jueves, 12 de septiembre de 2013

Elizabeth Holmes: ¿La Steve Jobs de la medicina moderna?

Palo Alto, California
"La realidad dentro de nuestro sistema de salud hoy en día es que si un ser querido se enferma de gravedad, para el momento en que se sabe lo que tiene, a menudo es demasiado tarde para hacer algo al respecto. Te parte el corazón porque, en ese momento, no hay nada que no harías para cambiarlo y, con demasiada frecuencia, te sientes impotente", dice Elizabeth Holmes. "Estamos detectando el cáncer cuando ya hay un tumor o una enfermedad cardíaca porque se sufre un ataque al corazón", agrega. Holmes quiere cambiar este panorama.
La empresaria e ingeniera química y eléctrica de 29 años abandonó sus estudios en la Universidad de Stanford cuando era alumna de pregrado en 2003, después de fundar la empresa de biociencias Theranos.
Sus invenciones, que describe aquí en detalle por vez primera, podrían revolucionar la industria de las pruebas de laboratorio y cambiar la forma en que detectamos y tratamos las enfermedades.
Hace 10 años, Holmes trabajaba desde el sótano de una vivienda que compartía con estudiantes universitarios, nada que ver con sus actuales oficinas en un edificio industrial muy cerca de la Universidad de Stanford. Su sede era uno de los pocos datos sobre Theranos que conocía Silicon Valley, uno que dejaba en claro el potencial de la compañía: el mismo espacio había albergado las oficinas de FacebookFB 0.00% y, antes de eso, las de Hewlett-Packard HPQ -1.64% .
Fred Harper
El secreto que cientos de empleados están ahora refinando tiene que ver con dispositivos que automatizan y miniaturizan más de 1.000 exámenes de laboratorio, desde muestras de sangre de rutina a análisis genéticos avanzados.
Los procesos de Theranos son más veloces, más baratos y más precisos que los métodos convencionales y sólo exigen volúmenes microscópicos de sangre, no frascos y más frascos. La experiencia puede ser reveladora para cualquiera que esté al tanto de las prácticas actuales, que a menudo se parecen a la medicina como la descrita por Bram Stoker en sus novelas.
Un técnico de Theranos primero aumenta el flujo sanguíneo hacia la mano y luego extrae unas pocas gotas de sangre de los vasos capilares. La sangre llega a un tubo en un cartucho que Holmes denomina "nanotenedor", que guarda microlitros de una muestra, el equivalente a una gota de lluvia.
El nanotenedor luego pasa por los analizadores en el laboratorio de Theranos.
Normalmente, los resultados son enviados al médico que solicitó las pruebas, pero en mi caso, al momento de abandonar las oficinas de la compañía ya había recibido por correo electrónico un análisis detallado, con marcadores metabólicos e inmunológicos, conteo de células, etc. (Todo salió normal).
Es el tipo de servicio moderno e indoloro al que los estadounidenses no están acostumbrados en su sistema de salud.
Holmes lo describe de otra manera: "En Silicon Valley estamos en el corazón del mundo de la tecnología de consumo… y lo que creemos que estamos creando es la primera empresa tecnológica de salud orientada al consumidor. Los pacientes sienten el poder de acceder a su propia información de salud y de poseer sus propios datos".
Las clínicas de Theranos podrían masificarse pronto en Estados Unidos. La compañía anunció el lunes una alianza con Walgreens para instalar centros de recolección de muestras en los locales de la cadena de farmacias.
El primer centro se instalará en una tienda de Walgreens en Palo Alto y el programa luego se expandirá a California y otros estados. La meta a largo plazo de Holmes es ofrecer los servicios de Theranos "en un radio de 13 kilómetros de cada hogar estadounidense".
Pruebas simultáneas
Mientras más de cerca se examina el mercado de las pruebas de diagnóstico en el sistema de salud de EE.UU. más irracional parece.
Los exámenes representan entre 2% y 2,5% del gasto en salud, pero Holmes subraya que las pruebas son el factor principal en 8 de cada diez decisiones clínicas tomadas por los médicos. Alrededor de 6.800 millones de pruebas de laboratorio se realizan en el país al año.
"El arte de la flebotomía se originó con la sangría en el 1.400 A.C. y el laboratorio clínico moderno surgió en los años 60 y no ha tenido una evolución fundamental desde entonces", dice la empresaria.
Los miles de millones de pruebas siguen el mismo ritual: en un hospital o una clínica "uno ingresa, se sienta, le aplican un torniquete en el brazo, lo pinchan con una aguja, sacan estos tubos y tubos de sangre", señala Holmes.
Los especímenes luego son enviados a un laboratorio central, donde se sacan manualmente de los tubos y son combinados con un reactivo químico o analizados por instrumentos como una centrífuga o espectrómetro de masas. Tras una espera que puede durar días o semanas, el doctor finalmente recibe los resultados.
Uno de los mayores problemas, reconoce Holmes, es que los médicos raramente disponen de "la mejor información para hacer los mejores diagnósticos posibles en el momento indicado", manifiesta.
Posteriormente, Holmes presenta el caso hipotético de una paciente cuyo doctor solicita una prueba y descubre una concentración muy baja de hemoglobina en la sangre, de modo que le receta un medicamento contra la anemia.
El doctor tiene que pedir otro examen para hallar el tipo de anemia que padece la paciente y, días después, descubre que se trata más bien de una simple deficiencia de hierro. El tratamiento más adecuado, al final de cuentas, era "tomar algunas pastillas de hierro o comer más espinaca", afirma Holmes.
La tecnología de Theranos elimina necesidad de hacer múltiples viajes al laboratorio porque puede "realizar cualquier combinación de pruebas, incluyendo pruebas de seguimiento" al mismo tiempo, rápidamente y de una misma micromuestra. Holmes estima que médicos y pacientes recibirán los resultados en "un mínimo de dos horas" y pueden incluso obtenerlos antes de que concluya su visita al doctor, dependiendo de la recomendación del médico.
Apenas 62% de las pruebas solicitadas por los doctores se realiza en EE.UU., según la firma de consultoría de salud Lewin Group. Un motivo es la falta de sangre. Varios estudios han documentado que, para asegurar que los laboratorios no rechacen las muestras, las entidades médicas a veces sacan 45 veces más sangre de los pacientes que lo que exigen las pruebas.
Por fortuna, la sangre es un recurso renovable. De todos modos, el modesto tamaño de las muestras de Theranos es un avance importante para los pacientes de la tercera edad, para quienes las pruebas de sangre pueden ser una agonía debido a la ruptura de sus venas.
También es una buena noticia para los niños que le temen a las agujas y para los pacientes de oncología, cuya sangre es examinada de manera constante.
Error humano
Otro avance de Theranos es la precisión de sus pruebas.
Holmes cree que la cadena de custodia tradicional de los laboratorios presenta demasiadas oportunidades para cometer errores, "que básicamente ocurren en cualquier punto en el que estén involucrados los humanos".
La integridad de los especímenes de laboratorio se puede contaminar si pasan mucho tiempo sin ser analizados, si son procesados en forma errónea por un asistente o por la temperatura u otros motivos.
Un análisis realizado en 2002 por la revista especializada Clinical Chemistry halló errores de estimación que variaban de uno en cada 33-50 pruebas a uno en cada 8.300, aunque las cifras han mejorado desde entonces.
La misma muestra, enviada a dos laboratorios diferentes puede arrojar dos resultados diferentes y el mismo laboratorio analizando la misma muestra también puede entregar resultados diferentes.
Esto se debe a que la precisión de los instrumentos de laboratorio y sus rangos de referencia varían de fabricante a fabricante. Los laboratorios compran a diferentes proveedores y a menudo no calibran las máquinas con respecto a las otras.
Algunas pruebas pueden ser entregadas con márgenes de error bastante amplios, como un más o menos 30% de error permisible para la prueba HDL de colesterol. Holmes asegura que una medición que esencialmente tiene un rango de error de 60% no es muy útil, especialmente con el transcurrir del tiempo, ya que la enfermedad misma es una progresión en el tiempo.
La tecnología de Theranos es automatizada, estandarizada e intenta eliminar el error humano del proceso. Por ende, puede alcanzar rangos de variación mucho más bajos para un examen determinado. Holmes indica que sus pruebas tienen objetivos de "error permisible" inferiores a 10%.
La promesa médica de esta velocidad y mejor información significa que se puede detectar una enfermedad en sus etapas preliminares, antes de que aparezcan los síntomas. Las herramientas analíticas de la compañía también podrían ayudar a hacer realidad la posibilidad de una medicina verdaderamente personalizada, conforme los científicos obtienen un mejor entendimiento de la heterogeneidad de la enfermedad y de cómo tratar a cada paciente según sus propios organismos, no grandes promedios.
Las herramientas de Theranos también podrían contribuir a que los doctores analicen información en forma "longitudinal" y observar tendencias y tasas de cambio que ahora no pueden detectar.
Holmes se niega a hablar sobre los planes de Theranos, aunque uno podría especular. Podría, por ejemplo, haber usos militares en el campo de batalla.
La otra realidad obvia de la tecnología es que los aparatos se siguen reduciendo y, en los últimos años, Theranos ha obtenido varias patentes para un sistema de diagnóstico portátil. Una de ellas dice relación con un dispositivo de diagnóstico portátil que se adhiere al cuerpo con micro agujas de silicio del tamaño de "un cabello humano".
La mayor interrogante es si Holmes ha logrado una de esas innovaciones disruptivas diseñadas para reducir costos y mejorar la calidad.
En una conversación que sostuve hace un año con el ex secretario de Estado de EE.UU., George Schultz, quien es un miembro de la junta directiva de Theranos, dijo que Holmes podría ser "la próxima Steve Jobs o Bill Gates".
Cuando le saco el tema a colación en una reciente visita, Schultz sonríe y responde que "esto no es lo último que ella va a inventar o crear".
— Joseph Rago es miembro de la junta editorial de The Wall Street Journal.

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