Los sorprendentes acontecimientos que están teniendo lugar en Egipto desde poco más dos semanas deberían tener como resultado beneficios a largo plazo para los ciudadanos acostumbrados a vivir con un sistema corrupto que ha beneficiado de forma desmedida a los militares, ha dejado millones de jóvenes adultos sin empleo y ha instaurado un clima de desesperanza acerca del futuro.
Pero será necesario que pasen años para poner en práctica las reformas necesarias. Mientras tanto, el país tendrá que enfrentarse a riesgos más inmediatos e incertidumbres, y muchas de las cosas que sucedan en las próximas semanas y meses dependerán de la influencia de los militares sobre la evolución de los acontecimientos.
Esas conclusiones son fruto de extensas entrevistas con especialistas en Oriente Medio de Wharton y de otras instituciones que recibieron con satisfacción el desborde de emociones que se vivió en las calles de Cairo, Alejandría y otras ciudades antiguas que durante milenios fueron piezas clave del comercio internacional.
Esos especialistas también dicen que aunque la revuelta en Egipto haya agitado los mercados de energía haciendo disparar el precio del petróleo, que sobrepasó la barrera de los US$ 100 por primera vez en dos años, aún así no debería interrumpirse el suministro de petróleo por parte de los principales productores de Oriente Medio. Además, la economía egipcia no es lo bastante grande para provocar repercusiones negativas en el mercado mundial.
El 2 de febrero, los militares egipcios exigían el fin de las manifestaciones masivas, de manera que las actividades diarias y el comercio pudieran volver a la normalidad. La orden llegó un día después de que Hosni Mubarak, el presidente egipcio desafiado, anunciara que no se presentaría como candidato a la reelección en otoño, después de 30 años en el poder. No se sabe a ciencia cierta si ese anuncio, seguido de la orden de los militares de la vuelta a la normalidad, valdrá para apaciguar los ánimos de los manifestantes, que salieron en masa a las calles del Cairo y de otras ciudades durante más de una semana exigiendo la renuncia de Mubarak. El movimiento de masas entre los ciudadanos egipcios comenzó a ganar fuerza después de una sublevación similar en Túnez —otro país árabe con una población con buen nivel de educación, donde existe una clase media y el deseo de reformas —que obligó a la salida del país del presidente Zine al-Abidine Ben Alí el 13 de enero.
Ann E. Mayer, profesora de Estudios Jurídicos y de Ética en los negocios de Wharton y especialista en Oriente Medio y legislación de derechos humanos, dice que está encantada de ver a los ciudadanos egipcios en las calles protestando contra el Gobierno.
"Estoy muy feliz de ver el inicio de un movimiento que puede transmitir el recado a los demás gobiernos despóticos de la región de que los responsables de los abusos gravísimos a los derechos humanos tendrán que rendir cuentas", dice Mayer. "Hasta hoy, el modelo en vigor recuerda mucho al de la antigua Alemania Oriental, donde prevalecía la idea de que el partido de la élite debería vivir en un circulo cerrado de privilegios mantenido a costa de un aparato de seguridad colosal, caro y agresivo cuya función era monitorizar a las personas, aterrar y castigar a todos los que no se sometieran dócilmente al sistema por él creado y que atendía a sus intereses".
La satisfacción de Mayer al ver que los egipcios decidieron protestar y exigir cambios también es compartida por otros. "Es fantástico. Son manifestaciones parecidas a las que vimos en Europa central y oriental [a finales de la década de los 80] y que nos admiraron a todos", observa Philip M. Nichols, profesor de Estudios Jurídicos y de Ética en los negocios de Wharton e investigador de mercados emergentes. "Las personas de todo el mundo quieren gobiernos honestos, que rindan cuentas a la población, que sean responsables y que no la marginen".
Según Mauro Guillén, profesor de Gestión de Wharton, los cambios en Egipto ya deberían haber tenido lugar hace mucho tiempo. "Lo que se espera es que ahora comiencen a dar pasos. Se espera que todas las instituciones influyentes, los militares, la oposición y el actual régimen, acuerden una transición y convoquen elecciones, de tal manera que el país pueda reinventarse y dar lugar a la transición pacífica de poder cada cuatro años. Ya era hora. Egipto ha avanzado mucho".
"Veo con mucho optimismo lo que está sucediendo en Egipto. Es lo mejor que ha pasado en el país en los últimos 50 años", opina Ragui Assaad, profesor de la Humphrey School of Public Affairs de la Universidad de Minnesota y profesor no residente del Brookings Institute de Washington. "Está claro que habrá consecuencias dolorosas a corto plazo, pero creo que cuánto más rápido se marche Mubarak, más deprisa volverá el país a la normalidad".
Assaad, natural de Egipto, dice que ha mantenido contacto con parientes en el país —su esposa, madre y hermanos están allí. Ellos dicen que hay escasez de alimentos, los cajeros están sin dinero y los precios de la gasolina y de los productos en general han subido, pero sólo hubo una noche de saqueos violentos. "La mayor parte de las personas con quienes he hablado dicen que están dispuestas a pasar por todo esto pensando en lo que vendrá después".
Jóvenes desempleados
La economía de Egipto ha experimentado un crecimiento saludable en los últimos años, pero no ha generado empleo para el segmento de jóvenes adultos. Muchos de los manifestantes citaron la escasez de oportunidades económicas como la principal razón del deseo de ver a Mubarak fuera del poder.
"Lo que estamos viendo ahora se lleva gestando desde hace 30 años", dice Paul Dyer, profesor de Dubai School of Government y especialista en mano de obra y perfil demográfico de Oriente Medio. "Las estructuras económicas de Oriente Medio no han cambiado mucho desde que se establecieron. Funcionaron bien en los años 60 hasta los años 80 sostenidas por el petróleo. El Estado, básicamente, redistribuía la riqueza." Hoy, añade Dyer, la población más joven "ha crecido creyendo que el empleo público es el mejor de todos. Pero los ideales que en gran medida respaldaba el Estado ya no se pueden satisfacer: generación de empleo, subvenciones, salud pública y educación gratuitas".
El producto interior bruto (PIB) de Egipto, en 2010, se estima en US$ 500.000 millones (ajustado por la paridad del poder adquisitivo), lo que convierte a su economía en la 27ª mayor del mundo. El PIB de Egipto creció más del 7% en 2008 debido a las reformas iniciadas por Mubarak con el objetivo de atraer a la inversión extranjera. Desafortunadamente, sin embargo, el crecimiento del PIB cayó a cerca de un 5% en 2009 y 2010 como consecuencia de la crisis financiera mundial, según datos de World Factbook de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, según sus siglas en inglés). La tasa de desempleo del país era de cerca de 9,7% en 2010.
La economía egipcia depende sustancialmente del turismo, de otros empleos en el sector servicios y de la agricultura. A diferencia de sus vecinos del Golfo Pérsico, Egipto no es un gran productor de petróleo. El país produjo 680.500 barriles al día en 2009 (es el 29º en el ranking mundial) y tiene reservas comprobadas de modestos 4.300 millones de barriles (el 27º lugar en el ranking).
Egipto, sin embargo, es un gran conducto de petróleo. Allí está situado el Canal de Suez y el oleoducto de Sumed, que permite la conexión entre el Mar Rojo y el Mediterráneo. Ambos son vigilados por el ejército egipcio y es muy poco probable que se interrumpan sus operaciones, según un informe de Samuel Ciszuk, analista senior de Oriente Medio de IHS Inc., empresa global de análisis económico y de riesgo con sede en Englewood, Colorado. Cerca de 1,8 millones de barriles de petróleo crudo pasan por el canal todos los días, y cerca de 1,1 millones de barriles al día son transportados por el oleoducto.
"El riesgo de interrupción del abastecimiento de petróleo crudo y de productos refinados no es significativo, ya que incluso el cierre temporal del oleoducto de Sumed y del Canal de Suez simplemente obligaría a los barcos petroleros a dar la vuelta a África añadiendo más tiempo y más costes a la operación de abastecimiento, que se vería tan sólo atrasada y no interrumpida", opina Ciszuk, cuyo informe fue citado en Houston Business Journal.
Aunque las reformas económicas iniciadas por Mubarak hayan contribuido al crecimiento significativo del PIB egipcio en los últimos años, Egipto y otros países de la región conocida como MENA (Oriente Medio y Norte de África, según sus siglas en inglés) no están cosechando por completo los beneficios de la globalización —en términos de aumentos de renta y de empleo para sus ciudadanos — debido a la falta de competitividad, según un informe publicado en 2010 por el Fondo Monetario Internacional (FMI). Forman parte de la región del MENA Argelia, Bahrein, Djibouti, Egipto, Irán, Irak, Israel, Jordania, Kuwait, Líbano, Libia, Malta, Marruecos, Omán, Qatar, Arabia Saudí, Siria, Túnez, Emiratos Árabes Unidos, Cisjordania y Gaza y Yemen. De media, los países del MENA "tienen un débil rendimiento en la mayor parte de los indicadores de competitividad y, por lo tanto, tienen dificultades para competir en los mercados globales de exportación", señaló Masood Ahmed, autor del informe del FMI. "Eso queda claro por la cuota de mercado relativamente baja de esos países en el segmento de exportaciones: desde 1990, la región del MENA sólo ha conseguido mantener su cuota de exportaciones globales per cápita, mientras que otras economías emergentes y en desarrollo prácticamente doblaron su market share".
El estudio de Ahmed destaca que los países del MENA tienen que enfrentarse a "un desafío sustancial: crear 18 millones de empleos para su creciente mano de obra hasta 2020. La precondición para que eso suceda es el crecimiento elevado y sostenible para permitir la creación de empleo a amplia escala y posibilitar el aumento del nivel de renta. Eso, por su parte, depende del fortalecimiento de la competitividad, de manera que la región pueda beneficiarse más de la globalización y de la dinámica de las regiones que hoy pasan por una fase de crecimiento acentuado".
La mejoría de la enseñanza y la garantía de que los diplomados reciban la formación exigida por el sector privado son fundamentales para atraer empresas que puedan competir en el mercado global. Esas empresas buscan también ambientes favorables para los negocios, regulaciones más racionales y más inversiones en infraestructuras —por medio de asociaciones público-privadas o de estímulos a las inversiones en el sector privado—, para que la región se vuelva más competitiva. En ese sentido, la región puede tomar como base las iniciativas exitosas ya existentes".
Dyer destaca que, a lo largo de la historia, "el Estado promovió la educación e invirtió fuertemente en ella, pero ese esfuerzo se limitó sólo a la memorización mecánica y de hechos, además de los conocimientos necesarios en la formación de burócratas para el aparato público. No hubo avances sustanciales en lo que concierne al pensamiento crítico, por lo tanto los alumnos no fueron preparados para participar de la economía globalizada. Por otro lado, fue bueno para que se creara una percepción de justicia".
Howard Pack, profesor de Negocios y de Políticas públicas de Wharton, concuerda en que Egipto y otras economías del mundo árabe se enfrentan a un desafío hercúleo: crear empleos que atiendan a un aumento de la población que llegará a 150 millones antes del final de la actual década.
Diversos analistas lamentaron en los últimos años las condiciones económicas del mundo árabe, Pack, sin embargo, tiene un punto de vista relativamente distinto. Él dice que el crecimiento de los indicadores económicos y sociales, inclusive los de pobreza y educación, en Egipto y en otros muchos países árabes, se mantuvieron en un nivel satisfactorio en las últimas cinco décadas —por debajo de los indicadores del este asiático, pero no muy diferentes de los de América Latina. Las condiciones económicas de Egipto, aunque hayan sido un factor decisivo en las recientes protestas en las calles, perdieron importancia frente al malestar resultante de la falta de libertad política bajo el Gobierno de Mubarak, dice Pack.
La economía egipcia "ha tenido un desempeño razonablemente bueno", añade. "Aunque en Egipto haya mucha desigualdad en comparación con otros países, no se trata de algo fuera de lo común. La tasa de alfabetización del país, por ejemplo, es muy buena" si se compara con la de otros países de Oriente Medio. "El problema, de hecho, es político. Las personas están cansadas de Mubarak".
No obstante, Pack subraya la importancia de que se creen empleos que atiendan al crecimiento de la población. En "Las economías árabes en un mundo en transición" [The Arab Economies in a Changing World], de 2007, Pack y Marcus Noland sostienen que el aumento de la prosperidad, de la confianza y del optimismo respecto al futuro puede servir de base para un movimiento en dirección a una mayor apertura política y tolerancia en todo el mundo árabe. Pero esa visión no se concretará al menos que los países árabes creen empleo, y eviten con eso la "desesperación" que se adueña de los jóvenes adultos.
Para aumentar lo suficiente la oferta de empleo, será preciso que las naciones árabes repitan el "milagro" observado en las economías de Corea y de Taiwan, observa Pack. El crecimiento de la economía de esos países asiáticos y la mejora de vida de sus ciudadanos fueron posibles gracias a la expansión del sector de manufactura, que utiliza mano de obra intensiva, y al sector de servicios, casi siempre en colaboración con inversores extranjeros y emprendedores nativos que trabajan integrados en la redes globales de abastecimiento.
El progreso en el mundo árabe está limitado por dos factores: uno es de carácter institucional; el otro, político, dice Pack. Aparte de la producción de energía y el turismo, Egipto y otros países árabes tienen un rendimiento débil en una serie de indicadores relacionados con la integración económica internacional y la transferencia, diseminación y aplicación de know-how e innovación en el área de tecnología. Assaad, profesor de la Universidad de Minnesota, sintetiza de la siguiente forma el camino que Egipto debería seguir: "Dejar de subvencionar a los ricos y concentrarse en políticas económicas que favorezcan la mano de obra intensiva". Una medida específica que Egipto podría tomar sería eliminar las subvenciones concedidas a los productos del segmento de energía. Productos derivados del petróleo se venden a los ciudadanos egipcios a precios muy reducidos en relación a los precios internacionales, pero son los ricos los que más se benefician de las subvenciones, ya que son ellos los que poseen las mayores casas, coches aparatos de aire condicionado etc., dice Assaad.
"Las subvenciones a la energía equivale a dos veces más de lo que el gobierno gasta en educación y salud", dice Assaad. "Si se eliminara, los pobres se verían beneficiados. Las subvenciones son comunes en países que creen que el petróleo no representa un coste de oportunidad. Es comprensible que Arabia Saudí subsidie su petróleo; en Egipto, sin embargo, esa medida tiene un efecto regresivo".
El papel de los militares
Matthew Axelrod trabajó como director de la oficina de la secretaría de defensa de EEUU para el Norte de África y Egipto de 2005 a 2007. Según él, los militares egipcios tendrán un papel fundamental en el futuro del país. Ese papel aumentará, sin embargo, por una tensión sensible y curiosa: al igual que los manifestantes en las calles, muchos oficiales militares están cansados del gobierno de Mubarak y defienden a los manifestantes, sin embargo ésos y otros oficiales se han visto beneficiados por el gobierno de Mubarak.
"Los militares tienen dos grandes intereses", observa Axelrod, actualmente alumno del Instituto de Gestión y de Estudios Internacionales Joseph H. Lauder, un programa conjunto de Wharton y de la Escuela de Artes y Ciencias de la Universidad de Pensilvania. "En primer lugar, ellos quieren mantener la credibilidad de la institución y también quieren defender a la población, al Estado y la Constitución. En segundo lugar, quieren preservar los intereses económicos de la institución. Los militares no van a querer que haya un cambio en las riendas del poder si no tienen garantías de que su estilo de vida no será sometido a un escrutinio riguroso, por lo menos a corto plazo. Es sintomático el hecho de que los militares se hayan puesto del lado del pueblo, por lo menos hasta ahora. No es una sorpresa que no hayan atacado a los manifestantes, porque atacarlos haría que se evaporara inmediatamente su credibilidad.
"No es que los militares egipcios sean corruptos en el sentido de que los generales exijan sacos de dinero a las empresas por los servicios prestados, aunque eso pueda suceder de verdad, dice Axelrod. El hecho es que los militares son dueños de muchas tierras y sus tentáculos se extienden sobre casi todos los sectores de la economía, tanto que el dinero ganado por la institución todos los años con sus negocios financia buena parte de sus operaciones.
Axelrod dio un ejemplo de cómo los militares generan ingresos por cuenta propia. "Digamos que una empresa de turismo, o una inmobiliaria, quiera comprar tierras. Bien, los militares egipcios son los dueños de las tierras, lo que obliga a la empresa a lidiar con ellos. Esto no significa que acepten sobornos; ellos son una entidad comercial con la que la empresa tendrá que relacionarse. Los militares egipcios constituyen un vasto aparato económico y ellos quieren mantener ese aparato del modo en que está. Ese aparato económico produce y vende bienes a los militares, desde equipos militares hasta zapatos. Los militares tienen clubes propios y privados, reciben subvenciones para la vivienda y el coche. Sin embargo, las cosas han evolucionado en los últimos 30 años. Los militares ya no son tan ricos y poderosos como solían serlo, pero son un grupo aparte y tienen mucho que perder con el cambio de régimen".
Axelrod, autor de un análisis sobre la crisis egipcia que se publicó el día 31 de enero en la web de la revista Foreign Policy, declaró a Knowledge@Wharton que no tiene duda alguna de que Egipto necesita liberalizar su economía. "Actualmente, para abrir una empresa, el individuo está obligado a lidiar con instancias políticas corruptas dentro del poder. Todo eso tiene que cambiar. Es preciso que haya mucha mayor transparencia en las transacciones comerciales. Ése es el principal problema. Con el tiempo, sería bueno para los militares que ellos transfirieran sus actividades económicas al sector privado. Esto, sin embargo, sólo podrá suceder si el presupuesto de defensa es suficiente para sostenerlos. No creo que ese tipo de reforma tenga lugar en breve. Esto se debe a que si hay un cambio de Gobierno, no significa que todos los directores, órganos responsables del cobro de impuestos y gobiernos municipales cambien rápidamente. Esa transición necesitaría llevarse a cabo en una década o más, si comenzase ahora".
El modelo turco
Waheed Hussain, profesor de Estudios Jurídicos y de Ética en los negocios de Wharton, dice que siguió las manifestaciones en Egipto con gran interés debido a lo extraordinario del acontecimiento. Si hubiera reformas democráticas en Egipto, él espera que sus ciudadanos miren hacia Turquía como modelo de sociedad islámica políticamente libre y económicamente próspera.
"No hay nada comparable en el mundo árabe a la insurrección popular en Egipto", dice él. "Ha habido muchos golpes militares, pero el único que brotó desde abajo fue el de Irán. Si Mubarak deja el poder, lo mejor que podría suceder sería que Egipto caminara hacia un modelo de Estado semejante al de Turquía. He conversado con personas que temen la llegada al poder de la Hermandad Musulmana. Pero es posible que la Hermandad se vuelva más moderada. Creo que el modelo turco es la esperanza".
Mayer, de Wharton, coincide en que Turquía sería un modelo apropiado para Egipto. "Si los egipcios tienen una oportunidad, mostrarán que son creativos, dinámicos y que trabajan duro. Es muy difícil conseguir poner alguna cosa en práctica en el país. Eso es lo que evita su avance. Irán está intentando posicionarse como modelo a imitar, y hay quien dice que las turbulencias observadas derivan de eso. Tonterías. El modelo para la mayor parte de los egipcios, estoy seguro, es Turquía. Turquía es un país democrático, su economía es próspera y el país ha salido mucho mejor de la crisis económica mundial que los países que solían aleccionar a los turcos acerca de su política económica".
Mayer dijo que durante siglos Egipto fue parte del Imperio Otomano. Ella prevé que el Egipto de hoy busque orientación de su antiguo gobernante. "Egipto mirará hacia el norte, al país que fue su maestro durante el Imperio Otomano", dice. "Hay una posibilidad, si las piezas encajan correctamente, de que dentro de 20 años, más o menos, tengamos una historia de éxito en Egipto parecida a la que tenemos hoy en Turquía".
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