Hasta hace no mucho tiempo, la imagen de alguien usando un escáner de huellas dactilares o de retinas iba acompañada por una banda sonora; y ese alguien era un apuesto y elegante superagente de película.
Pero los dispositivos biométricos, que se utilizan para verificar la identidad de una persona a través de alguna característica biológica única (como huellas dactilares, iris, retina, el contorno de la mano, la forma de la oreja, patrones de la voz o, inclusiva, olores corporales), han abandonado el campo de la ficción y se expanden cada vez a más áreas; entre ellas, la corporativa.
Quienes abogan por el uso de las técnicas biométricas, como Cyrille Bataller, director de los Laboratorios de Tecnología de Accenture en Europa, dice que las compañías le ven beneficios en términos de seguridad, automatización y conveniencia.
"Es una forma muy segura de establecer una identidad", dice. "Uno también delega el control a la máquina, en vez de tener que hacer verificaciones cara a cara".
"Esto lo hace conveniente porque no es necesario que la gente vaya con un pase encima o le tenga que pagar a alguien en la entrada para que pida identificaciones", agrega.
La industria de la biométrica asegura que se ha incrementado en gran medida el número de compañías que protegen sus oficinas con este tipo de tecnología.
Sin embargo, hasta hace poco estos artilugios no estaban en condiciones de hacer bien el trabajo.
"Antes no se podía confiar en la solución biométrica; había una tasa demasiado alta de falsos negativos, como decimos en la industria", dice Itay Langer, de la firma israelí BioGuard.
"En el pasado si uno no ponía el dedo en el mismo ángulo en que lo había puesto la primera vez, no te dejaba entrar", cuenta. "Si tus huellas dactilares eran sutiles, por hacer labores manuales or tener diabetes, habrías tenido un problema".
Gran Hermano
Hay otras razones por las que las empresas habían decidido en el pasado no utilizar estas tecnologías.
Entre ellas se cuentan las implicaciones legales de recolectar información privada del personal, y el miedo de que se pudieran propagar enfermedades si varias personas tocaban una misma máquina, especialmente en el sector sanitario.
A eso se suma el problema de convencer a los empleados de que al proveer esa información única no estarán entrando en una pesadilla de vigilancia digna de Orwell.
La principal razón de ser de la biométrica es distinguir entre quiénes pueden pasar y quiénes tienen que quedarse fuera, y el desarrollo de los productos en este campo pondrían verde de envidia al científico de James Bond, "Q".
Hoy en día se pueden comprar escáners que pueden identificar a un individuo aun si coloca su pulgar al revés.
También se han vuelto más accesibles: arrancan en US$200 por un lector para colocar en puertas.
Uno de los productos más elaborados de BioGuard es un escáner de US$1.600 que elabora un mapa de las venas que hay dentro de las manos para estar seguro de que identifica a las personas correctas.
"Envía un haz infrarrojo dentro de la mano, que es inofensivo, tan solo luz", explica Langer.
Esto también evita la preocupación de algunos empleados de tener que tocar algo sucio, dice.
Y agrega que en algunos lugares es visto como un tabú que alguien, a excepción de la policía, tome huellas digitales. En Canadá, por caso, "no quieren saber nada con tecnología de huellas dactilares".
Salud
Los artefactos biométricos pueden servir para más cosas que bloquear el acceso a un cuarto o espacio determinado.
Hoy las compañías ya pueden colocar lectores biométricos en computadoras portátiles, impresoras o fotocopiadoras.
El promotor inmobiliario, Ollie McGovern, creó un lector biométrico portátil para seguir los movimientos de sus empleados en las obras en construcción, para asegurarse de que cumple con las regulaciones de seguridad en el trabajo.
Su lector, llamado Simeio, que se usa fundamentalmente en la industria de la construcción, está diseñado para asegurarse de que quienes entran en una obra han recibido el entrenamiento necesario.
"En el Reino Unido, por ejemplo, las leyes de seguridad en el trabajo se están volviendo más y más demandantes y los empleadores son considerados culpables hasta que se demuestre lo contrario si alguien se lastima", dice.
"Asi que cuando los contratistas usan Simeio, este verifica si tienen el entrenamiento adecuado, seguro y el equipo indicado para estar en la obra", explica.
El dispositivo también cumple funciones de control de asistencia, que podrían servir para evitar discusiones sobre cuánto tiempo ha pasado un trabajador en una construcción.
Tara Sheehan, de la firma de transporte y construcción Sheehan Contractors, utiliza Simeio y dice que los beneficios que obtiene de él "no tienen precio".
"Todos los días le recuerda a los empleados que deben llevar el equipo de alta visibilidad", dice.
"Da cuenta de que hemos lo hecho lo humanamente posible para pedirles que lleven el equipo adecuado, y tenemos un registro de que estamos cumpliendo con nuestra parte".
Pero como en la mayoría de las empresas, Sheehan se encontró con sospechas por el uso de técnicas biométricas, especialmente por parte de los empleados más antiguos.
"Pensaban que eramos el Gran Hermano: observando todo el día dónde estaban y qué hacían", cuenta.
"Pero cuando entendieron que estábamos ahorrando dinero en el duro clima (económico) lo aceptaron más. Tras unos días de quejas lo aceptaron".
Otros trabajadores no son tan comprensivos y dispositivos que levantan tantas sospechas van a terminar, inevitablemente, siendo examinados por las autoridades.
Sospechas
"En Europa está la expectativa general de que los empleadores hagan una evaluación de riesgo antes de implementar soluciones biométricas, así pueden estar seguros de que la inevitable interferencia con la privacidad será equilibrada", dice Stewart Room, uno de los socios de la firma de abogados Field Fisher Waterhouse.
"Necesitan estar seguros de que tienen un propósito legítimo para usar tecnología biométrica y de que no hay una forma menos invasiva de alcanzar las mismas metas", agrega.
En algunos países, como Alemania, también se espera que los empleadores consulten con los representantes de los trabajadores antes de implementar esta tecnología.
En Francia este tipo de planes deben ser aprobados por el ente nacional regulador de datos.
Sistemas de biométrica avanzados como los de BioGuard y Simeio no guardan una foto o registro visual de huellas dactilares, ya que la imagen es inmediatamente cifrada en código binario y la fotografía destruida.
Esto hace que las compañías sean menos vulnerables a ser acusadas de violar la legislación de protección de datos de los países.
"No es posible reconstruir la huella dactilar", dice McGovern, de Simeio. "Esa información no tiene valor en sí misma y no hay nada que alguien pueda hacer con ella aún si es un experto informático".
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