viernes, 20 de mayo de 2011

¿Es Anonymous menos anónima actualmente?


Las luchas internas recientes han hecho muy poco para explicar cómo opera Anonymous—o qué la impulsa.

Por Julian Dibbell / Technology Review

"Somos una legión. No olvidamos. No perdonamos. Espéranos."

Éste es el lema de villano de dibujos animados de Anonymous, la entidad amorfa colectiva que comenzó como una identidad ad-hoc para los trolls y bromistas de Internet y que, en el último año en particular, se ha convertido en un motor cada vez más politizado de la agitación en línea y de "hacktivismo" digital.

La semana pasada, Anonymous se enfrentó al adversario más difícil con el que se había encontrado jamás—sí misma—, cuando una de sus facciones tomó el control de un centro crítico de comunicaciones, y liberó unos datos que podrían ser utilizados para localizar a otros miembros de la organización secreta. El incidente ha puesto de manifiesto lo difícil que es mirar detrás de la cortina y ver qué, o más importante quién, es Anonymous en realidad.

Mediante sus actos de hacktivismo cada vez más importantes, Anonymous ha asumido causas de una importancia social y política cada vez más amplia. Desde septiembre pasado, llevaron a cabo la Operación Retorno, que desencadenó semanas de ataques distribuidos de denegación de servicio (DDoS) en los portales web de la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos y de otros enemigos de la piratería en Internet. Después vino la Operación Venganza Assange, que hizo caer brevemente los portales web de Visa y de PayPal después que las empresas impidieran las donaciones a la asediada Wikileaks. Ésta fue seguida de cerca por OpTunisia, OpEgypt, y otras operaciones destinadas a ayudar a los manifestantes árabes a derrocar a sus gobiernos represivos.

Gran parte del trabajo de la coordinación de estas campañas se realizó en una red de Internet Relay Chat llamada AnonOps, y fue este centro el que fue secuestrado la semana pasada en lo que los administradores afectados de la red llamaron un "golpe de Estado." El apagón no duró mucho. A mediados de semana, aquellos leales a AnonOps habían iniciado la reubicación de la red a un nuevo conjunto de nombres de dominio y había rumores de una contra contundente: La infiltración de una red de bots de 800.000 ordenadores con los que el grupo escindido (que consiste, al parecer, de un administrador de AnonOps descontento llamado Ryan, de 19 años, y de uno o dos compañeros suyos) había amenazado de invadir cualquier nuevo portal de Anonymous con ataques DDoS. Más grave, quizá, fue la liberación por Ryan de las direcciones de protocolo de Internet privadas de cientos de usuarios AnonOps registrados, una importante violación del anonimato que es a la vez un activo táctico para Anonymous y, en cierto modo, su razón de ser.

Si Anonymous ha sufrido algún daño permanente como consecuencia de la lucha interna, tal vez sea en un aspecto más fundamental de su identidad: su apreciada imagen como una fuerza completamente descentralizada y sin dirección—una colmena con mentalidad de enjambre en la que no hay puestos de control fijos ni personas con más autoridad que otras.

De hecho, fue precisamente la divergencia percibida de AnonOps respecto a ese ideal el motivo que la facción escindida comunicó que la había conducido al ataque. En una entrevista con el portal de noticias de tecnología thinq_, del Reino Unido, Ryan y sus colaboradores desestimaron cualquier noción de que la entidad funcionara sin dirección. "Sí hay una jerarquía", afirmó Ryan, señalando a un grupo de 10 moderadores compañeros suyos que se reúnen regularmente en un canal de chat privado y, según Ryan, deciden qué portales y causas serán el próximo objetivo del grupo. "Todo el poder... se reúne en ese canal", señaló Ryan, insistiendo otra vez en que su única intención con el cierre de la red consistía en romper con este poder al acabar con la dependencia de Anonymous en AnonOps como lugar de comunicación.

Los operadores de AnonOps se apresuraron a responder que ellos no representaban tal cosa."Ryan parece confundir el "liderazgo" con aquella gente que realmente mueve el culo y hace algo", publicaron en el nuevo portal sus antiguos compañeros administradores. Y por "algo", un informe posterior de thinq_ parecía aclarar, que los administradores se referían a la actividad cotidiana de mantener la red en funcionamiento—"mantenimiento de la red, problemas de servidores, picos de tráfico, ataques contra nosotros y cómo contrarrestarlos, etc"—y en ningún caso el tipo de "mover hilos entre bastidores" que Ryan había denunciado. Cualquier persona puede iniciar una operación en AnonOps, comentó un habitual del canal: sólo se trataba de crear un nuevo canal y atraer el interés de los usuarios hacia él. "Si Anonymous realmente quiere hacer algo, nadie puede detenerla", señaló el usuario. "Nadie puede controlar la colmena".

Para alguien de fuera el grupo, por supuesto, el intercambio de denuncias y contradenuncias hace poco para resolver la cuestión que parece que está en el aire: ¿Es Anonymous realmente la anarquía sin diluir que pretende ser, o esta anarquía es sólo una ficción que enmascara las estructuras internas de poder familiares de cualquier grupo coordinado? La verdadera respuesta parece tener más matices que la pregunta. Gabriella Coleman, profesora de antropología de la Universidad de Nueva York, ha estado estudiando Anonymous de cerca durante más de dos años, y se ha encontrado con elementos de verdad en ambos lados del argumento. Ciertamente, señala Coleman, como Anonymous ha evolucionado de sus raíces de acciones molestas a acciones políticas sostenidas, la necesidad de acceso de la organización a recursos como AnonOps ha dado a los que controlan estos recursos un grado de influencia dentro del grupo. Como ejemplo, Coleman señala que los administradores de AnonOps pueden echar a usuarios no sólo por violar la integridad de la red, sino que también por la adopción de unas tácticas particulares—como los ataques DDoS contra medios de comunicación—a las cuales los administradores se oponen.

Sin embargo, ésta es sólo una gota de autoridad concentrada en lo que Coleman describe como una dinámica de organización extraordinariamente fluida. "En Anonymous, hay una constante puesta en común y dispersión del poder", comenta la antropóloga, con gran parte de que la dispersión impulsada por una ética subcultural intensamente forzada de "lulz"—la cual entre otras cosas destaca por la burla despiadada de cualquier miembro del grupo que se descubre que se toma lo suficientemente en serio para actuar como líder. Como resultado de ello, añade Coleman, aquellos tratando de localizar el círculo íntimo de poder de Anonymous—y hay quiénes lo han intentado—es probable que estén persiguiendo un imposible. Es probable que Anonymous no sea una anarquía perfecta, pero es una en un grado suficiente, con sus círculos de poder lo suficientemente numerosos y desconectados para que incluso sus miembros más dedicados no puedan verlo todo. Así, aunque esta semana el teatro alrededor de AnonOps puede haber abierto una rara ventana al funcionamiento interno de Anonymous, es poco probable que alguien alguna vez tenga una idea de exactamente cómo—o incluso por qué—Anonymous hace las cosas que hace.

Y ésa puede ser la razón principal por la que incluso la misma Anonymous tiene dificultades para acabar con Anonymous. "Nuestra incapacidad para comprender verdaderamente qué está ocurriendo [con ellos]," señala Coleman, "es parte de su poder."

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