Una nueva startup, financiada con 40 millones de dólares de Third Rock Ventures, desarrollará fármacos dirigidos a cánceres definidos molecularmente.
Blueprint Medicines, una startup con sede en Cambridge, Massachusetts, tiene planeado utilizar la creciente cantidad de información genómica sobre el cáncer para crear nuevos medicamentos dirigidos a los mecanismos que conducen a subtipos específicos de la enfermedad. La compañía, que anunció su creación la semana pasada con 40 millones de inversión de Third Rock Ventures, refleja una tendencia creciente hacia la definición de los cánceres no por su ubicación en el cuerpo, sino por el conjunto particular de errores genéticos que permiten a las células tumorales crecer fuera de control.
"La forma en que la comunidad, tanto a nivel académico como de la industria, entiende el cáncer está cambiando de un punto de vista mayoritáriamente patológico—clasificando los cánceres según lo que podemos ver en el microscopio—a un punto de vista molecular", afirma Chris Varma, presidente y cofundador de la empresa. "Lo que descubrimos es que los mecanismos que dirigen el cáncer aparecen una y otra vez en entornos diferentes. El mismo mecanismo responsable de algunos tipos de cáncer de mama podría ser el responsable de un subconjunto de cánceres en el cerebro o de melanoma."
La creciente comprensión de la genética del cáncer ha permitido a los investigadores desarrollar un número cada vez mayor de medicamentos diseñados para concentrarse contra las células cancerosas. Varma indica que Blueprint utilizará la genómica y una química novedosa para desarrollar este tipo de fármacos de una manera más sistemática, apuntando a un mayor número de errores moleculares.
Además de Varma, los cofundadores incluyen Nicholas Lydon y Brian Druker, quienes dirigieron el desarrollo de Gleevec, uno de los primeros fármacos contra el cáncer, Scott Lowe, director adjunto del Laboratorio contra el cáncer del Centro Cold Spring Harbor, y David Armistead, un emprendedor del sector biotecnológico.
Durante los últimos años, la información genómica del cáncer ha ido fluyendo hacia bases de datos públicas, gracias a proyectos como el Atlas del Genoma del Cáncer, un esfuerzo financiado por el NIH para leer la secuencia de ADN completa de varios tipos de cáncer. "Actualmente hay literalmente cientos de esfuerzos en el campo de la genómica trabajando en varios tipos de cáncer", señala Lowe, "y todos estos datos son de dominio público y se puede acceder a ellos fácilmente."
Uno de los objetivos de Blueprint será utilizar esta información para identificar nuevas dianas farmacológicas. "En este momento, tenemos mucha experiencia en la identificación de estas alteraciones, podemos catalogar y secuenciar genomas e identificar los cambios presentes en un cáncer concreto", afirma Michael Hemann, investigador del cáncer en el MIT, quien no está involucrado con Blueprint. "El problema es, ¿qué hacemos con esa información? ¿Cuáles de estos cambios son importantes, y qué podemos hacer al respecto? Por ejemplo, las células cancerosas pueden acumular muchas mutaciones, algunas que impulsan el crecimiento anormal y otras que no tienen ningún efecto. Y los científicos necesitan identificar cuál es cuál. "
Blueprint está desarrollando una plataforma que inicialmente utilizará algoritmos computacionales para analizar los datos genómicos de posibles errores moleculares vinculados al cáncer. Por ejemplo, se podría detectar si varios conjuntos de datos procedentes de cánceres de diferentes tipos reflejan mutaciones en las mismas enzimas. Los investigadores entonces realizarían pruebas en células o en animales para determinar cuál de las mutaciones identificadas es la que realmente favorece el crecimiento de células cancerosas y, por tanto, cuáles son los objetivos más prometedores para nuevos medicamentos contra el cáncer.
La empresa también está construyendo una biblioteca propia de compuestos químicos llamados inhibidores de la quinasa—moléculas que bloquean la actividad de las enzimas quinasa, las cuales han sido asociadas con el cáncer. Armistead indica que los investigadores utilizarán modelos computacionales y cristalografía de rayos X para crear una biblioteca de estructuras y seguidamente probar la capacidad de los compuestos para inhibir diferentes quinasas. Ellos tienen planeado generar y estudiar la biblioteca en un plazo de entre 12 y 18 meses. "También tenemos una pequeña lista de dianas en las que ya estamos interesados y en las que vamos a empezar a trabajar de inmediato", afirma Armistead.
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