El nuevo texto biográfico de Steve Jobs ofrece información sobre la futura dirección de Apple.
¿Cómo será Apple sin Steve Jobs? Responder a esa pregunta no es el objetivo principal de la nueva biografía de Walter Isaacson sobre Jobs, publicada esta semana. Sin embargo, el libro de 630 páginas, que se ha beneficiado del hecho de tener un acceso íntimo a la vida de Jobs, su familia y sus colegas, da algunas pistas sobre la probable dirección futura de Apple en ausencia del difícil aunque inspirador perfeccionista que construyó la empresa en dos ocasiones.
El libro (Steve Jobs, con un precio de 35 dólares, 25 euros, y publicado por Simon & Schuster) deja claro que Jobs pensó mucho acerca de cómo asegurarse de que la empresa no se viniera abajo sin él. Cuando era adolescente, Jobs idolatraba la primera start-upcreada en un garaje de Silicon Valley, Hewlett-Packard, y fue apadrinado por su cofundador, William Hewlett; la disfuncionalidad actual de HP le sirvió como advertencia. "Hewlett y Packard construyeron una gran empresa, y pensaron que la habían dejado en buenas manos", indicó Jobs a Isaacson. "Pero ahora está siendo desmembrada y destruida. Es una tragedia. Espero haber dejado un legado más fuerte para que eso nunca ocurra en Apple".
Por un lado, Jobs, al igual que el protagonista de otra biografía anterior de Isaacson, Benjamin Franklin, ha dejado tras de sí suficientes aforismos como para llenar una guía de gestión (por ejemplo, "No es el trabajo de los consumidores saber lo que quieren", "Piensa diferente", "Mantente hambriento. Mantente insensato."). También era metódico a la hora de salvaguardar su legado. Pidió a un decano de gestión de Yale reunir casos prácticos de las decisiones que Apple había tomado durante su mandato, para que los ejecutivos pudieran infundir en los nuevos empleados el estilo Jobs. Ahora, cuando el director general de Apple, Tim Cook, y otros sucesores de Jobs se pregunten "¿Qué haría Steve?" pueden citar el registro histórico.
También es probable que tengan proyectos iniciados por Jobs. Por ejemplo, queda claro a partir del libro que Jobs veía el nuevo servicio iCloud de Apple como una forma esencial de profundizar la relación entre Apple y el consumidor. Hace un año, a Jobs le preocupaba que Google, Amazon y Microsoft estuvieran luchando por almacenar casi cualquier cosa que el consumidor quisiera -incluyendo las bibliotecas de música, programas de televisión, películas y libros- en equipos remotos "en nube", para poder hacer una copia de seguridad y usar los contenidos en prácticamente cualquier dispositivo. En aquel momento, Apple tenía una versión de ese servicio, llamada MobileMe, pero era cara y había recibido malas críticas. Jobs forzó a Apple a intentarlo de nuevo, lo que llevó al lanzamiento este año de iCloud, que proporciona a los usuarios una forma de trasladar contenidos de entretenimiento e información personal entre dispositivos.
Sin embargo, todavía no representa la totalidad de lo que Jobs tenía en mente. Comentó a Isaacson que quería que Apple fuera "la empresa que gestiona nuestra relación con la nube" y señaló que debería abarcar no solo música, vídeos e imágenes, sino también "tal vez incluso los datos médicos". Si Apple facilitara el proceso, "podríamos acaparar al cliente".
Hay que leer con atención: Jobs no quería que Apple fuera una compañía que proveyese ese servicio. Quería ser el proveedor. Le preocupaba quedarse atrás. Sin embargo, ser ese proveedor será más difícil en un mundo en que Android, y no el iPhone, es la mayor plataforma de teléfonos inteligentes en cuanto a ventas.
El libro también indica que Jobs anhelaba cambiar la educación. Isaacson escribe que cuando Bill Gates visitó a Jobs, ya enfermo, en su casa este año, los dos discutieron sobre por qué los ordenadores no habían logrado mejorar significativamente la educación -y sobre cómo los materiales de aprendizaje digitales e interactivos podrían ser adaptados a cada alumno. Eso podría conducir a una interacción profesor-alumno más fructífera, observó Gates, ya que los educadores podrían ofrecer una evaluación y comentarios más detallados. Jobs parece haber visto a las editoriales educativas del mismo modo en que en el pasado vio a Hollywood y la industria de la música -como dinosaurios que lo necesitaban para salvarse de la extinción. Incluso antes de que Gates fuera a su casa, Jobs y Rupert Murdoch habían compartido ideas acerca de cómo transformar la industria de los libros de texto. Jobs quería hacer que los costosos libros fueran obsoletos y liberar a los estudiantes de tener que cargar con pesadas mochilas. Por desgracia, la publicación de libros de texto sigue igual -por ahora.
La televisión proporciona a Apple otro nudo que desenredar. Al igual que Google y otras compañías de Silicon Valley, en general Apple ha intentado y ha fracasado a la hora de mejorar la televisión, una industria regida por modelos de negocio arcaicos y cerrados. Jobs señaló a Isaacson este año que finalmente tenía la respuesta: "un televisor integrado completamente fácil de usar". Estaría sincronizado con iCloud, para que la gente pudiera ver casi cualquier contenido en sus grandes pantallas de la sala de estar, y no habría que luchar contra extraños controles remotos. "Por fin encontré la solución", indicó al autor. Sin embargo, Apple aún no ha anunciado nada.
Incluso a medida que tratamos de discernir lo que Jobs quería que Apple persiguiese sin él, es difícil leer Steve Jobs sin discernir formas en que la empresa, y a su vez la industria de la electrónica de consumo, podrían beneficiarse de un director general menos obsesivo. Isaacson narra la historia de cómo Jobs se negó a dejar que el software Flash de Adobe se ejecutara en el iPhone y el iPad porque pensaba que Flash tenía un mal rendimiento. Sin embargo, Jobs fue aún más lejos: también prohibió a los desarrolladores de software utilizar un "compilador multiplataforma" de Adobe -una herramienta que permite escribir aplicaciones una vez y hacer que funcionen en varios dispositivos, ya sea ejecutando Flash o no.
Isaacson ve las virtudes de una imposición como esa, ya que ha obligado a los desarrolladores a trabajar más por crear programas que se adapten realmente a los dispositivos de Apple y saquen el máximo provecho de lo que dichos dispositivos posibilitan. "En ese punto tenía razón", escribe Isaacson. "La pérdida de la capacidad de diferenciar las plataformas de Apple -haciendo que se convierta en una materia prima como las máquinas de HP y Dell- hubiera significado la muerte para la empresa".
En esa cuestión, Isaacson se equivoca. Es una gran exageración. Isaacson mismamente señala que Apple eventualmente anuló las restricciones sobre los compiladores de plataforma cruzada. Y por una buena razón: la prohibición no era realmente necesaria. El control de Apple de su diseño de hardware ofrece muchas maneras de eclipsar a los dispositivos de la competencia. La empresa no tiene por qué sufrir necesariamente si las páginas web, por ejemplo, se muestran igual de bien en las tabletas de sus rivales como lo hacen en el iPad, siempre y cuando la experiencia general de usar el iPad sea superior.
Jobs abogó por un estándar web abierto y universal, el HTML5, como reemplazo de Flash. La lucha de Apple contra Adobe era un poco personal -Jobs sentía que la compañía había perdido el rumbo después de que su fundador, John Warnock, se marchase, y no creía que los sucesores de Warnock hubiesen mostrado a Apple la suficiente deferencia. Sin Jobs y sus gustos y rencores personales, que tendían a pintar el mundo en blanco y negro, es de esperar que Apple tenga más matices a la hora de interactuar con otras empresas.
Copyright Technology Review 2011.
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