Son una de las mayores generaciones de jóvenes de la historia americana, y son, casi con seguridad, los mejor preparados. Pero para la Generación Y, un grupo de jóvenes formado por cerca de 70 millones de individuos de 15 a 30 años, el futuro parece ser todo, menos prometedor.
Con una tasa nacional de desempleo del 9,6%, muchos no consiguen encontrar trabajo. Algunos han tenido que volver a casa de sus padres; otros sobreviven a costa de desempeñar trabajos elementales que apenas alcanzar para pagar los préstamos que solicitaron para costear sus estudios. "Las perspectivas no son buenas para la Generación Y", dice Matthew Bidwell, profesor de Gestión de Wharton. "Y no creo que las cosas mejoren para la próxima graduación de esos jóvenes, en mayo. Muchas previsiones indican una recuperación lenta e titubeante de la economía.
Va a tardar un poco hasta que volvamos a los niveles de 2007".
La mala noticia para la Generación Y, también conocida como la Generación del Milenio, no acaba aquí: varios estudios muestran que entrar en el mercado de trabajo durante los periodos de recesión tiene consecuencias negativas inmediatas y de largo plazo. Por lo tanto, los miembros de esa generación —que están iniciando la vida profesional probablemente en el peor mercado de trabajo desde la Gran Depresión— pueden quedarse desfasados profesionalmente durante los próximos años.
"Observamos en las recesiones anteriores que los grupos que entran en la fuerza de trabajo durante periodos de crisis se ven perjudicados durante un buen tiempo en términos salariales y de beneficios", observa Bidwell. "Como necesitan más tiempo para entrar en el mercado laboral, no adquieren las habilidades que necesitan. Además de eso, son más propensos a aceptar funciones más elementales o prácticas no remuneradas. Sin embargo, cuando la economía se recupera y ellos consiguen un empleo mejor, necesitan más tiempo para crecer profesionalmente porque tienen que aprender habilidades que deberían haber adquirido inmediatamente después de haberse formado. Mientras, corren el riesgo de ser superados por los nuevos graduados".
"Terrible desperdicio de capital humano"
El gran temor de los economistas que estudian los temas de empleo está asociado a los trabajadores que son forzados a dejar el mercado de trabajo durante la recesión y no vuelven nunca más. En el caso de esa generación en especial, una preocupación más específica es la de aquellos que jamás han tenido la oportunidad de entrar en el mercado. "Si la persona no consigue un trabajo decente en sus primeros cinco años de vida profesional, ¿lo conseguirá algún día? No crea hábitos estables de trabajo y no desarrolla la autoestima necesaria para progresar profesionalmente", dice. "Es un desperdicio terrible de capital humano".
Varios estudios recientes muestran que la entrada en el mercado de trabajo durante periodos de recesión tiene consecuencias negativas duraderas sobre los salarios. Un estudio, del que es autora Lisa Kahn, profesora de Economía de la Escuela de Gestión de Yale, hizo un seguimiento de los salarios de hombres jóvenes que salieron de la facultad antes, durante y después de la recesión profunda, a principios de los años 80. Kahn evaluó cómo aquellos que habían ingresado en la fuerza de trabajo en un periodo económico malo se situaban en relación a los que se habían formado en tiempos mejores. Ella constató que para cada aumento de un punto porcentual en la tasa de desempleo, los que se habían formado durante la recesión ganaban de un 6% a un 8% menos el primer año de trabajo en comparación con los que se habían formado en tiempos de progreso económico. El efecto disminuía de tamaño en cerca de un cuarto de punto porcentual para cada año posterior a la época de graduación. Sin embargo, incluso 15 años después de haberse graduado, los que habían salido de la facultad en el periodo de recesión todavía ganaban un 2,5% menos.
En un estudio semejante, Till Marco Von Wachter, profesor de Economía de la Universidad de Columbia, hizo un seguimiento de un grupo de graduados en facultades canadienses que entró en el mercado laboral entre los años 1976 y 1995. Durante esos años, la economía canadiense, igual que la americana, pasó por varios periodos de crecimiento y dos grandes recesiones —la primera en 1982 y la segunda en 1991. La investigación reveló tres datos importantes: en primer lugar, quien se había formado durante la recesión tuvo pérdidas salariales iniciales de cerca de un 10%, de media, en los periodos de crisis; en segundo lugar, esas pérdidas de ganancias iniciales persistieron durante años, y su efecto sólo desapareció cerca de una década después.
El tercer descubrimiento fue que el patrón de ganancias difería básicamente según la especialización del graduado y en la escuela donde él había estudiado. "Clasificamos a las personas con base al éxito que se esperaba de ellas en el mercado de trabajo", afirma von Wachter. "Los que se habían formado en escuelas mejores y mayores, y los que se habían especializado en áreas con más contenido en matemáticas, como ingeniería o ciencias exactas en general, tuvieron más éxito. Inicialmente, se vieron un poco perjudicados, pero se recuperaron después de algunos años. Los que se habían especializado en ciencias sociales estaban en medio. Pero los que se habían graduado en escuelas menores y con especialización en el área de humanidades no salieron tan bien parados como los demás. No consiguieron hacer carrera y jamás se recuperaron. Parece haber un grupo permanentemente atrapado en un nivel inferior, de salarios más bajos. Si esas personas no tienen acceso a empleos mejores dentro de un plazo crítico, de los 20 a los 30 años, por ejemplo, todo indica que, de media, jamás lo conseguirán".
Esos descubrimientos tienen un impacto directo sobre los actuales graduados. "Nada indica que esos mecanismos fundamentales sean diferentes hoy en día", dice él. "Si el individuo se formó en 2008, y si no hubiera crecimiento del empleo hasta 2011, es probable que se quede atrapado en una remuneración baja. A medida que la economía vaya mejorando, y que esa persona tenga acceso a empleos mejor remunerados, ella comenzará a recuperar las ganancias perdidas. Eso no sería posible durante la recesión porque las oportunidades existentes eran pocas".
Una segunda fase de recuperación ocurre cuando los jóvenes profesionales adquieren la experiencia necesaria para ascender en la carrera escogida, señala el profesor. "La diferencia hoy en día es que tenemos una recuperación sin mejoría en el mercado de trabajo: cuanto peor es la recesión, más bajo es el punto de partida y más largo el proceso de recuperación".
La opción de la facultad
Algunos jóvenes deciden esperar a que pase la recesión mejorando su formación en la facultad. Las matrículas en escuelas profesionales del área de negocios, derecho y periodismo tienden a dispararse en periodos de recesión económica, y la crisis actual no es una excepción. De acuerdo con un informe de septiembre de 2010 emitido por el Consejo de Escuelas Superiores, las matrículas en las facultades americanas subieron un 8,3% desde otoño de 2008 a otoño de 2009. En los cinco años anteriores —de 2003 a 2008— el aumento de las matrículas había permanecido estable con aumentos, de media, inferiores a un 1% al año.
La estrategia de las facultades no es necesariamente mala, de acuerdo con Peter Cappelli, profesor de Gestión de Wharton y director del Centro de Recursos Humanos [Center for Human Resources] de la institución. "Los alumnos inteligentes perciben que ése es un buen momento para estar en la escuela", dice él. "Eso no significa necesariamente que podrán equipararse a los que se forman en épocas de prosperidad económica, pero su situación es mejor que si hubieran permanecido en el mercado de trabajo, y mucho mejor si se hubieran formado en periodos de prosperidad".
Pero Franklin Allen, profesor de Finanzas de Wharton, advierte que la recesión actual es muy diferente de otras del pasado. Los jóvenes que creen que basta con tener un diploma para obtener un buen empleo pueden estar muy engañados. De acuerdo con la Investigación Global del GMAC 2010 sobre Educación Superior en Administración, el número de alumnos de MBA con ofertas de empleo en marzo cayó este año siendo la segunda caída consecutiva después de que el porcentaje en cuestión pasara por un periodo de crecimiento constante desde 2003. En general, un 50% de todos los graduados de la clase de 2010 tenían empleo u oferta de empleo en marzo. Los nuevos abogados se enfrentan a un destino semejante; muchos compiten con abogados desempleados por las raras posiciones disponibles en los despachos y hasta por funciones elementales.
"En condiciones de recesión normal, superarla en la facultad es una buena salida. En el caso, sin embargo, de la recesión actual, se trata de una estrategia arriesgada", dice Allen. "Los jóvenes no están consiguiendo empleo como antes. Incluso los estudiantes de escuelas de renombre están teniendo dificultades en ese sentido. La situación hoy es diferente. En las recesiones normales, las cosas vuelven rápidamente a la situación anterior, pero esto no es lo que sucede ahora".
¿Hay esperanza?
La brecha de ganancias con la que los graduados de la actual era recesiva tienen que lidiar no tendrá gran impacto sobre la economía americana. Los economistas dicen que un grupo dentro de una población muy grande no tiene poder para cambiar los niveles de consumo. Sin embargo, dicen, esto tendrá implicaciones significativas sobre la forma en que esos individuos conducirán su vida adulta. La Generación Y no tendrá el poder de gasto de los graduados en tiempos de prosperidad económica. Esto significa que muchos aspectos importantes de la vida, como la adquisición de la primera vivienda, la boda o la llegada de los hijos, tendrán que ser aplazados.
"Habrá un atraso general", dice Allen. "Se trata de un problema que no ha sido bien evaluado. Se está perjudicando la carrera de las personas. Los jóvenes en la franja de los 20 y de los 30 años no están siendo ascendidos, no están recibiendo aumentos y no disponen de oportunidades de avance profesional, porque las personas por encima de ellos no están moviéndose. Ellos no pueden dejar el empleo porque, probablemente, no conseguirán encontrar trabajo en otro lugar. Por lo tanto, están presos. Es una cuestión muy seria: las personas se atrasan algunos años y jamás se recuperan".
La Generación Y es una generación que "esperaba que el mundo fuera del mismo modo que en los últimos 20 años", añade Allen. "Ellos esperaban encontrar empleo y ganar mucho dinero. Esa será una generación de decepcionados".
No todos, sin embargo, piensan de esa forma. Dale Kalika, profesora senior de la Escuela de Negocios W. P. Carey, de la Universidad Estatal de Arizona, trabaja actualmente en un proyecto de investigación centrado en la Generación Y. Ella dice que los jóvenes nacidos a partir de los 80 tienen la imagen de creer que tienen derecho a todo. La Generación Y es, en general, así. Pero también es muy flexible. "Son jóvenes que confían en sí mismos, que se adaptan y tienen una mentalidad abierta", dice ella. "Ellos viven en un mundo en transformación, por lo tanto el cambio no les causa sorpresa. Son flexibles. Es una generación optimista. Existe la creencia de que, de un modo o de otro, las cosas van a salir bien".
Además de eso, dice Kalika, esa generación es plenamente consciente del tipo de mercado de trabajo en que está entrando. Ella sabe que su carrera es mucho más fluida que la carrera de sus padres. "Una cosa que tendrán a su favor: ellos ya saben que tendrán que trabajar en varios lugares —probablemente tendrán de 12 a 15 empleos a lo largo de su vida profesional; y, además, tendrán varias carreras", dice ella. "Ellos saben que ya no existe seguridad en el empleo. Ya no existe una carrera que sea lineal".
Según Cappelli, los jóvenes que entran en el mercado de trabajo durante los periodos de prosperidad tienden a creer que todos los empleos llegan fácilmente, y esperan una buena remuneración —sin embargo tales expectativas desaparecen rápidamente cuando la economía se enfrenta con obstáculos al crecimiento. Formarse en una época de economía mala proporciona una experiencia más equilibrada, dice él. "Observamos que las personas formadas durante el boom de finales de los años 90, que podían escoger dónde trabajar y que recibían bonificaciones generosas. Estaban comprando BMWs y están teniendo dificultades en adaptarse a los tiempos de crisis [...] Ésta amolda nuestra visión de mundo, nos hace más modestos y más realistas".
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