Padres e hijos tienen un nuevo campo de batalla: las apps, o sea los jueguitos de los iPhones o iPads. Primero porque piden prestados los teléfonos a los padres para jugar, pero segundo porque les piden que compren esta o aquella aplicación que sus amigos ya juegan en los teléfonos de sus padres.
Ahora que las aplicaciones se multiplican, son cada vez más los padres que dicen tener problemas con sus hijos a la hora de decidir qué juego es apropiado para ellos, cuál no y cuándo prestarles sus teléfonos inteligentes para que jueguen. Y esto se va a ir poniendo cada vez peor pues ya hay más de 300.000 apps según la International Data Corp, una firma de investigación sobre el tema.
Se calcula que para 2014 el número de bajadas podría llegar a 76.900 millones en todo el mundo (10.900 en 2010). El grupo calcula que los ingresos globales para las aplicaciones móviles superará para 2012 los US$ 35.000 millones de dólares.
Es difícil encontrar cifras exactas sobre aplicaciones para niños, pero los especialistas esperan que el Mercado infantil crezca con el resto del segmento, no solo en productos de Apple sino también para aparatos que funcionan con Android de Google.
Hay aplicaciones educativas que permiten a un niño aprender los datos básicos de matemáticas o del sistema solar. Hay también aplicaciones de juegos y hay otras que les enseñan el alfabeto o a dibujar. Y no paran de salir nuevas.
A medida que proliferan, los padres tienen que dedicar cada vez más tiempo a verlas para evaluar cuáles son adecuadas para sus hijos. Pero son tantas las que salen por día que no lo logran. Muchos dicen que sus hijos saben más sobre las nuevas apps que ellos mismos.
Los padres, abrumados, tienen varias cosas a considerar: el grado de violencia del juego, el precio de la aplicación (para un iPhone cuestan menos de US$ 2 pero para el iPad cuestan no menos de US$ 5. Luego están las ventas que generan las aplicaciones, una función que permite al jugador hacer compras relacionadas con el juego dentro mismo de la aplicación. Cuando eso se combina con un chiquito que no entiende cómo funciona el App Store, los padres pueden encontrarse con desagradables sorpresas en su cuenta de iTunes.
Luego está el mensaje de marketing. Cuando los mensajes van orientados a los padres, el argumento que se usa es que son educativos, buenos para los hijos y explican por qué. Cuando los mensajes van orientados a los chicos, se les explica por qué les va a gustar. Pero más allá de las convenientes, lo cierto es que la aplicación los va a mantener sentados y apretando botones durante un rato largo. Es una actividad pasiva.
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