Las imágenes de los "Dead Drops" instalados en Nueva York: http://bit.ly/cLsGcT
La industria de la música logró una pequeña victoria hace unas semanas cuando un fallo judicial ordenó el cierre completo de la red peer-to-peer (P2P) para compartir archivos llamado Limewire. No obstante, y a pesar del cierre de sitios como Napster, el intercambio de archivos a través del aprovechamiento del disco duro de diferentes usuarios se ha mantenido en crecimiento y permite a las personas tomar paquetes de archivos y al mismo tiempo ofrecer todo, desde música y películas, hasta programas de televisión y libros electrónicos.
Las personas mantienen un fuerte deseos de compartir e intercambiar música, películas, libros y mucho más, para disgusto de las grandes compañías de información y entretenimiento.
Si bien el concepto básico de intercambio peer-to-peer no ha cambiado mucho desde que Napster fue presentado por primera vez por Sean Fanning en 1999 (mientras asistía a la Universidad de Northeastern en Boston), la velocidad de la conectividad y la tecnología de compresión de archivos ha avanzado bastante (y lo seguirá haciendo). Esto hace que sea cada vez más fácil adquirir gratuitamente una versión de alta definición de "Avatar" o de obtener una copia del último sencillo de Lady Gaga o de U2.
El software se ha convertido en algo omnipresente y fácil de usar y también ha contribuido a la adopción masiva de estas plataformas. Si obtener un archivo es tan simple como hacer una búsqueda (como cualquier usuario la haría en Google, MSN o Yahoo!), no existe una barrera real para que el usuario medio pueda tener acceso a diferentes archivos.
Con el cierre de Limewire, podemos estar seguros de que las nuevas alternativas crecerán en popularidad y serán adoptadas y usadas con la misma rapidez. Es muy complejo y difícil para una organización centralizada (como el gobierno y las autoridades) atacar y acabar con estos grupos descentralizados que no tienen espacio físico y que suelen ser una creación de muchos individuos que están conectados a través de estos canales virtuales.
Pero, siguiendo la misma filosofía de las redes P2P, existe un fenómeno que se está desarrollando actualmente. Ante esta nueva actividad tengo las siguientes preguntas ¿es posible crear redes sociales y nutrirlas con información y contenidos digitales fuera de Internet?, ¿Se pueden compartir archivos de todo tipo fuera de la red?
Si bien esto es algo que ya se hacía a una escala menor (cuando comprabas un CD y le "quemabas" una copia a un amigo o le prestabas alguna película y hacía una copia para verla después en casa) no cabe duda que Internet permitió, a través de las redes P2P, intercambiar archivos de una forma más rápida y con prácticamente cualquier usuario alrededor del mundo, lo cual ampliaba los contenidos y enriquecía el intercambio. Por ejemplo, estando en América Latina, podías tener acceso a un archivo de un concierto grabado en Asia o datos de este tipo.
Esta nueva actividad de intercambio híbrido (dentro y fuera de Internet) se llama "Dead Drops" en donde un grupo de usuarios coloca unidades de memoria USB, en lugares públicos o estratégicos, para que los usuarios - previamente notificados mediante las redes sociales, messenger o mensajes SMS - puedan ir con su laptop o netbook y descargar el contenido de estas memorias, al igual que lo harían en Internet.
Dead Drops es una red física de intercambio de archivos. Es una iniciativa de Aram Bartholl (artista en residencia en Eyebeam Art Technology Center en Nueva York) y él lo describe como un proyecto creativo. Dead Drops consiste en "insertar" memorias USB en las grietas de las paredes de lugares públicos. También ha colocado algunos pegándolos con plastilina que al endurecerse se transforma en cemento. Los usuarios notificados van hasta estos lugares, conectan sus equipos y descargan o cargan contenidos a estas unidades (aquí el riesgo de cargar o descargar un virus, un programa malicioso o información inadecuada recae en la responsabilidad de la propia red que instala el USB). Estos USB "secretos" están disponibles actualmente en cinco localidades del área metropolitana de Nueva York, y cada unidad también contiene un archivo "readme.txt" (que fue escrito por Bartholl) explicando el proyecto.
Todo lo anterior suena como un esfuerzo innecesario para obtener el CD más reciente de Soundgarden, por ejemplo. Pero el punto no es ese. Dead Drops intenta establecer nuevas rutas para intercambiar archivos P2P dentro y fuera de Internet, entre usuarios iguales, que buscan compartir y al mismo tiempo evitar los sitios de contrabando de información los cuales están expuestos a sabotajes y ataques legales de parte de los grupos que tienen los derechos de la información que se intercambia. Pero ¿al intercambio entre iguales sólo le queda como camino abandonar Internet para evadir el control de las empresas o del gobierno? ¿La nueva forma de compartir información será en callejones oscuros, en algún "Starbucks" o en sitios públicos como parques o salas de cine?
Y ante estas actividades siguen surgiendo las preguntas: ¿Una actividad como Dead Drops puede tener otra finalidad? ¿se puede aplicar al ciber-activismo? ¿Tiene alguna aplicación para el e-Health? ¿Se puede compartir información sin ser rastreado en Internet? ¿Existen motivos para querer pasar inadvertido por la red?
Quizá la única forma de valorar los datos sea cuando ya no estén disponibles en Internet o sea muy complicado localizarlos o tener acceso a ellos. Dead Drops sin duda es un proyecto que nos hace pensar acerca de la forma en la que estamos conectados y el valor que tiene la información entre personas que están unidas por estos datos.
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