martes, 1 de marzo de 2011

Por favor distráigame, estoy intentando pensar

Por Jonah Lehrer

Vivimos en un mundo que adora la atención. Cuando necesitamos trabajar, nos obligamos a concentrarnos, a clavar la mirada en la computadora que tenemos al frente. Tomamos mucho café —la cafeína nos ayuda a concentrarnos— y cuando el café no alcanza, recurrimos al Red Bull.

De hecho, la capacidad de prestar atención se califica como una destreza tan esencial en la vida que cuando se carece de ella se considera un problema médico. Por ejemplo, en Estados Unidos, casi 10% de los niños ahora son diagnosticados con trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH).

En los últimos años, sin embargo, científicos comenzaron a destacar los sorprendentes beneficios de no prestar atención. A veces, demasiada concentración puede ser contraproducente; toda esa cafeína puede resultar un obstáculo. Por ejemplo, investigadores descubrieron una relación sorprendente entre soñar despierto y la creatividad; la gente que sueña despierta también es mejor para generar nuevas ideas. Otros estudios descubrieron que los empleados son más productivos cuando se les permite "navegar en Internet" y que las personas que no logran concentrarse debido a daños cerebrales severos de hecho consiguen calificaciones por encima del promedio en distintas tareas de resolución de problemas.

Un nuevo estudio encabezado por investigadores de la Universidad de Memphis y la Universidad de Michigan extiende este tema. Los científicos midieron el éxito de 60 estudiantes en varios campos, desde artes visuales a ciencia. Les preguntaron a los alumnos si alguna vez habían ganado un premio en una feria de arte o si habían recibido un premio en una feria de ciencias. En cada campo, los estudiantes a los que les habían diagnosticado trastorno por déficit de atención consiguieron mejores resultados: su incapacidad de concentrarse resultó ser una ventaja creativa.

Y esta lección no sólo se aplica a personas con un desorden de atención. Hace unos años, científicos de las universidades de Toronto y Harvard realizaron una breve prueba mental a 86 estudiantes de Harvard. La prueba estaba diseñada para medir su capacidad de ignorar estímulos irrelevantes, como el ruido del aire acondicionado o una conversación cercana. Esta capacidad suele considerarse un componente esencial de la productividad, ya que logra que la gente no se distraiga con información superflua.

Aquí es donde se ponen interesantes los datos: los estudiantes que tuvieron más dificultades para ignorar las distracciones también tuvieron siete veces más probabilidades de ser calificados de "eminencias creativas" según sus logros previos. (La asociación fue especialmente sólida entre estudiantes propensos a distraerse que tenían altos coeficientes intelectuales).

Según los científicos, la incapacidad de concentrarse ayuda a asegurar una mezcla más rica de pensamientos en el conocimiento. Debido a que estas personas tenían problemas para filtrar el mundo, terminaron dejando que todo ingresara. No podían evitar tener una mentalidad abierta.

Este tipo de lapsus de atención resulta ser una capacidad creativa crucial. Cuando nos enfrentamos con un problema difícil, la solución más obvia —esa primera idea en la que nos concentramos— probablemente no es la correcta. En ese tipo de situaciones suele ayudar considerar posibilidades improbables para encarar la tarea desde una perspectiva no convencional. Y por eso la distracción ayuda: es más probable que la gente que no puede concentrarse considere información que podría parecer irrelevante al principio pero que luego inspirará un descubrimiento. Cuando no sabemos dónde buscar, debemos buscar en todos lados.

Esto no significa, por supuesto, que la atención o la capacidad de concentrarse no sea una destreza mental importante, o que los trastornos de atención no sean un problema serio. Claramente, tener dificultad en el aula no tiene ventajas, como tampoco las tiene no poder seguir instrucciones.

Vale la peña señalar que todos estos estudios involucran estudiantes universitarios, lo cual no nos dice nada sobre los niños con TDAH que no logran graduarse de la secundaria. La distracción podría ser un lujo cognoscitivo que no todos pueden darse.

Sin embargo, esta nueva investigación demuestra que, para un cierto segmento de la población, distraerse de hecho puede ser positivo. Aunque pensamos que más atención puede resolver todo —que la mejor estrategia es siempre la concentración estricta alimentada por cafés dobles— no es así. A veces, lo más productivo que podemos hacer es navegar por Internet y parar la oreja sobre la conversación del vecino.

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