Por Mary Joyce (*), para El País
¿Cuántos nuevos correos electrónicos has encontrado en tu bandeja de entrada esta mañana? ¿Veinte? ¿Cuarenta? ¿Cuántos mensajes de estados lees cuando entras en tu perfil de Facebook? ¿Cuántos tuits vas a consultar?
Cuando consultamos los contenidos de nuestras redes sociales no estamos simplemente leyendo chistes y faltas de ortografía o consultando fotos; también estamos viendo cómo se sienten y cómo piensan nuestros colegas, amigos, familiares y extraños. Gracias a las redes sociales sabemos más sobre lo que piensan, sienten y les preocupa a los demás, como nunca antes en la historia de la humanidad. Está en marcha un importante cambio cultural.
Podemos responder de tres maneras distintas a esta avalancha de participación. La primera es ignorándola, a través de la apatía. Consultar tu Twitter, pero no responder; ver las fotos de las vacaciones de tus amigos, pero no comentarlas; leer un blog y olvidar su contenido un minuto más tarde. La segunda opción es la "homofilia", lo que significa "amor a los iguales". Filtras los contenidos de manera que solo absorbes la información y las opiniones de personas parecidas a ti mismo, haciendo caso omiso de los puntos de vista que te parecen raros o lejanos. Ambas opciones resultan atractivas en una era de sobrecarga de información.
Sin embargo, hay una tercera opción: incrementar nuestra solidaridad. ¿Qué significa? Significa expandir nuestra empatía a la escala de la red. Significa que las redes sociales ya son globales y que las preocupaciones sociales deberían serlo también. Significa escuchar a los que son diferentes. Significa preocuparse por una crisis en algún lugar del mundo de la que te has enterado por el blog de un ciudadano periodista. Significa llamar a esa amiga de la universidad cuando ves en su página de Facebook que ha roto con su novio.
¿Parece todo muy utópico? Bueno, en realidad ya está ocurriendo. A principios de marzo la organización estadounidense Niños Invisiblespublicó el video Kony 2012, exigiendo que el señor de la guerra de Uganda, Joseph Kony, fuera llevado ante la justicia. En seis días, 100 millones de personas habían visto el vídeo. De hecho, ha sido el vídeo de YouTube más rápido en llegar a los 100 millones de visitas, superando los vídeos de grandes estrellas del pop como Justin Bieber y Lady Gaga. ¿Qué significa esto? Significa que las personas han expandido su empatía a la escala de la red. Internet ha llevado un señor de la guerra de Uganda a las pantallas de sus ordenadores y no lo han ignorado. De hecho, muchos vieron el vídeo entero. Aunque Kony no ha sido capturado, ha sido una poderosa demostración de cómo Internet puede ampliar nuestra solidaridad.
Depende de nosotros pasar de la cultura de la competencia, basada en la escasez, a la cultura de la solidaridad, basada en la abundancia
Las redes sociales facilitan la generosidad también offline. La página web AirBNB, por ejemplo, ayuda a las personas a alquilar sus casas a extraños. Puesto que se ofrece un seguro contra daños a la propiedad, muchos usuarios están dispuestos a asumir el riesgo. Desde el 2008, en esta web se han recopilado más de 100.000 propiedades y se han reservado cinco millones de noches de alojamiento. En lugar del anonimato de un hotel, los viajeros están optando por el trato personal de una casa familiar, mientras que los anfitriones están dispuestos a abrir sus casas a personas totalmente desconocidas por unos cuantos euros por noche.
¿Todavía no estás convencido de que las redes sociales facilitan la solidaridad? Aquí hay otra razón por la que Internet nos está empujando hacia la cultura de la solidaridad: la abundancia digital. Como ha señalado el famoso teórico de Internet, Lawrence Lessig, "la naturaleza de lo digital es la de copias perfectas, realizadas libremente". Esto es un problema para las compañías, molestas porque los adolescentes piratean su música y películas, pero también es un cambio fundamental con respecto a la cultura prematerial digital, que estaba dominada por el supuesto de la escasez. En un mundo de escasez, competir tiene sentido: No hay suficiente para los dos, así que si yo gano, tú pierdes; si tú eres más débil que yo, voy a aventajarme de ello.
La cultura de la solidaridad es diferente. En la cultura de la solidaridad, tu pérdida es mi pérdida. Si tú eres débil y yo soy fuerte, voy a ayudarte. La abundancia digital cambia la percepción de la competencia: cuando no hay suficiente para todos, es fácil ser solidario, y competir parece irracional y egoísta. El valor por defecto ha cambiado —de comprar a compartir—, con enormes implicaciones.
Por supuesto, los medios sociales no pueden obligarnos a ser más solidarios. Todavía podemos utilizar el correo electrónico para estafar, los blogs para incordiar y Facebook para ciberacosar a exnovios. Sin embargo, nos da nuevas opciones, desde las cuales podemos tomar decisiones, que a su vez, crean cultura. Depende de nosotros pasar de la cultura de la competencia, basada en la escasez, a la cultura de la solidaridad, basada en la abundancia.
Estamos en un momento en que la cultura de la competencia —la del supercapitalismo y los banqueros corruptos— parece más en decadencia que nunca, y en que los movimientos que ocurren en todo el mundo, desde los Indignados hasta Occupy, están demostrando su descontento. Otro mundo no solo es posible, sino que es probable. Los medios sociales son una herramienta que podemos utilizar para lograr este cambio cultural.
(*) Mary Joyce, fundadora de The Meta-Activism Project, participó en BDigital Global Congress.
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