La semana pasada, un hombre de Yakima, Washington, se convirtió en el primer paciente en recibir un implante diseñado para aliviar los ataques de vértigo incapacitante que resultan de una enfermedad conocida como la enfermedad de Meniere. El dispositivo, desarrollado por investigadores de la Universidad de Washington, es el primer implante terapéutico para el tratamiento de un trastorno del sistema vestibular, un conjunto de órganos en el oído interno responsables de la detección del movimiento de la cabeza, además de mantener el equilibrio. Los investigadores esperan que el dispositivo no sólo ayude a tratar la enfermedad, sino que también allane el camino para dispositivos más complejos con los que tratar problemas de equilibrio.
Las personas con ataques de Meniere experimentan ataques repentinos que pueden incluir mareos intensos, zumbido de oídos, náuseas y pérdida de la audición. Los ataques pueden durar desde 30 minutos hasta varias horas, y pueden ocurrir cada pocos años o todos los días. No hay cura, aunque a veces la enfermedad se puede tratar con medicamentos y restricciones dietéticas. En los casos muy severos, los pacientes optan por destruir la función del oído interno por medio de cirugía o tratamientos médicos.
El oído interno contiene un conjunto de tres estructuras llamadas canales semicirculares, que funcionan como un giroscopio a la hora de detectar el movimiento del líquido a través de los canales para sentir la rotación de la cabeza. Jay Rubinstein, cirujano del oído y otorrinolaringólogo del Centro Médico de la Universidad de Washington, explica que normalmente el cerebro recibe una entrada constante de datos sobre el movimiento de la cabeza procedentes de los nervios vestibulares, los cuales están conectados a cada una de estas estructuras, así como a otras dos estructuras que detectan el movimiento horizontal y vertical.
Los médicos creen que durante los ataques de Meniere, la acumulación de líquido en el oído interno bloquea la información de los nervios en un oído, lo que lleva al cerebro a pensar que el cuerpo está girando. El implante funciona mediante la estimulación eléctrica de los nervios vestibulares unidos a los canales semicirculares del oído defectuoso durante un ataque, compensando así la pérdida de señal.
El nuevo implante es una modificación de un implante coclear, cuyo diseño e implantación quirúrgica ya había sido aprobado por la FDA. La modificación consiste en un dispositivo implantado quirúrgicamente que contiene tres matrices de electrodos: cada uno se inserta en uno de los canales semicirculares. Un procesador externo, colocado detrás de la oreja afectada, se comunica de forma inalámbrica con el componente interno. Al experimentar un ataque, el paciente puede activar manualmente el dispositivo. En el resto de ocasiones, permanece apagado. Aunque el dispositivo requiere una implantación quirúrgica, no requiere deshabilitar el sistema de equilibrio de un paciente, ni plantea una amenaza de pérdida auditiva, algo que ocurre con algunos de los tratamientos más radicales para la enfermedad de Meniere en su grado más severo.
Después de realizar los primeros experimentos en monos, Rubinstein y un colaborador, James Phillips, recibieron la aprobación para unos ensayos clínicos con 10 personas del dispositivo, que es fabricado por la compañía australiana Cochlear. Hasta el momento, el paciente de Yakima es el único que ha recibido el dispositivo; el equipo cuenta con fondos para implantar dispositivos en dos pacientes más. Rubinstein afirma que evaluar la eficacia puede llevar algún tiempo, dado que los ataques de Meniere son impredecibles.
Daniel Merfeld, investigador del equilibrio en el Massachusetts Eye and Ear Infirmary, y que no participó en el proyecto, afirma que este dispositivo representa "un primer paso hacia el objetivo a largo plazo de sustitución sensorial a través de un implante vestibular". Una serie de grupos en los Estados Unidos y Europa, incluyendo el de Merfeld, han estado trabajando en una prótesis que sirva de ayuda a aquellas personas con trastornos del equilibrio del oído interno, de forma similar al modo en que un implante coclear permite a los sordos oír los sonidos. Los implantes cocleares recogen los sonidos del ambiente y los traducen en señales eléctricas que estimulan el nervio auditivo.
En términos simples, un implante vestibular sustituiría a los micrófonos de un implante auditivo por sensores de movimiento, y adaptaría las señales eléctricas para los nervios vestibulares. Los dispositivos detectarían el movimiento de la cabeza y traducirían esa información sensorial en impulsos eléctricos. Merfeld asegura que cada uno de los equipos ha tenido buenos resultados en animales, y que el objetivo de sustituir el sentido del equilibrio parece técnicamente viable en los próximos años. "Lo que necesitamos es una gran cantidad de investigación y algunos ensayos clínicos con éxito", señala.
Mientras tanto, el dispositivo actual es un paso intermedio en este proceso, ya que no detecta o adapta sus señales para dirigir el movimiento y no sustituye el propio sistema del equilibrio del cuerpo, sino que está diseñado para reemplazar la función del oído a medida que se recupera de un ataque. Rubinstein señala que un tipo de dispositivo como este supone una primera y atractiva incursión en los implantes vestibulares, puesto que no destruye la función existente y no requiere la aprobación reglamentaria de un dispositivo totalmente nuevo.
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