El Gadgetoblog / El Mundo / Por Ángel Jiménez de Luis
Hace unas semanas dedicaba uno de los post del fin de semana al cambio de estrategia que Google ha seguido con Honeycomb. A diferencia de anteriores versiones de Android el gigante de Mountain View no tiene intención de hacer público el código de esta versión a corto o medio plazo.
Google insiste en que Android es un proyecto “abierto” pero que la medida es necesaria porque en la creación de Honeycomb se han tomado varios “atajos” y el sistema no está listo aún para ser modificado por terceras personas.
Business Week en un gran artículo de esta semana profundizaba en esta nueva estrategia, que va más allá de las tabletas. Parece que al menos internamente Google reconoce los problemas de fragmentación de la plataforma y ha decidido dar un golpe sobre la mesa y seguir una política más estricta.
El gigante de la red está obligando a los fabricantes a consultar primero cualquier modificación que quieran hacer al sistema operativo y dosifica el acceso que estas tienen al código de Android. También parece estar negociando en términos más duros con las operadoras.
El rumor que circula por la red es que todo esto viene a raíz de las excesivas modificaciones que han realizado Motorola y Verizon en algunos terminales pero se mire por donde se mire es una posición difícil tanto para los fabricantes como para la propia Google.
Teóricamente el desarrollo de Android depende de la conocida como Open Handset Alliance, una organización que agrupa a fabricantes, operadoras y la compañía de Mountain View para el desarrollo de Android. En la práctica, sin embargo, todo el desarrollo depende de Google y los fabricantes, y sobre todo operadoras, son convidados de piedra.
Para quienes fabrican teléfonos con Android esta nueva estrategia deja un sabor más bien amargo. Modificar Android era una de las cartas de su estrategia para diferenciarse de la competencia. Parece que Google no sólo está controlando el acceso al código sino también seleccionando qué plataformas de hardware son óptimas para hacerlo funcionar. Si el número de modificaciones permitidas baja y el software es similar los fabricantes se encontrarán vendiendo terminales muy parecidos y abocados a una guerra de precios para tratar de mantenerse a flote.
Para el consumidor, sin embargo, esta nueva faceta de Google puede resultar más interesante. Con un mayor control Google ataca el problema que existe de forma permanente entre los usuarios a la hora de actualizar sus terminales. Desde que sale una nueva versión de Android hasta que algunos fabricantes la ponen a disposición de las operadoras pueden pasar meses y a menudo no interesa invertir los esfuerzos en terminales que han vendido poco o que tienen ya un año de vida. Al permitir sólo pequeñas modificaciones y estandarizar el hardware este tiempo podría acortarse.
Hay sólo dos problemas en esta nueva era de androides más cerrados. El primero es que Android es el sistema operativo que utilizan muchos pequeños fabricantes asiáticos para crear dispositivos electrónicos de bajo coste. Ahora tendrán que esperar mucho más tiempo para tener acceso al código fuente del sistema operativo, si es que incluso llegan a tenerlo. Google primará las relaciones con los grandes fabricantes para orquestar lanzamientos más seguros.
El segundo es que en Mountain View van a comprobar cuántos azotes se pueden dar con el látigo antes de que los fabricantes se rebelen. Si la situación se vuelve demasiado tensa hay peligro de que se produzca una bifurcación de las ramas de Android y que los fabricantes decidan crear sobre ellas sus propios sistemas en lugar de depender de Google. Como dice Horace Dediu en Asymco, para los fabricantes de teléfonos depender de una tercera compañía para el software –una que además juega con sus propios intereses en el campo de la publicidad y los contenidos, es en el mejor de los casos muy arriesgado.
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