Controlo mal mis impulsos. Aunque me las arreglo para evitar los vicios más grandes, incluyendo todos los ilegales, tengo un armario gigante lleno de antiguos aparatos tecnológicos de última generación que he ido comprando. Mi colección de videojuegos para cada consola en el mercado atrae a jugadores de todo el barrio aquí en Boulder, Colorado. Sin embargo mi sala de estar y mi armario no son nada en comparación con mi museo—que en realidad es una unidad de almacenamiento llena de cosas viejas y obsoletas, llenas de polvo, algunas de las cuales todavía funcionan. Así que, tal vez, no debería sorprender a nadie que acabase involucrado en las guerras Android.
Los teléfonos móviles pasan por un proceso de innovación tan rápido que cada nuevo modelo es sustituido cada vez más y más pronto. En ningún lugar es esto más cierto que en el mercado para los dispositivos Android, ya que cualquier fabricante puede utilizar el software Android de Google para tratar de superar al iPhone de Apple—o a cualquier otro teléfono con Android. Todo esto resulta un problema para alguien como yo, que anhela con ansiedad cada nuevo paso adelante dentro de la creación de gadgets.
Para mí, todo comenzó en diciembre de 2009, cuando Google anunció que vendería el Nexus One por Internet. Pagué 595 dólares y lo pedí directamente, sin contrato con ninguna compañía telefónica. Le puse una tarjeta SIM de otro teléfono que tenía por ahí y lo usé durante unos días. Como era de esperar, me aburrí, volví a mi iPhone, y entregué el Nexus a mi ayudante, Kelly, quien procedió a utilizarlo—y a amarlo—como reemplazo de su T-Mobile Dash.
Varios iPhones más tarde (uno perdido, uno roto, uno actualizado), me descubrí suspirando por un Droid. Estaba harto de la irregularidad de cobertura telefónica y servicios de Internet de AT&T, y mis amigos con Verizon ya no se divertían con mis quejas sin fin, así que di rienda suelta a mi impulso de comprar el nuevo dispositivo de Motorola. Durante unos días, el Droid fue un compañero interesante, aunque con el tiempo acabó en las manos de mi esposa, Amy, como reemplazo de su propio T-Mobile Dash. Mi iPhone sobrevivió a otro ataque de Android.
El pasado abril, un mes antes de la conferencia Google I/O, otro Motorola Droid se presentó en mi oficina. Este fue un regalo que Google había enviado a todos los 5.000 asistentes. "Ahora realmente tengo que utilizar este", pensé, "porque me lo han regalado". Y así lo hice. Durante un mes, el Droid y yo volvimos a estar juntos otra vez. De hecho hacía llamadas telefónicas y se conectaba a Internet sin interrupciones, lo que supuso un buen cambio. Sin embargo encontré que el teclado físico era imposible de utilizar, a pesar de que llevo las uñas cortas.
En Google I/O, me di cuenta que todavía llevaba mi iPhone, junto a mi Droid. Utilicé el Droid la mayoría del tiempo, pero volví a usar el iPhone para aplicaciones que no estaban en el Droid todavía. Aunque cada día salían más y más aplicaciones Droid, a mí todavía no me acababa de encantar su forma y el modo en que respondía a mi tacto.
A partir de ahí, las guerras de Android fueron a más. En el segundo día de la Google I/O, Google dio a cada asistente un HTC Evo con 30 días de servicio de Sprint.
El Evo me pareció increíble. Me encantó cómo se sentía en la mano. Los consumidores nunca habían visto el teléfono antes, así que tenía en mis manos un objeto brillante con el que todo el mundo quería jugar. La pantalla era radiante, haciendo que mi iPhone 3 pareciese inferior. El software de Android estaba bien integrado con el hardware.
Descubrí Swype, una aplicación que eliminaba la estúpida noción de escribir en una pantalla de cristal en favor de un enfoque mucho mejor y más rápido. Ni siquiera me importó que la batería durase sólo tres o cuatro horas, porque en realidad podía reemplazar la batería, algo que no se puede hacer en un iPhone. Y hacer llamadas que el teléfono inteligente no se encargase de cortar supuso una alegría que no había experimentado desde hacía tiempo.
Pero muy pronto, el iPhone 4 llegó al mercado. En poco tiempo, mi chico de IT, Ross, terminó con mi bonito Evo.
Pasaron unos meses más y fui testigo de una serie de dispositivos Android presentados por todas los proveedores que existen. El Increíble. El Droid X. Carteles y vallas publicitarias por todas partes. Mis ojos vagaban sin cesar.
El día en que salió el Fascinate de Verizon, no pude soportarlo más. Le dije a Ross que fuera a la tienda de Verizon y me comprase uno antes de tener que subirme a un avión. Había cambiado recientemente de Outlook a Gmail y estaba cansado de la mediocridad con que Gmail era tratado por el iPhone. Una hora más tarde, estaba de camino al aeropuerto, con mi nuevo Fascinate.
Esta vez estaba realmente enamorado. El Fascinate me hizo feliz porque tenía todas las ventajas del Evo, además de una mejor batería, un puñado de aplicaciones de Verizon verdaderamente adictivas, y una excelente integración de Gmail. Además, mi madre y mi padre acababan de recibir Fascinates y estaban encantados, lo que me hizo sentir un poco más cerca de ellos.
Mis amigos con iPhones querían echarle un vistazo. Muchos de ellos comentaban lo pesados que parecían sus iPhones después de tener en la mano mi Fascinate. Como beneficio adicional, fui capaz de deshacerme de mi Verizon MiFi, que utilicé para crear un hot spot 3G portátil para cuando viajo. El Fascinate tiene esta capacidad incorporada. Lo único molesto es que, una vez más, el teléfono no tiene una batería extraíble, aunque ahora que soy un experto en gestión de energía de Android, no es un gran problema.
Un mes después, todavía uso mi Fascinate como teléfono principal. El Droid de Amy se ve viejo y cansado en comparación. Y las guerras de Android están empujando a Apple, Microsoft y a RIM a mejorar de forma significativa. Todavía llevo mi iPhone conmigo sólo para curarme en salud, pero sé que en los próximos meses estaré bajo el hechizo de un nuevo y mejor Android.
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