Todas las direcciones de protocolo de Internet disponibles ya tienen dueño—lo que podría significar graves problemas en el futuro.
El 3 de febrero, finalmente sucedió: llegamos al final de Internet tal y como lo conocemos. Ese fue el día en que las direcciones de protocolo de Internet que se utilizan para identificar y localizar ordenadores conectados a Internet—los números de teléfono del mundo en línea—se agotaron.
El problema es que el sistema actual de direcciones IP, IPv4, utiliza direcciones numéricas de 32 bits de largo, ofreciendo un total de poco más de cuatro mil millones de números posibles, una cifra que debía haber parecido muy alta cuando se introdujo IPv4 en 1981. Sin embargo hay siete mil millones de personas en la Tierra, y cada vez más—las personas y sus dispositivos—se pasan el día en línea. Afortunadamente, los ingenieros se dieron cuenta de las limitaciones de IPv4 hace mucho tiempo y crearon a un sucesor, llamado IPv6, en 1998. (IPv5 fue un sistema experimental que nunca se hizo público.)
IPv6 utiliza 128 bits en lugar de 32, produciendo un conjunto de números asombrosamente amplio—alrededor de 3,4 x 10 a la 38 potencia, o 48 octillones (10 elevado a 48) de direcciones para cada persona en la Tierra. El problema es que aunque la mayoría de los servidores y todos los sistemas operativos más importantes han adoptado el soporte para IPv6, los proveedores de servicios de Internet han sido extremadamente lentos a la hora de seguir su ejemplo.
Para los proveedores de Internet, es un sencillo dilema de negocio: los dos esquemas de direccionamiento no son directamente compatibles, lo que significa una importante inversión para permitir que los usuarios de IPv4 se conecten a servicios IPv6. Además, al haber confiado en el mismo sistema durante 30 años, puede que no sientan la necesidad de cambiar.
"Realmente pone de relieve el fracaso de la red al nivel más básico de innovación, a pesar de que en el plano visible, se ha producido una innovación increíble", afirma Jon Crowcroft, profesor Marconi en el laboratorio de informática de la Universidad de Cambridge.
Señala que las preocupaciones actuales sobre el espacio IPv4 en realidad no afectan a aquellos que ya posean una dirección—sólo a aquellos que necesiten nuevos números. Por lo tanto, es un problema menor para los PSI, que ya han almacenado grandes cantidades de direcciones IPv4.
"¿Por qué iba a preocuparse alguien con espacio IPv4? Todo funciona, y no se ha producido ningún gran terrible desastre", afirma Crowcroft. "Sin embargo será interesante ver cómo esta lenta degradación de las cosas afecta a los nuevos operadores".
"Los nuevos operadores", en este caso, podrían ser aquellas naciones con un rápido aumento de su población en línea. Estos países podrían enfrentarse a importantes problemas si su asignación de direcciones IPv4 no logra estar al nivel de su apetito por la conectividad. Países como China ya están comenzando a concentrarse en la compatibilidad con IPv6, dando como resultado la creación de partes de Internet que son, efectivamente, de difícil acceso desde las partes del mundo que sólo usan el IPv4.
Si bien la idea de la balcanización de Internet puede parecer preocupante, en la práctica no es un problema acuciante para los PSI de Occidente. Existe, sin embargo, un área en la que las naciones occidentales podrían comenzar a sentir la presión: el "Internet de las cosas".
El Internet de las cosas es una visión de un mundo donde muchos más dispositivos puedan, y, estén, conectados a la red. Muchos de nosotros ya estamos familiarizados con ecosistemas de dispositivos interconectados—ordenadores, impresoras, teléfonos móviles, e incluso aparatos de televisión—que poseen cada uno su propia identidad y, sin embargo, existen como nodos individuales dentro de un sistema más amplio.
El Internet de las cosas lleva ese concepto varios pasos más allá: sugiere que casi cualquier objeto—potencialmente, cualquier objeto fabricados en el planeta—podría algún día tener su lugar en este sistema. Sus defensores prevén un mundo donde todo, desde la ropa, hasta el coche, o nuestra taza de café, podría poseer una etiqueta única como nodo de Internet.
¿Por qué? Porque con el Internet de las cosas, si usted pierde sus llaves, la red le indica dónde se encuentran. Sus zapatillas de deporte le avisarán del momento en que hayan sobrepasado su kilometraje óptimo. Las empresas serían capaces de saber la localización de cada producto que venden. Las granjas podrían utilizar un equipo de riego que "hablase" con sensores en el suelo para determinar cuánta agua se necesita en cada parte de un campo.
Puede sonar extravagante, pero el cambio hacia un mundo así ya ha comenzado.
Debido a la rápida adopción móvil y la difusión de tecnologías tales como la identificación de radio frecuencia, los laboratorios de Ericsson predicen que se requerirán 50 mil millones de conexiones para el año 2020—algo difícil de conseguir bajo el sistema IPv4, pero al alcance de IPv6.
No obstante, incluso con la amenaza del Internet de las cosas, IPv4 aún podría quedarse con nosotros. A pesar de que todas las direcciones IPv4 hayan sido asignadas, no todas están activas. Podríamos asistir a la creación de mercados secundarios de desarrollo de espacio de direcciones, en particular entre aquellas empresas y universidades que—generalmente por accidente—poseen enormes trozos de espacio IPv4 que en gran medida están sin utilizar.
Existen otras formas para mantener al IPv4 viable durante algún tiempo. Una solución técnica tal como la traducción de direcciones de red, por ejemplo, toma una dirección IP pública y la divide entre varias direcciones privadas—permitiendo que los dispositivos en el interior de, por ejemplo, una red doméstica o de oficina se conecten a Internet sin su propia dirección IP única.
Así que incluso si IPv6 siguiera sin conseguir el favor de los PSI, el Internet de las cosas aún podría suceder. Eso complacerá a sus fans, pero no debería calmar sus temores por completo. Después de todo, afirma Crowcroft, la elección de soluciones de poca elegancia hoy supondrá costes en el futuro. "Hay muchas soluciones, y podemos hacer un mejor trabajo", asegura. "El gran problema es que cuando las cosas van mal, la depuración de Internet es un problema enorme".
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