Por RUSSELL ROBERTS (*)
El cuento dice que Milton Friedman fue una vez llevado a ver un enorme proyecto de un gobierno en algún lugar de Asia. Miles de trabajadores estaban usando palas para construir un canal. Friedman estaba confundido. ¿Porqué no había excavadoras ni maquinaria para mover tierra? Un funcionario del gobierno explicó que utilizar palas creaba más empleos. La respuesta de Friedman: "Entonces; ¿porqué no usar cucharas en lugar de palas?".
Esa historia me vino a la memoria recientemente cuando el presidente Barack Obama vinculó a la tecnología con las pérdidas de empleos. "Hay algunos asuntos estructurales con nuestra economía donde muchas empresas han aprendido a ser mucho más eficientes con muchos menos trabajadores", dijo. "Uno lo ve cuando va a un banco y usa un cajero automático, no va al mostrador del banco, o cuando va al aeropuerto y utiliza un kiosko en vez de registrarse en la puerta de embarque", agregó.
El presidente lo llama un asunto estructural, nosotros normalmente lo llamamos progreso. Y no es exactamente un fenómeno nuevo. Ha estado ocurriendo durante siglos y su ritmo se ha acelerado en los últimos 50 años. Las empresas buscan sin descanso formas de sustituir trabajadores con máquinas. Estas, a su vez, son cada vez mejores más inteligentes. Vamos de las cucharas, a las palas y a las excavadoras, no al revés.
Los operadores de los conmutadores telefónicos perdieron sus empleos por los conmutadores automáticos. Los cobradores de peajes fueron sustituidos por los sensores automáticos. Los trabajadores de la industria automotriz fueron remplazados por robots.
Las magnitudes son sorprendentes. Como informó el Washington Post en 2007: " La industria textil ha sido particularmente agresiva en la sustitución de trabajadores con máquinas. Hace 50 años, un trabajador textil típico de Carolina del Norte operaba cinco máquinas al mismo tiempo, cada una capaz de pasar un hilo por un telar 100 veces por minuto. Ahora , las máquinas funcionan seis veces más rápido y un trabajador controla 100 de ellas".
Eso es multiplicar 120 la producción por trabajador. Cuando un empleado es 120 veces más productivo, normalmente usted no necesita tantos trabajadores como antes.
O mire a los huevos. Hoy, una pareja de trabajadores puede manejar un criadero donde casi un millón de pollos colocan 240 millones de huevos anuales. ¿Cómo pueden dos personas recolectar esos huevos o alimentar esos pollos o mantenerlos sanos con medicamentos? No pueden. El gallinero hace el trabajo, es realmente inteligente. Los dos trabajadores vigilan un proceso altamente mecanizado y computarizado que hubiese sido inimaginable hace 50 años.
¿Pero deberíamos llamar a esto progreso? En un sentido, suena como un trato con el diablo. Sustituya trabajadores con máquinas en nombre de los costos más bajos. Suben las ganancias. Repita. Es sorprendente que el desempleo sea de solamente 9,1%. ¿No debería la economía poner la gente por delante de las ganancias?
Sí, y lo hace. Los ahorros derivados de la productividad más alta no van solamente a los propietarios de la fábrica textil o de los enormes criaderos de gallinas que ahora tienen costos menores en sus negocios. Los costos más bajos no siempre implican ganancias más altas. O no por mucho tiempo. Esos costos más bajos llevan a precios más bajos cuando las empresas compiten entre sí para atraer a los consumidores.
El resultado es un mayor nivel de vida para los consumidores. El trabajador promedio tiene que trabajar cada vez menos horas para ganar suficiente dinero para comprar una docena de huevos o un par de zapatos o un televisor de pantalla planta o un nuevo auto más seguro y que puede recorrer más kilómetros, consumiendo menos que los autos del año pasado. Ese mayor nivel de vida viene con la tecnología. No son solamente los ricos los que compran televisores más baratos y autos, además de obtener la comodidad de poder utilizar el cajero automático a la medianoche.
En cierta forma, nuevos empleos son creados para sustituir a los viejos. A pesar de perder millones de puestos de trabajo por la tecnología y el comercio, incluso en una recesión tenemos más empleos de los que teníamos cuando las industrias del acero, de los teléfonos, de los alimentos y automotriz tenían muchos más trabajadores y muchas menos máquinas.
¿Porqué se crean nuevos empleos? Cuando se vuelve más barato elaborar alimentos o fabricar prendas de vestir, hay más recursos y personas disponibles para crear nuevos productos que no existían antes. Hace 50 años, la industria de las computadoras era pequeña. Fue capaz de expandirse porque ya no necesitábamos tener tantos trabajadores conectando las llamadas telefónicas. Existen tantas descripciones de puestos de trabajo que no existían hace 15 o 20 años. Eso es posible solamente cuando la tecnología hace que los trabajadores sean más productivos.
Es verdad, hay algunos problemas estructurales en el mercado laboral. Nuevos empleos están siendo creados pero no al ritmo habitual y no lo suficientemente rápido como para absorber a los desempleados. Pero el presidente Obama se equivoca al echar la culpa a la innovación. Un problema mayor es el sector de la construcción, donde cientos de miles de trabajadores han quedado desempleados. La raíz de ese problema no es la tecnología sino una política de vivienda demasiado amplia y un financiamiento distorsionado. La solución es dejar que en el mercado de la vivienda la situación se aclare, dejar que las tasas de interés suban, dejar de subsidiar las hipotecas y limpiar el lío de las ejecuciones hipotecarias. Eso permitiría que el mercado inmobiliario volviera a algo parecido a la normalidad.
El otro desafío es simplemente la confianza. Las empresas no están contratando porque están incómodas respecto al futuro. No hay una manera fácil de infundir confianza, pero sabemos cómo matarla: creando incertidumbre sobre los impuestos y las regulaciones. Reducir esa incertidumbre ciertamente ayudaría.
Mientras tanto, disfrute el cajero automático y el kiosko del aeropuerto con la consciencia tranquila. Hacer más con menos es el camino a la prosperidad. Cuando vuelva la confianza, más estadounidenses podrán compartir los beneficios de la innovación.
(*) Roberts es un profesor de Economía en la George Mason University y un investigador de la Hoover Institution de la Universidad de Stanford.
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