Es fácil suponer que Internet es inquebrantable: que es una colección de redes superpuestas tan resistente que la conectividad universal simplemente se da por hecho. Una batalla entre dos grandes operadores de tráfico de Internet pronto podría recordarnos a todos que esto no es así.
La disputa comenzó poco después de que Netflix contratase a una empresa llamada Level 3 para ofrecer sus programas de televisión y películas a través de Internet. Level 3 dirige la mayor y más interconectada de las 36.135 redes autónomas que colectivamente constituyen Internet a nivel global, pero incluso Level 3 no es capaz de hacer llegar los programas directamente a los adictos a la televisión que quieran ver The Tudors un miércoles por la noche. Para ello, necesita entregar los flujos de bits digitales de Netflix a proveedores de servicios de Internet como Comcast. Y ahí es donde empiezan los problemas.
Según una estimación, en la actualidad Netflix representa más del 20 por ciento del tráfico de Internet en los hogares de los EE.UU. durante el horario de máxima audiencia. Otros expertos de la red ponen en duda esta cifra, aunque todo el mundo está de acuerdo en que las descargas de vídeo son una enorme y creciente fuente de tráfico de Internet. Al observar el aumento en el tráfico de video, Comcast comunicó a Level 3 en noviembre que merecía ser pagada por la entrega de programas a los televidentes que reciban su acceso a Internet a través de Comcast. Aunque Comcast no amenazó explícitamente con cortar el suministro a los suscriptores de Netflix a no ser que fuera pagada, técnicamente podría hacerlo como táctica de negociación.
"Asistimos al surgimiento de un nuevo mundo", afirma Andrew Odlyzko, profesor de matemáticas de la Universidad de Minnesota y experto en el funcionamiento interno de Internet. "Comcast está empezando a tener opiniones distintas a las habituales".
Level 3 argumenta que no debería tener que pagar a Comcast debido a que la única razón por la que pone el tráfico en la red de Comcast, en primer lugar, es porque los clientes de Comcast así lo piden.
Si bien esta es una lucha inusualmente pública, los enfrentamientos de este tipo son tan antiguos como Internet mismamente. Normalmente, las redes privadas que componen Internet alcanzan acuerdos confidenciales para manejar el tráfico. Esos acuerdos determinan las rutas por las que viaja la información a medida que avanza a través de Internet. Si AT&T y Sprint, por ejemplo, llegan a un acuerdo de interconexión, el tráfico puede fluir entre sus dos redes directa y rápidamente. De lo contrario, AT&T podría pasar una página web a Verizon, que luego se la entregaría a Sprint. El dinero a menudo también sale de las redes más pequeñas y más débiles, que en general pagan a las redes más grandes para ocuparse del flujo de datos.
La historia de las luchas entre las grandes redes indica que dos cosas distintas podrían ocurrir muy pronto en relación a la disputa entre Comcast y Level 3. O bien las dos empresas privadas resuelven sus diferencias, o iniciarán una guerra total que balcanizará a Internet—lo que en la industria se conoce como "depeering".
Esto sucede cuando las negociaciones se rompen y dos redes se niegan a intercambiar tráfico, directa o indirectamente. En 2005, Level 3 inició una batalla contra Cogent Communications, otra enorme red mundial. Un día, Level 3 se hartó de la negativa de Cogent a pagar el dinero que Level 3 creía que se le debía, por lo que la empresa simplemente dejó de intercambiar tráfico de Internet con Cogent. De repente, los clientes de Level 3 y Cogent no pudieron acceder a las páginas web de la otra compañía—a menos que tuvieran otras formas de conectarse a Internet.
Internet no tardó en llenarse de clientes enojados de ambas compañías. Muchos declararon que estaban dispuestos a pagar por acceder a Internet de forma parcial. Dos semanas más tarde, Level 3 esencialmente dio su brazo a torcer, ya que las dos empresas acordaron intercambiar tráfico sin coste alguno para ninguna de las partes. (Esto se conoce en la industria como "acuerdo libre de interconexión".)
En 2008 estallaron otras dos feas batallas de "deepering". La primera impidió el acceso de la mayor parte de Escandinavia a muchos sitios web de EE.UU. durante dos semanas. La segunda cortó completamente el acceso a Internet a las principales universidades de EE.UU. y Canadá, el gobierno del estado de Maine, el sistema judicial de EE.UU., y millones de clientes móviles de Sprint. La fractura duró tres días.
Las grandes redes se rigen por diferentes políticas de interconexión diseñadas por ellas mismas, aunque las de AT&T y Verizon son típicas. Verizon, por ejemplo, insiste en que sus acuerdos libres de interconexión envíen y reciban aproximadamente el mismo volumen de tráfico: la proporción no puede ser superior a 1,8 a 1 en cualquier dirección. Es una tradición extraña, a primera vista, pero se basa en el supuesto de que el tráfico debe equilibrarse a través de las redes a lo largo del tiempo. Si una red quiere enviar a Verizon mucho más tráfico del que recibe de la compañía, Verizon le hace pagar. E incluso si una red recibe más tráfico de Verizon del que envía, Verizon también le puede hacer pagar por permitir el desequilibrio. "A nadie se le ha ocurrido una forma rigurosa de medir el valor," asegura Odlyzko.
En la actualidad, la tradición de la industria de insistir en los flujos de tráfico equilibrados está entrando en conflicto con en el enorme crecimiento de Netflix y otros servicios de video de compañías como Apple y Amazon. Las descargas de vídeo—archivos enormes fluyendo en una dirección—están desequilibrando significativamente las cuotas de tráfico. En el pasado, el "depeering" ha demostrado ser tan doloroso para ambas partes que las empresas involucradas encuentran rápidamente una manera de solventar sus diferencias. Sin embargo, es posible que el creciente flujo de vídeo en Internet socave la tendencia global de la red hacia la paz.
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