 –el desastre de British Petroleum es típico-, pero 44% no espera que ello suceda en lo inmediato, pese a la crisis de deuda en la Unión Europea.
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