lunes, 28 de octubre de 2013

La aportación de los MOOC o Cursos en línea masivos y abiertos a la educación iberoamericana

Por Wharton Universia

Los Masive Open Online Courses, los llamados MOOC, irrumpieron con fuerza hace algo más de un año en el ámbito educativo al permitir el acceso, de forma universal, gratuita e ilimitada a cursos distribuidos a través de Internet por profesores pertenecientes a las universidades más prestigiosas de EEUU. De esta manera surgieron plataformas como Udacity, originada en Standford, o Coursera, de la que forman parte Yale o Penn, entre otras, y según su página web cuenta con algo más 5 millones de participantes o courserians que pueden optar a 457 cursos de 90 universidades en 16 países diferentes.

La fiebre de los MOOC ha traspasado barreras idiomáticas y ahora se ofrecen también en español, de manera que los Cursos en línea masivos y abiertos, tal y como se denominan en este idioma, están conquistado terreno en las plataformas en inglés ya existentes, como Coursera, donde se pueden encontrar cursos del Tecnológico de Monterrey de México o del IE Business School de España, entre otros. Pero eso no es todo, además se han creado plataformas en español que empezaron a funcionar hace menos de un año, como es el caso de MiríadaX y Wedubox, la primera por iniciativa de la red iberoamericana de universidades de habla hispana y portuguesa Universia y la segunda a través de la colaboración de docentes que publican sus cursos gratuitos y de pago.

Los expertos dan por descontado el florecimiento de los MOOC vinculados a plataformas o universidades con contenidos en español, ¿pero cuál será el impacto de los MOOC en la educación iberoamericana? ¿Y a qué retos tendrá que enfrentarse este tipo de formación para su asentamiento en la región?

Democratización del conocimiento

La idea de los MOOC adquirió impulso en otoño de 2011 a raíz del éxito de público obtenido por un curso de inteligencia artificial en el que se matricularon más de 160.000 personas y que fue ofrecido por Sebastian Thrun y Peter Norvig en la Universidad de Standford, a través de una startup llamada Know Labs, conocida actualmente como Udacity. En vista de los resultados, Daphne Kollery Andrew Ng se animaron a crear la startup Coursera, cuya popularidad ha ido creciendo hasta alcanzar las cifras mencionadas anteriormente.

Didina González, vicedecana de Learning Innovation de IE Business School, explica que este tipo de iniciativas surgieron en un momento clave, justo cuando el mundo estaba en medio de una crisis económica muy grave que afectaba directamente a los bolsillos de los estudiantes, al mismo tiempo que las matrículas de las universidades americanas seguían disparándose. “Los costes asociados a los campus en EEUU potenciaron que apareciesen estas iniciativas. Además, inversores de capital riesgo o instituciones como la Fundación Bill & Melinda Gates [detrás de algunas de estas plataformas] estaban buscando dónde invertir”.

Por otro lado, los MOOC se convirtieron en los abanderados de la democratización del conocimiento, pero más en el caso de América Latina, “donde dadas las características de desigualdad, el impacto de este tipo de formación sobre la población es aún mayor que en otras regiones”, señala Fernando Sandoval Arzaga, Director de Emprendimiento y del Centro de Familias Emprendedoras del Tecnológico de Monterrey. Y para ilustrarlo destaca que cerca de la mitad de los alumnos que se inscribieron a su curso en español sobre empresa familiar en Coursera no habría podido tener acceso a un centro universitario privado como el Tecnológico. El problema es que “muchas personas de la región tampoco pueden acceder a la universidad pública, por eso deberíamos continuar con esta idea de democratizar el conocimiento”, dice.

“Todo esto generó una repercusión mediática, una publicidad que las grandes universidades han aprovechado”, señala González en referencia a las críticas surgidas entre la opinión pública sobre la utilización de estos cursos como estrategia por parte de las universidades para incrementar el reclutamiento de estudiantes de pago, incluyendo los procedentes de países emergentes, y para la promoción personal de los profesores. Aunque destaca que detrás de estas iniciativas también hay gente que realmente cree en “la transmisión del conocimiento universal, con una visión más universitaria y académica”.

Así las cosas, la gran acogida que han tenido los MOOC ha disparado las expectativas de las posibilidades que ofrecen hasta el punto de que hay quien los califica de revolución en la educación superior, cuando en realidad “son un paso natural, evolucionado, de otros cursos o formas de educación que ya existían en abierto”, aclara González, quien pone como ejemplo el repositorio de contenido educativo gratuito, incluyendo en español, Merlot.org o los libros digitales. En la misma línea, Miquel Durán, profesor de Química de la Universidad de Girona, en España, que ofrece un curso sobre Comunicación Científica en MiríadaX, opina que en realidad estamos asistiendo a la explosión en Recursos Educacionales Abiertos (REA) dentro del campo del conocimiento abierto. “Los MOOC son más bien un diseño por parte de un profesor o equipo de conexiones REA, con el objetivo de formar una persona en un aspecto determinado de conocimiento”.

Cambio de paradigma en las aulas

Por eso, González piensa que, por sí solos, los MOOC están sobrevalorados, pero cuentan con un componente revolucionario en el sentido de que están poniendo el acento en un aspecto clave: “la participación o colaboración de los alumnos en el aula”. Y añade que están sirviendo para que las universidades se planteen otra forma de impartir sus clases presenciales: “es decir, ya no vale que el profesor llegue a una clase de 300 alumnos -una cifra normal en algunos centros educativos iberoamericanos- pronuncie un discurso y luego se marche”, porque para eso ya existe una grabación, un MOOC, que no es otra cosa que una conferencia grabada en video, apoyado por lecturas, proyectos, exámenes y foros semanales gestionados online.

A partir de ahora, “los alumnos deberían ir a clase a practicar, a reflexionar. Ese es el aporte real de los MOOC a la educación, el cambio de paradigma de que el profesor ya no es el centro, el que transmite conceptos, el aula se utiliza para otras actividades”, destaca. Sandoval, coincide con este punto de vista y asegura que “se debe incorporar este tipo de educación virtual al aula y entregar mayor valor para el estudiante. Esto moverá la educación presencial tradicional hacia un híbrido de aprendizaje dentro de las universidades”.

En el mundo virtual, el aspecto revolucionario de los MOOC reside en la M de Masivo, ya que pueden permitir a un amplio grupo de la población sin recursos acceder a contenidos de calidad de universidades tanto de la región como fuera de ella. “La tecnología lo que ha hecho es llevar esto a gran escala”, dice Sandoval. Aunque los expertos advierten de que la masificación es un arma de doble filo porque, en comparación con las clases presenciales, se pierde la interacción del profesor con el alumno, lo que facilita la resolución de dudas o la reflexión sobre temas específicos. Este inconveniente, sin embargo, se da en cualquier tipo de educación masiva. “Lo positivo es que los MOOC permiten llegar a cientos de miles de alumnos, por eso creo que la educación híbrida es una buena opción”, añade el profesor del Tecnológico de Monterrey.

Las cifras hablan por sí solas. En el curso de Sandoval se inscribieron un total de 10.000 personas de 65 países alrededor del mundo. “Si yo logro que mis alumnos en el aula tomen la clase presencial al mismo tiempo que el MOOC, esto les va a permitir tener una experiencia distinta y relevante en cuanto a contenidos, pero también por la interacción con profesionales -el perfil mayoritario de los estudiantes de MOOC-, que va a hacer más enriquecedora la clase presencial”.

Los retos técnicos y pedagógicos

Sandoval vuelve a hacer referencia a su experiencia personal para sacar a relucir uno de los principales desafíos de la formación a través de los MOOC: la alta tasa de abandono. De los 10.000 alumnos que se inscribieron en su curso, explica, 5.000 fueron alumnos activos, lo que significa que cada semana entraron en el curso, revisaron el material e hicieron algunas prácticas. De ellos, unos 1.000 o el 10% lo completaron, es decir, hicieron todas las actividades, obtuvieron una calificación, y algunos de ellos un diploma. Según Sandoval, las cifras de finalización de los cursos en inglés que maneja Coursera son incluso menores, en torno al 5%, una cifra similar a la registrada por la mayoría de los MOOC en español.

El problema está en que los MOOC exigen una gran dosis de autodisciplina y motivación personal que, en su opinión, tiene mucho que ver con el propio diseño del curso, “de si se logra ofrecer contenido y material atractivo, así como actividades que lleguen a ser significativas para el perfil del estudiante”. Durán coincide con este enfoque y añade que más que de "impartir clase se trata de diseñar ejercicios, de plantear trabajos y formular recomendaciones que aseguren que el propio alumno se dé cuenta de su avance en el curso, y que favorezcan que ajuste su dedicación y esfuerzo en función de sus disponibilidades”.

Las plataformas cuentan con un sistema diseñado para tratar de mantener el interés del participante a lo largo del curso, de manera que, tras completar ciertas etapas, obtiene unos badgets o insignias como recompensa, además de algún tipo de reconocimiento o certificación a la conclusión del mismo. Sin embargo, González destaca que existen “muchas dudas en cuanto al reconocimiento de mercado o validez de una rigurosidad académica de estas certificaciones. Las universidades son reticentes a entregarlas. Su valor real está en el compromiso que adquiere el participante con el curso”.

Por tanto, dado el carácter de autoaprendizaje de los MOOC, Durán recomienda a los estudiantes preguntarse para qué les puede servir el curso en el futuro y si serán capaces de “priorizar su limitado tiempo personal al mismo, respecto a otros cursos o al elevado número de distracciones que existen”. Por otro lado, él señala que deberían leer o visionar las introducciones a los cursos para hacerse una idea muy clara de su contenido, de lo que pueden esperar de los profesores, y de lo que pueden realmente obtener en cuanto a conocimiento nuevo. “Finalmente, deben constatar si disponen de las habilidades personales, sobre todo las digitales, suficientes para seguir un curso a distancia. En nuestro caso, un mínimo de habilidades comunicativas y de web 2.0 es imprescindible”.

Sandoval destaca que, a pesar del aparente bajo porcentaje de finalización de los MOOC, el alcance que se consigue con ellos, en ocasiones cientos de miles de alumnos, es incomparable al que se logra a través de la enseñanza tradicional. Se puede dudar de la profundidad del conocimiento adquirido –otra de las reticencias surgidas en torno a este tipo de formación-, pero no del alcance”. En cuanto a la profundidad, él lo tiene claro: “El participante que quiera aprender lo hará y el que no, siempre puede utilizar la información como referencia para futuras consultas, pero difícilmente los MOOC podrán sustituir a una universidad en este sentido”.

Quizás por eso el perfil de los estudiantes de MOOC, tal y como se ha señalado, difiere del perfil universitario tradicional. Sandoval comenta que los courserians suelen ser graduados universitarios de entre 30 y 40 años, una cifra que se rebaja cuando se trata de MOOC en español. En el que él ofreció, la edad del 80% de los participantes se situaba entre los 25 y 35 años –el 70% tenía una empresa familiar y el 30% quería crearla- pero la franja de edad en el resto de cursos en español suele ser de entre 18 y 25 años, lo cual es una novedad respecto a las ofertas existentes en Coursera en otros idiomas. El cree que podría deberse a los temas que la plataforma ofrece en español, como la asignatura de matemáticas básicas, y quizás debido a que “los nativos digitales en América Latina son más jóvenes porque son los que han tenido mayor acceso a las tecnologías”.

Otra de las diferencias entre los cursos en español y en inglés es que los últimos cuentan con un número superior de participantes porque éstos disponen de mejores equipos y conexiones a Internet que en América Latina, además de que las plataformas han recibido una mayor difusión debido a que llevan más tiempo en funcionamiento. “En español están recién arrancando”, señala. Aunque destaca que le llamó la atención cómo un buen número de personas cuyo idioma nativo era el inglés se inscribieron en su MOOC para practicar el español, lo mismo que algunos participantes franceses o portugueses. En cuanto a la procedencia de los estudiantes, la mayoría fueron de Colombia, Perú, Venezuela, España y, como dato curioso, también había bastantes de EEUU, probablemente, “por los muchos latinos trabajando en el país”, dice. Y añade que la mitad de las personas jamás había hecho un curso en línea y se ayudaban entre ellos para salvar la falta de práctica en el uso de la tecnología.

La tecnología es justamente uno de los principales retos para el crecimiento de este tipo de formación en América Latina. Sandoval dice que, a nivel país, habría que mejorar el acceso y las estructuras tecnológicas, sobre todo un ancho de banda que soporte la descarga de videos, etc. Desde el punto de vista académico, también sería necesario que se fueran sumando universidades públicas y privadas a este tipo de iniciativas, “pero existen muchas reticencias porque se considera que, en su conjunto, se convertiría en una educación demasiado light, poco relevante, que fomentaría una educación de mala calidad”.

A pesar de los obstáculos, Sandoval cree que como en cualquier otro modelo de negocio del ámbito de las tecnologías de la información se formará una burbuja y habrá un incremento de plataformas, universidades que se sumen a plataformas o individualmente creen sus propios MOOC. Habrá, por tanto, una fragmentación de la organización de la información. Al final, dice, “sobrevivirán aquellos que ofrezcan un contenido de calidad, un buen diseño tecnológico y sean capaces de crear comunidades a su alrededor”. El considera que esto último es un punto débil de Coursera porque los participantes de los cursos, por una cuestión de privacidad, no pueden saber qué personas están en su misma región o zona geográfica para establecer contactos, intercambiar información, etc. “Los MOOC permitirían crear unidades de aprendizaje regionales de gran valor al ayudar a conectar gente –empresarios con estudiantes, etc.- que se encuentran en un mismo lugar, además de a nivel global”.

Durán piensa que la superabundancia de REA no será ningún problema, tampoco la competencia de los MOOC que pretendan enseñar lo mismo: “hoy en día también hay diversos libros sobre un mismo tema”. El desafío, en su opinión, no será técnico, sino pedagógico: “Lo difícil será generar buenos recursos, diseñar flujos entre REA que maximicen el aprendizaje y sobre todo diseñar los procesos de evaluación, seguimiento y autocontrol”. Al final, concluye, “sobrevivirán las plataformas que hagan las cosas sencillas para los profesores-equipos y para los estudiantes, que proporcionen el mayor beneficio a los estudiantes y sepan colaborar con instituciones de educación superior. Todo debe ser sostenible”.

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