En Estados Unidos hay farmacias, especialmente las operadas por grandes empresas cotizantes como Walgreens, CVS o Walmart –que ya están yendo un poco más allá de su rol tradicional de vender pastillas para ocuparse de satisfacer nuevas demandas de los pacientes. La gente, mucho más consciente que antes sobre la conveniencia de cuidar la salud, va a la farmacia a buscar consejo y todos los ahorros posibles. Walmart, por ejemplo, tiene un programa mediante el cual vende a US$ 4 provisión para un mes de remedios con receta o de venta libre. El efecto inmediato de esa acción es que muchas otras cadenas de farmacias corrieron a ofrece programas semejantes.
El otro gran cambio que ya comienza a observarse es la inauguración de clínicas in-store, donde implementan programas de bienestar, realizan chequeos rutinarios y brindan servicios para el manejo de enfermedades crónicas. Hay varios programas tipo piloto, en los cuales asesoran gratuitamente y generan así, sustanciales ahorros para el sistema nacional de salud.
Nadie ignora ni cuestiona que las farmacias podrían jugar un papel todavía más importante en lo que hace a ofrecer servicios sanitarios básicos, con la ventaja de la conveniencia para el paciente y también del bajo costo. Sin embargo, para llegar a desplegar todo su potencial en este terreno y aliviar en algo la actual crisis sanitaria, las farmacias tendrán que superar unas cuantas limitaciones. Algunas son impuestas por los organismos reguladores, como cuáles servicios pueden brindar y cuáles no. Otras son autoimpuestas y se proponen conciliar los intereses de aseguradoras y médicos. Con todos los cambios que va a traer la reforma actual, todo eso podría cambiar y, tal vez, resultar en nuevas oportunidades para que las farmacias se conviertan en socios clave del sistema nacional de salud.
Ventajas y limitaciones
La farmacia ofrece cuatro ventajas significativas:
1- Confianza. La gente tiene más contacto con su farmacéutico/a que con cualquier otro profesional de la salud y, por lo general, tiene muy en cuenta sus consejos. En una encuesta de Booz & Company realizada en 2007 los farmacéuticos salieron primeros en confianza de la gente que busca obtener información sobre medicamentos, muy por delante de los médicos.
2- Acceso fácil. La farmacia siempre está cerca y siempre hay alguna abierta cuando surge una necesidad.
3- Habilidades y servicios. Los profesionales farmacéuticos están muy bien capacitados, conocen muchas enfermedades y están en condiciones de asesorar y hasta diagnosticar. Muchas farmacias ya tienen habilitada una clínica con enfermera o enfermero diplomados que pueden dar primeros auxilios y en algunos casos hasta recetar.
4- Costo. Como operan en un ambiente de negocios altamente competitivo ya están tomando medidas para que no suban los medicamentos recetados promocionando los genéricos. Esas clínicas en farmacia podrían dar, para la misma enfermedad, tratamiento más barato que los consultorios médicos. Vacunan gratis cuando los médicos protestan por el monto de los reembolsos.
Pero junto a esas ventajas están las limitaciones. Una de ellas es la regulación, que regla el tipo de servicio que pueden brindar las farmacias y sus clínicas incorporadas. El motivo histórico es la preocupación por la seguridad del paciente, pero además está el interés de los grupos médicos que presionan para eliminar esa competencia.
Otras limitaciones son estructurales. Por ejemplo, como en Estados Unidos a los proveedores de salud se les reembolsa por número de visitas y no por resultados, médicos y hospitales tratan de limitar la participación de las farmacias, que obviamente les quitan clientes.
Otro impedimento para que las farmacias se integren más íntimamente al sistema nacional de salud ha sido hasta ahora el tecnológico. Todavía no está implementado a escala nacional el sistema de la historia clínica electrónica, con lo cual todas las farmacias podrían tener acceso a los datos del paciente a tratar. Los sistemas de cada una son independientes y casi siempre brindan información parcial sobre el paciente. Sin un registro clínico completo y una interfaz médica, el farmacéutico está limitado a su habilidad para asesorar o derivar bien al paciente.
Finalmente, algunas de las limitaciones son autoimpuestas. Las empresas farmacéuticas se han mostrado renuentes a expandir su gama de servicios por temor a molestar a los médicos, los únicos que hasta ahora redactan las recetas. Otros son problemas típicos de su propio crecimiento, pues la farmacia tradicional es ahora un punto de venta y de atención, con nueva tecnología, nuevas instalaciones, nuevo personal y nuevos problemas.
Si luego de toda esta revolución en el sistema se logra imponer el pago por desempeño a los proveedores, tal vez médicos y hospitales encuentren sentido de colaborar con las farmacias para mejorar las tasas de cumplimiento con los tratamientos.
Estrategias para las farmacias
Mirando hacia el futuro, las farmacias van a tener que elegir entre dos estrategias. Una es convertirse en centros minoristas de salud dedicados a la atención de individuos sanos y en riesgo para brindarles, por ejemplo, asesoramiento, evaluaciones de riesgo, programas para dejar de fumar y control de factores de riesgo. Esta función de mantenimiento de la salud podría ser ejecutada en sociedad con empleadores y organismos estatales que manejan la salud de grandes poblaciones. Este método podría también ampliarse a asesoramiento en nutrición, control de peso, bienestar, productos y servicios de belleza. Las empresas de productos para el consumo podrían asociarse a las farmacias para brindar fuertes proposiciones de valor en esta área.
El segundo método es dedicarse a vigilar el cumplimiento de enfermedades crónicas. Esta es una población en constante crecimiento pues cada vez más personas se ven obligadas a atender múltiples enfermedades crónicas. La farmacia, una vez más, está bien posicionada para ocuparse de este tema, al brindar interacción cara a cara. Su intervención podría, en muchos casos, contribuir a impedir que las enfermedades se agraven.
Esto último tiene una importancia fundamental. La diabetes –una enfermedad crónica debilitadora con un costo anual para la economía de US$ 174.000 millones– tiene una tasa de cumplimiento con el tratamiento de menos de 50%. Mejorar eso beneficiaría a todos: pacientes, pagadores, farmacias y fabricantes de medicamentos. Los pacientes recibirían una mejor atención, más consistente y ayuda para no dejar los medicamentos. Llegar a los pacientes con asesoramiento, administración de la enfermedad y programas de cumplimiento podría generar a la farmacia mayor participación en el mercado y retención de clientes.
Una vez decidido el segmento de paciente que va a atender, la farmacia debería decidir hasta dónde quiere integrarse al sistema sanitario. En Estados Unidos se perfilan para esto dos modelos para elegir.
El primero es crear una red paralela en la que las farmacias formarían una red de centros minoristas que ofrecen productos y servicios, atendiendo más rápidamente y a menor costo. Esta red sería independiente del sistema tradicional de salud, que descansa en el sistema convencional de receta, pero buscando reemplazarlo en la atención de un subgrupo de pacientes con pocas necesidades sanitarias.
El segundo modelo no opera en paralelo sino que es más integrado al sistema existente. De aquí podría surgir, con un adecuado apoyo médico, una red híbrida que brinde despachos minoristas a los grandes sistemas de salud. En este papel, las farmacias podrían cumplir con una función triple: ofrecer atención básica a algunos y referir el resto a sus especialistas o médicos clínicas. Gracias a la futura implementación de historia clínica electrónica, el proceso implicaría ventajas para todos los actores: los pacientes encuentran atención conveniente y a bajo costo; las farmacias generan tráfico para los médicos a través de derivaciones y los sistemas de salud generan tráfico para las farmacias al enviar a los pacientes a los servicios de emergencia.
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