El cine utiliza muchas veces el recurso de vincular la ambición de alguna empresa multinacional con algún conflicto armado en algún país en desarrollo, o en algún lejano planeta, para conseguir éxitos de taquilla como el de Avatar. Es posible que esta imagen de ficción tenga mucho que ver con la realidad. No en vano, una parte importante de las operaciones empresariales y de la inversión directa extranjera, tiene lugar en países en conflicto o postconflicto que cuentan con importantes recursos naturales, grandes mercados o costes de producción ventajosos. Y la conflictividad internacional, lejos de desaparecer, no pierde fuerza. En 2009, se registraron 31 conflictos armados en el mundo, de los cuáles 14 tuvieron lugar en Asia, 10 en África, 3 en Europa y Oriente Medio y 1 en América.
Sin embargo, algunas empresas se resisten a desempeñar el papel de malo de la película en estos contextos y cada vez son más las que contribuyen a la consolidación de la paz en países que viven o donde acaban de superar situaciones violentas. Pero hacerlo no es sencillo, para lograrlo es necesario que éstas adapten su negocio y las relaciones con sus stakeholders, que en estos casos pueden ser tanto las víctimas como los responsables de los crímenes de guerra, desde una perspectiva de "sensibilidad al conflicto". Es decir, evitando tener un impacto negativo en el grado de violencia del país mediante una serie de herramientas y recursos.
Ahora bien, si hacerlo constituye un riesgo o una oportunidad, y para quién, es motivo de reflexión en el último libro de María Pradi, investigadora del Programa de Derechos Humanos en la Escola de Cultura de Pau de la Universitat Autònoma de Barcelona, y su colega Josep María Lozano, profesor e investigador senior en RSE (Responsabilidad Social Empresarial) en el Instituto de Innovación Social de ESADE.
La Escola de Cultura de Paues un centro de investigación de temas de derechos humanos y situaciones de crisis humanitarias y de conflicto que lleva más de 10 años colaborando con el Instituto de Innovación Social de ESADE para la producción de materiales que vinculen este entorno con el ámbito empresarial. Fruto de esta colaboración surgió "La RSE en contextos de conflicto y postconflicto: de la gestión del riesgo a la creación de valor", publicado el pasado mes de noviembre y que cierra la trilogía iniciada hace poco más de 4 años.
María Prandi comenta en esta entrevista las conclusiones del libro.
Universia-Knowledge@Wharton: En primer lugar, ¿podría decirnos cuál es el hilo conductor de la trilogía?
María Prandi: Este libro es el último de una trilogía que busca identificar, evaluar y promover el papel de la empresa con respecto a los tres pilares fundacionales de Naciones Unidas: los derechos humanos, el desarrollo y la construcción de paz. En este sentido, ya en 2006 se publicó la "Guía práctica de derechos humanos para empresas" y, posteriormente, en 2009, una reflexión sobre el potencial de las empresas para luchar contra la pobreza a escala mundial titulada "¿Pueden las empresas contribuir a los Objetivos de Desarrollo del Milenio? Claves para comprender y actuar".
La primera conclusión que surge de esta reflexión es que estos tres ámbitos (derechos humanos, desarrollo y paz) se hallan interconectados entre sí, especialmente en los llamados "entornos complejos", y que esta conexión debe verse reflejada intrínsecamente en las políticas de RSE (Responsabilidad Social Empresarial), aunque no solo en su contenido, sino también en la manera cómo se construyen las relaciones con los stakeholders.
UK@W: El cine recurre muchas veces a vincular la ambición de alguna empresa multinacional con algún conflicto armado en algún país en desarrollo, o en algún lejano planeta, tal y como se hace en la película Avatar. Lo que ustedes exponen o proponen es lo contrario: que contribuya a la construcción de la paz. ¿Cree que el papel del sector empresarial en situaciones de conflicto o postconflicto ha cambiado en los últimos tiempos? ¿Cómo y por qué?
Prandi: El papel del sector empresarial puede ser particularmente controvertido en contextos de conflicto armado. Hay claras evidencias de la implicación de empresas en la perpetuación de guerras, principalmente debido a la competencia de los actores armados por el control y posterior comercialización de recursos naturales que les permiten financiar sus actividades armadas. Un ejemplo de ello es el coltán, un mineral presente en las minas de República Democrática del Congo, cuya extracción está sirviendo para financiar a las guerrillas de un conflicto que se remonta a 1998] e indispensable para la fabricación de teléfonos móviles y ordenadores. Sin embargo, también hay cada vez más experiencias de empresas implicadas en la construcción de paz en países en conflicto y postconflicto, a menudo, como una gestión más del riesgo que implica operar en este tipo de contextos.
UK@W: ¿En su opinión, cómo pueden las empresas ayudar en la construcción de la paz? ¿De qué tipo de empresas estaríamos hablando? ¿Y de qué tipo de situaciones?
Prandi: Las empresas tienen un papel fundamental en la consolidación de la paz en los llamados entornos complejos. Pueden contribuir a la creación de valor, no solo mediante la generación de crecimiento económico, sino también incorporando a la población en situación de vulnerabilidad habitualmente presente en estos contextos (desplazados, refugiados, víctimas, ex combatientes, discapacitados, etc.), como ejes de su política de RSE.
Hay empresas nacionales o internacionales de diversos sectores que han desarrollado políticas en este sentido apoyando la generación de oportunidades de emprendimiento y empleo para las poblaciones vulnerables, tendiendo puentes entre comunidades anteriormente enfrentadas a través del concepto de “reconciliation in the work place”, que consiste en contratar simultáneamente a personas de bandos enfrentados; apoyando incluso activamente negociaciones de paz como sucedió en Sudáfrica, mediante el Consultative Business Movement (CBM), organización empresarial que tuvo un papel fundamental de negociación entre los diferentes actores para lograr que se celebrasen las elecciones de 1994 y acabar con el apartheid; o adaptando sus productos y servicios para que respondan a las necesidades que se generan en este tipo de entornos.
En definitiva, las políticas de RSE en los ámbitos económicos y sociales que incorporan criterios de construcción de paz tienen, principalmente, un doble objetivo. En primer lugar, un objetivo económico centrado en crear oportunidades de subsistencia y emprendimiento y favorecer la actividad económica a nivel local de manera responsable, centrándose de manera especial en estos colectivos.
En segundo lugar, el objetivo social de atender, en paralelo, la exclusión social surgida a raíz del conflicto, favoreciendo la reconciliación entre grupos enfrentados y fomentando las relaciones comunitarias no violentas desde el área de influencia de la empresa. Mediante la RSE, y actuando como conectores, las empresas pueden contribuir a reparar las fracturas sociales entre las comunidades enfrentadas propiciando actividades económicas conjuntas que deberán ser diseñadas con gran cautela y desde el conocimiento profundo del conflicto y sus consecuencias. No se debe olvidar que la primera obligación de la empresa es la de evitar cualquier impacto negativo que su actividad pueda tener en la consolidación de la paz (Do no harm, concepto surgido en 1999 que significaAcción sin daño).
UK@W:¿Podría poner ejemplos o describir algunos proyectos exitosos en sus políticas de construcción de paz?
Prandi: Existen experiencias exitosas en contextos como Colombia, Filipinas, Bosnia y Herzegovina o Sudáfrica por parte de empresas que han comprendido que sus políticas de RSE debían tener en cuenta que los países que salen de un conflicto armado son países no solo empobrecidos sino que, además, viven importantes fracturas y heridas sociales. En estos entornos complejos, algunas han apostado por emplear o subcontratar simultáneamente a personas de bandos anteriormente enfrentados tras un periodo de formación técnica, pero también en valores de cultura de paz.
Otras han ofrecido formación conjunta tanto a víctimas como a personas desmovilizadas procedentes de grupos armados fomentando su empleabilidad en el mercado laboral. La mayoría de estas experiencias han pasado por la inclusión de la perspectiva de paz: en el núcleo del negocio, en la política de empleo y contratación, en la relación con las comunidades y otros actores locales, y en el apoyo explícito a un proceso de paz (dimensión política).
Un ejemplo de ello es la actividad realizada por El Grupo Éxito, líder del comercio minorista en Colombia, donde se vive uno de los conflictos más longevos y letales de todo el mundo, con un gran impacto en la población civil en términos de mortalidad y desplazamiento forzado. El Grupo Éxito lleva a cabo una política de atención a las poblaciones en situación de vulnerabilidad (víctimas, desplazados, etc.) que permite, tras un periodo de formación personalizado, incorporar a estas personas como empleados en la empresa. Para ello hacen un seguimiento personalizado de manera continuada y un coaching para el fomento de las capacidades y responsabilidades de los beneficiarios. La atención es integral e incorpora a la familia del participante así como aspectos de salud. La empresa vela por una estricta confidencialidad respecto a la identidad de estas personas. Por otra parte, y debido al pasado de violencia de los aspirantes, este programa ha trabajado de manera interna para evitar el rechazo y ganar apoyos de los directivos implicados. El resultado ha sido conseguir que esta línea de RSE sea percibida como política de empresa.
UK@W:¿Con que 'armas' deben contar las empresas para desarrollar este tipo de acciones? ¿Necesitan contar con una política de RSE ya establecida?
Prandi: Hoy en día, son muchas las empresas que han incorporado políticas de derechos humanos en sus estrategias de RSE. Sin embargo, son pocas aún las que tienen en cuenta la especificidad de operar en este tipo de entornos de gran complejidad, en los que se combina una débil gobernabilidad con la actividad de grupos armados, lo cual genera, como consecuencia, costes adicionales para las empresas.
Lo que la investigación nos permite concluir es que la empresa debería desarrollar políticas de RSE que incorporen una perspectiva de “sensibilidad al conflicto”. Ser sensible al conflicto no significa necesariamente que la empresa deba implicarse en acciones de construcción de paz, pero sí que, como mínimo, la empresa no ha de incidir negativamente en el conflicto o en el proceso de consolidación de la paz.
En el libro,recomendamos a las empresas que se implantan por primera vez en una zona de postconflicto, llevar a cabo, antes de cualquier inversión, un estudio del impacto y del riesgo de las operaciones comerciales que incorporara indicadores de construcción de paz. El objetivo sería identificar riesgos específicos y medidas de control. Si la empresa ya estaba presente en el territorio,es importante que este estudio identifique además las relaciones que se habían establecido en el periodo de guerra, a qué actores se podía haber beneficiado, directa o indirectamente, qué consecuencias había tenido la violencia en la actividad empresarial y qué influencia había tenido ésta en el desarrollo del conflicto y sus diferentes actores.
Algunas de las preguntas que deberían plantearse las empresas para elaborar el estudio son:
¿Qué implicaciones tuvo el país de origen de la empresa en el conflicto?
¿Qué implicaciones, directas o indirectas, ha tenido la empresa en el conflicto?
¿Quiénes son los demás actores y qué relación tiene la empresa con ellos?
¿Cómo se define el grado de compromiso de la empresa y se considera como un proceso dinámico?
¿Qué debe evitar la empresa para no exacerbar las tensiones intergrupales ni debilitar las relaciones comunitarias?
¿Qué hacer para apoyar desde la posición económica el proceso de consolidación de la paz?
¿Qué hacer para promover la reconciliación en el lugar de trabajo?
¿Qué hacer para subcontratar en clave de paz y fomentar los saberes locales?
¿Cuáles son las limitaciones de la empresa y los límites de la política de RSE que contempla aspectos de paz?
¿Cuáles han sido otras experiencias del sector en el país?
UK@W: En cuanto al capital humano, ¿son necesarios empleados con un perfil determinado? ¿Qué experiencia deben tener los encargados de liderar políticas de RSE en zonas de conflicto o postconflicto?
Prandi: Más que empleados con un determinado perfil es necesario que la empresa aprenda a trabajar mediante alianzas con otros agentes u organizaciones presentes en estos contextos. Será, por lo tanto, más útil una persona con capacidad para tender puentes con ONG, organizaciones sociales o Naciones Unidas que una persona estrictamente formada en temas de RSE con poca experiencia en el terreno. La perspectiva de sensibilidad al conflicto se incorporará mediante el partenariado y las alianzas con organizaciones de todo tipo que ofrezcan un conocimiento profundo del conflicto, sus causas y sus consecuencias.
UK@W:¿Qué beneficios obtendrían las empresas con este tipo de compromiso o acciones? ¿Y cuáles son los riesgos asociados para las empresas y el desarrollo favorable de los objetivos marcados?
Prandi: Los beneficios para las empresas son claros ya que la misma actividad económica saca provecho de un contexto de paz en el que el negocio puede desarrollarse sin los costes añadidos causados por la conflictividad (económicos, humanos, destrucción de propiedades, disrupción de la producción, etc.). A través de su contribución a la consolidación de la paz las empresas pueden ver mejorada su reputación, la motivación de sus empleados y consolidar la permanencia o apertura de nuevos mercados.
UK@W: ¿Cuál es la situación más compleja con la que deben lidiar las empresas en situaciones de conflicto o postconflicto? ¿Cómo la superan normalmente? ¿En qué suelen fallar?
Prandi: Una de las cuestiones más relevantes para las empresas en determinados contextos de conflicto y postconflicto es la de cómo compatibilizar la legítima necesidad de proteger sus instalaciones y su personal garantizando al mismo tiempo el máximo respeto a los derechos humanos y al Derecho Internacional Humanitario (DIH).El DIH es el conjunto de normas que regula las situaciones de conflicto armado y son especialmente relevantes para las empresas que producen o comercializan cualquier tipo de armamento pesado o ligero y para las que operan en conflicto.
La experiencia reciente muestra que, tanto si se recurre a fuerzas armadas regulares como a una empresa de seguridad privada, las tareas de seguridad deben llevarse a cabo siguiendo un determinado protocolo de actuación de manera a garantizar que nuestra empresa no sea acusada de complicidad en abusos a los derechos humanos y al DIH. La cuestión de la seguridad es de especial importancia ya que condiciona a menudo de manera determinante la relación de la empresa con la comunidad local.
No hay comentarios:
Publicar un comentario