En el frenético mundo de los hospitales, una enfermera simulada por ordenador puede resultar sorprendentemente reconfortante.
Investigadores de la Universidad Northeastern (EE.UU.) han creado una enfermera y una entrenadora personal virtuales muy agradables y eficaces, aunque no sean tan afables como el holograma médico de Star Trek. De hecho, los pacientes que interactuaron con la enfermera virtual Elizabeth afirmaron que preferían la simulación informática a una médico o enfermera reales porque no sintieron que les metiera prisa ni que fuera condescendiente con ellos.
Una prueba clínica reciente de esta tecnología ha descubierto que Elizabeth también parece tener un efecto beneficioso durante el cuidado posthospitalario. Un mes después del alta, los pacientes que habían interactuado con la enfermera virtual tenían más posibilidades de conocer su diagnóstico y de concertar una cita de seguimiento con su médico de cabecera. Los resultados del estudio están siendo revisados antes de su publicación.
“Intentamos presentar algo que no es solo un intercambio de información, sino un intercambio social”, afirma Timothy Bickmore, profesor adjunto en la facultad de Telecomunicaciones e Informática de la Universidad Northeastern. Bickmore, que ha dirigido esta investigación, afirma que Elizabeth “expresa empatía si el paciente está teniendo problemas y los pacientes parecen simpatizar con eso”.
Bickmore se empezó a interesar por el trabajo con “agentes virtuales” tras ver las primeras demostraciones con personajes animados interactivos. “Me maravillaba ver cómo la gente se sentía cautivada al instante por ellos y lo rápido que se desvanecía este efecto cuando los personajes cometían alguna estupidez”, afirma. La intención del investigador era diseñar un sistema donde se mantuviese el encantamiento durante periodos más largos y para usos prácticos más allá del entretenimiento. Además, según Bickmore, los pacientes con poca o nula experiencia con ordenadores parecen preferir a la persona virtual frente a otras interacciones más estándares con ordenadores, porque les parece algo más natural.
“La mayoría de la gente se asusta cuando saben que les va a cuidar un ordenador, así que saber claramente que no estamos defraudando a los pacientes resulta gratificante”, afirmaJoseph Kvedar, médico, fundador y director del Centro para la Salud Conectada en Partners Healthcare, que ha colaborado con Bickmore en anteriores ocasiones.
Para desarrollar los avatares controlados por ordenador, los investigadores empezaron por grabar interacciones entre pacientes y enfermeras. Luego intentaron imitar la comunicación no verbal de las enfermeras dotando al personaje virtual de gestos de las manos y expresiones faciales. (La animación resultante es, sin embargo, mucho más sencilla que los sofisticados videojuegos que existen en la actualidad).
Los investigadores han añadido también charlas intrascendentes a la conversación, como preguntas a los usuarios sobre los equipos deportivos locales y sobre el tiempo, algo que las enfermeras y entrenadoras personales suelen hacer para tranquilizar a los pacientes. Las interacciones verbales son bastante básicas: la enfermera o entrenadora tiene un repertorio fijo de preguntas y los usuarios escogen de entre una selección de posibles respuestas. Para cualquier cosa que exceda de esto, el agente virtual remite al paciente al personal sanitario humano.
Añadir estos toques humanos aparentemente sencillos sí que parece influir en cómo interactúa la gente con el programa. Los pacientes informaron con mayor precisión sobre su salud al interactuar con el personaje virtual que al rellenar un cuestionario electrónico estándar.
“Se diseñó desde un principio con el objetivo de resultar fácil para los pacientes, agradable y atractivo; no es necesariamente la representación más realista y parecida a un humano, pero a través del ensayo y error, han descubierto las características que conectan con los pacientes”, afirma Steven Simon, jefe de medicina interna en la mutua para veteranos de Boston. “Creo que solo están empezando a descubrir cuáles son los mejores usos posibles, por ejemplo en el caso de pacientes con enfermedades crónicas, como el asma y la diabetes”.
Este tipo de tecnologías tendrán cada vez mayor importancia con el aumento del coste sanitario y una población que envejece. “Sabemos que no tenemos suficiente personal sanitario para todos y además es algo que empeorará con el tiempo”, sostiene Kvedar. “Los recursos humanos representan aproximadamente el 60% del gasto sanitario, así que aunque se pudiera formar a más personas, no es la forma ideal de mejorar los gastos”.
Kvedar ha trabajado con Bickmore en una segunda prueba a domicilio en la que una entrenadora virtual llamada Karen animaba a adultos sedentarios con sobrepeso a que hicieran ejercicio. Los usuarios se conectaban con Karen tres veces por semana y ella les daba recomendaciones y escuchaba sus problemas. Después de un periodo de 12 semanas, quienes habían hablado con la entrenadora realizaban una actividad física sensiblemente mayor que quienes solo habían usado un podómetro para registrar las distancias caminadas.
“Los mayores parecen muy receptivos. Les gusta el aspecto social de este sistema”, explica Bickmore. “En el caso del agente domiciliario, sospechamos que les gustaría hablar con él más de lo que les dejamos”.
Como algunos usuarios querían saber más sobre sus entrenadoras virtuales el equipo de Bickmore investigó la posibilidad de dotar de una historia a los personajes. Descubrieron que los participantes cuya entrenadora virtual les contaba historias en primera persona tenían más probabilidades de conectarse al sistema que quienes escuchaban las mismas historias en tercera persona.
“Tenían conversaciones más a menudo con el entrenador cuando se portaba de forma más humana y no dijeron sentirse engañados”, afirma Bickmore. Añade que al preguntarles, los participantes afirman entender que el personaje es virtual, pero que a veces lo olvidan. “Cuentan que se sentirían culpables si no se conectaran, lo que significa que han creado algún tipo de vínculo emocional”.
Pero no todo el mundo respondió bien a Karen. Uno de los retos para extender el uso de esta tecnología será crear personajes virtuales capaces de aprender de los usuarios y adaptarse a sus preferencias.
El equipo de Bickmore trabaja ahora en una enfermera virtual que residiría en la habitación del hospital. Los pacientes podrían hablar con ella sobre su experiencia en el hospital, informar sobre niveles de dolor y hacer preguntas. Los investigadores también están integrando sensores en el sistema para registrar cuándo el paciente duerme, por ejemplo, o para hacer un seguimiento de los distintos médicos que entran en la habitación.
En un estudio piloto, los pacientes tenían una media de 17 conversaciones al día con la enfermera. “Cuando los entrevistamos después, descubrimos que el agente parecía eficaz también para tratar la soledad producida por estar solos en el hospital”, afirma Bickmore.
Copyright Technology Review 2011.
No hay comentarios:
Publicar un comentario