jueves, 15 de diciembre de 2011

Medicinas: del dicho al hecho hay mucho trecho

Hace dos años, un grupo de investigadores de Boston publicó un estudio en el que describía cómo habían destruido tumores cancerosos atacando una proteína llamada STK33. Científicos de la compañía de biotecnología Amgen Inc. rápidamente se abalanzaron sobre la idea y asignaron dos decenas de investigadores para tratar de repetir el experimento con la meta de convertir el descubrimiento en un medicamento.
Resultó ser un desperdicio de tiempo y dinero. Tras seis meses de trabajo intensivo de laboratorio, Amgen concluyó que no podía reproducir los resultados y abandonó el proyecto.
Bayer
Bayer suspendió casi dos tercios de sus proyectos iniciales de medicamentos porque sus pruebas no correspondían con los resultados aducidos en la literatura científica.
"Me decepcionó pero no me sorprendió", dice Glenn Begley, vicepresidente de investigación de Amgen, en California. "La mayoría de las veces, no podemos reproducir los resultados" que los investigadores publican en revistas especializadas.
Es uno de los secretos de la medicina: la mayoría de los resultados, incluidos los que aparecen en publicaciones de máxima categoría, no pueden reproducirse.
"Es un tema muy serio y perturbador porque obviamente confunde a la gente" que implícitamente confía en los hallazgos publicados en una revista respetada, dice Bruce Alberts, editor de Science.
La reproducibilidad es la base de toda investigación moderna, el patrón según el cual se evalúan aseveraciones científicas. Tan sólo en Estados Unidos, la investigación biomédica es un negocio de US$100.000 millones al año. Por ello, cuando los resultados médicos publicados no pueden ser validados por otros, hay consecuencias considerables.
Las farmacéuticas dependen mucho de la investigación académica temprana y pueden gastar millones de dólares en productos si los resultados originales terminan siendo desconfiables. Los pacientes pueden participar en pruebas clínicas basadas en datos contradictorios, y a veces no ven beneficios o sufren efectos secundarios perjudiciales.
También hay un problema más insidioso y generalizado: una preferencia por resultados positivos.
A diferencia de las farmacéuticas, los académicos rara vez llevan a cabo experimentos a "ciegas". Ello facilita escoger muy selectivamente hallazgos que respaldan un resultado positivo. En aras de encontrar empleo y financiación, especialmente en una época de penuria económica, el creciente ejército de científicos necesita más experimentos exitosos a su nombre, no fallidos. Una explosión de publicaciones científicas y académicas eleva la presión.
En cuanto a resultados irreproducibles, Alberts dice que la creciente complejidad de los experimentos puede ser la principal causa. "Tiene que ver con la complejidad de la biología y el hecho de que los métodos [usados en laboratorios] son cada vez más sofisticados", señala.
En septiembre, la farmacéutica alemana Bayer publicó un estudio en el cual decía que había suspendido casi dos tercios de sus proyectos iniciales de medicamentos porque sus experimentos internos no consiguieron corresponder con los resultados aducidos en la literatura científica, ni siquiera en las publicaciones más prestigiosas.
En 2008, Pfizer Inc. hizo una apuesta, de un valor potencial de más de US$725 millones, a que podría convertir un medicamento ruso para el resfrío, de 25 años de antigüedad, en un fármaco eficaz contra la enfermedad de Alzheimer.
La idea era promisoria. Publicados por la revista Lancet, los datos de investigadores del Colegio de Medicina Baylor y de otras partes sugirieron que el medicamento, un antihistamínico llamado Dimebon, podía mejorar los síntomas en los pacientes con Alzheimer.
Posteriores hallazgos de investigadores de la Universidad de California, en Los Ángeles, mostraron que el medicamento parecía impedir el empeoramiento de los síntomas por hasta 18 meses.
"Estadísticamente, los estudios eran bastante sólidos", dice David Hung, presidente ejecutivo de Medivation Inc., firma de biotecnología de San Francisco que patrocinó ambos estudios.
En 2010, Medivation y Pfizer difundieron datos de su propia prueba, que comprendía casi 600 pacientes con síntomas de Alzheimer de ligeros a moderados. Las compañías dijeron que no pudieron reproducir los resultados de Lancet. También indicaron que no habían encontrado una diferencia estadística significativa entre pacientes que tomaban el medicamento en comparación con los que recibían el placebo inactivo.
Pfizer y Medivation acaban de concluir otro estudio de Dimebon, realizado al cabo de un año en más de 1.000 pacientes. Esperan anunciar los resultados en algunos meses
Los científicos postulan algunas teorías sobre por qué la repetición de resultados es tan elusiva. Dos laboratorios pueden usar equipos o materiales ligeramente diferentes, lo que puede llevar a resultados distintos. Cuantas más variables haya en un experimento, más probable es que se acumulen errores pequeños y no intencionales que moldeen las conclusiones de una u otra manera. Y, por supuesto, los datos que han sido adulterados o inventados no superarán un escrutinio futuro.
La cantidad de revistas de investigación ha trepado 23% entre 2001 y 2010, según un análisis de Elsevier. Su proliferación ha intensificado la competencia incluso entre revistas de élite, que pueden generar publicidad con la inclusión de investigaciones llamativas, que suelen contener conclusiones positivas, para satisfacer las demandas de un ciclo noticioso de 24 horas.
Las farmacéuticas también tienen una predisposición a los resultados positivos. Un estudio de 2008 publicado en PLoS Medicine por investigadores de la Universidad de California, en San Francisco, examinó los datos de 33 nuevas solicitudes de medicamentos presentadas entre 2001 y 2002 a la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) de EE.UU. El organismo requiere que las farmacéuticas provean todos los datos de ensayos clínicos. Sin embargo, los autores descubrieron que un cuarto de los datos —la mayoría de ellos desfavorables— nunca fueron publicados porque las compañías no los presentaron a las revistas.
El resultado es que los médicos que terminan recetando medicamentos aprobados por la FDA no ven los datos desfavorables.
"Diría que la publicación selectiva de datos es antiética porque implica a humanos", dice Lisa Bero de la Universidad de California y coautora del estudio de PLoS Medicine.
Una portavoz de la FDA dijo que el organismo considera todos los datos que recibe cuando examina un medicamento pero "no puede controlar qué elige publicar una compañía".
Las firmas de capital de riesgo dicen que ellas, también, encuentran cada vez más casos de estudios no reproducibles, y mencionan ello como una razón clave para su menor predisposición a financiar proyectos de etapa temprana.
Otra razón que impide la reproducción de resultados es que los autores no comparten todos sus datos con científicos rivales. Según un informe publicado por la Real Sociedad de Londres, en 2007 habían 7,1 millones de investigadores trabajando en proyectos en todo el mundo y en todos los campos científicos, 25% más que cinco años antes.
Begley, de la biotecnológica Amgen, sugiere que los científicos realicen más experimentos "a ciegas" para reducir cualquier parcialidad hacia resultados positivos.

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