Por Ezequiel Apesteguía / RedUsers
La compartamos o no, muchos entendemos la posición fundamentalista de Stallman frente al plan Conectar Igualdad. Es necesaria. Lo es y siempre lo ha sido. Solo así es posible poner en evidencia una cosmovisión socio-tecnológica diferente, la misma que hace sólo 30 años era inconcebible para el mundo.
Lo más importante de su posición es que nos obliga a reflexionar sobre lo que estamos haciendo bien y lo que estamos haciendo mal. Conectar Igualdad no es un proyecto tecnológico, es un proyecto educativo público y tiene que responder como tal: con materiales abiertos, tecnologías libres e inclusivas y formas colectivas de construcción del conocimiento. No lo tenemos que olvidar.
La primera vez que me acerqué a GNU/Linux no tuve una experiencia muy gratificante por la incompatibilidad con el hardware de finales de los ’90 que había en mi casa. El mayor incentivo para seguir intentándolo fue que requería ampliar mis conocimientos. Desde el momento en el que descubrí que tenía acceso a las fuentes y podía modificar y compartir a gusto las herramientas, jamás dejé de usarlo.
Esa experiencia personal mínima —que seguro muchos compartimos— es la gran diferencia entre el uso de software libre o propietario en las netbooks de Conectar Igualdad. Ubuntu 10.04 ó Windows 7, esta es la renovación del superclásico que nos sigue acompañando. La realidad es que el primero se adapta a las necesidades en entornos educativos sin limitaciones o imposiciones de ningún tipo: licencias de uso y copia, requerimientos de hardware por upgrades de sotfware, etc. Esto, como saben, no tiene precio para la inclusión digital.
Aunque como muchos de ustedes estoy de acuerdo en que deberíamos tener una versión adaptada pedagógicamente ó incluso desarrollar nuestra propia distribución, Ubuntu cumple una función esencial: permitir a la comunidad educativa aplicar los conceptos fundamentales del software libre a sus procesos; es decir, usar, estudiar, adaptar, copiar, modificar y compartir conocimiento libremente.
No se trata simplemente de aprender a realizar tareas más allá de la herramienta a utilizar, como sería el caso de aprender a utilizar un navegador y no simplemente a usar Internet Explorer. Se trata de crear conocimiento sin limitaciones. Conocer y entender cómo funcionan las cosas para ver cómo se pueden cambiar, compartir y mejorar.
Ubuntu —sin caer en preferencias de distribuciones y en detalles como haría Stallman— puede ayudar en ese primer acercamiento desde la perspectiva educativa sin necesidad de ir acompañado o estar en segundo plano. Puede ser el picaporte de una puerta a un mundo de conocimiento diferente para el aula.
Seamos sinceros. Conocer diversos sistemas operativos es relevante, pero las especulaciones corporativas están muy alejadas de la alfabetización digital. Ni siquiera pensando, como se argumenta frecuentemente, en la adaptación laboral de los jóvenes en el futuro. ¿Quién puede asegurar que heredarán nuevas versiones del software que usamos hoy en día? Tengo la esperanza de que crearán algo mucho mejor.
Tenemos que olvidar los preceptos educativos concebidos en la era del industrialismo y dar un paso adelante. La revolución educativa es imprescindible. En Argentina dimos el primer paso y quizás el más difícil. Faltan muchos más. Estoy seguro que el software libre será parte de ellos. Sólo tenemos que abrir la puerta y darle una buena oportunidad.
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