Hay personas que toman medicamentos cuando se sienten mal o están enfermas. Otros, sin embargo, lo hacen para ganarse la vida.
Y con la actual crisis económica, cuando cada vez más individuos tratan de encontrar una nueva forma de ganar dinero, quizás muchos hayan pensado en la posibilidad de ir a una clínica para probar fármacos que aún no han sido aprobados y recibir dinero a cambio de ello.
Los ensayos clínicos en seres humanos son una pieza importante del proceso de desarrollo de medicamentos. Les permiten a las compañías farmacéuticas saber si los compuestos tienen o no efectos secundarios.
Para muchos de los estudios, las empresas reclutan a voluntarios sanos. Y entre estos hay varios que se dedican tiempo completo a ser "conejillos de indias" de la industria farmacéutica.
Proceso
La primera fase del desarrollo de un nuevo medicamento involucra modelos de computación y pruebas in vitro, seguidos por análisis con animales, principalmente roedores, para comprobar su toxicidad.
En ese momento, el compuesto tiene que ser oficialmente aprobado para ensayos en seres humanos.
En las fases iniciales, por lo general se recluta a entre diez y 30 personas para cada ensayo.
La información resultante ofrece datos sobre cómo es tolerada la medicina, cómo el cuerpo la absorbe, descompone y elimina, y si tiene algún efecto secundario en el individuo que participa en las pruebas.
La segunda etapa de cualquier ensayo consiste en probar el fármaco en personas que ya tienen la enfermedad que necesita ser tratada.
"La gente recibe dinero para analizar la seguridad de un medicamento; no para ver si el fármaco funciona, sino para saber que puede consumirse sin riesgos", explica el antropólogo Roberto Abadie, que ha estado estudiando la tendencia de prestarse como conejillo de indias en Estados Unidos.
La industria farmacéutica asegura que cumple con las regulaciones cuando se trata de reclutar a conejillos de indias "profesionales".
Pero Abadie tiene dudas sobre si las compañías realmente están conscientes de que algunas personas participan en numerosos ensayos.
"No existe un registro central para la gente que toma parte en ellos. No estoy seguro de que se conozca esta profesionalización", agrega.
"No creo que sepan, o que les interese saber, que algunos individuos han participado en hasta 100 ensayos clínicos".
En EE.UU.
Muchos de los que se prestan para esta pruebas son afroestadounidenses o latinos de bajos ingresos.
"Probablemente sólo haya unos pocos miles de conejillos de indias pero la mayoría de los ensayos se llevan a cabo con estas personas que se ganan la vida con ellos", dice el antropólogo Abadie.
Una persona puede ganar US$20.000 al año participando en unos ocho o diez ensayos.
Cada prueba dura por lo general un mes.
"Creo que yo nunca gané más de US$20.000 o $25.000 al año, pero conocí a personas que estaban obteniendo mucho más que yo", comenta Robert Helms, un ex conejillo de indias profesional.
"Los llamaba adictos al trabajo".
Según Abadie, se han reportado casos en los que una persona se somete a dos ensayos a la vez.
"Es mucho más de lo que ganarían trabajando en McDonalds -afirma-, que es una referencia para un trabajo pobremente remunerado".
Riesgos de largo plazo
El problema, dice el experto, son las grandes dosis de compuestos químicos que las personas deben absorber en su organismo.
"Nadie sabe cuál será el efecto que esto tendrá cuando estas sustancias interactúen entre sí en unos 20 o 30 años", advierte.
Abadie cree que la industria farmacéutica también debería mostrarse preocupada.
"Está el tema de la responsabilidad de daños y perjuicios si se comprueba que, al final, las empresas sospechaban de que algo podía salir mal pero no hicieron nada porque necesitaban que los conejillos de indias profesionales continuaran con los ensayos para que pudieran producir un fármaco", dice.
Las compañías farmacéuticas aseguran que toman todas las precauciones posibles cuando se llevan a cabo las fases con seres humanos de los ensayos farmacológicos.
Helms, el ex conejillo de indias profesional, recuerda un incidente en el que las cosas salieron mal.
"En 1996, un amigo pasó por un momento difícil. Empezó a tener ideas delirantes. Creía que la película "12 Monkeys" ("12 monos") había estado basada en él".
En algunos países ya comenzaron a establecerse regulaciones para los ensayos clínicos, pero no en Estados Unidos.
Según Helms, allí la industria farmacéutica "tiene mucho poder". "No creo que las cosas cambien en un futuro cercano", opina.
"Tienen mucha fuerza política y no creo esa situación vaya a cambiar".
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