martes, 29 de enero de 2013

El plan de Bill Gates para resolver los problemas más graves del mundo

Bill & Melinda Gates Foundation/Prashant Panjiar
Por costumbre, muchos padres en Etiopía no dan nombre a sus recién nacidos, en caso de que los bebés mueran. Eso está empezando a cambiar a medida que mejora la tasa de sobrevivencia como consecuencia de mejores servicios de salud. En la foto, Sebsebila Nassir con una empleado de un centro médico.
Podemos aprender mucho sobre cómo mejorar el mundo del siglo XXI de un ícono de la era industrial: la locomotora a vapor.
Se requirieron muchas innovaciones para poder aprovechar la energía del vapor, como William Rosen relata en su libro T he Most Powerful Idea in the World, algo así como 'La idea más poderosa en el mundo'. Entre las más importantes figuraba una nueva forma de medir la producción de energía de los motores y un micrómetro que podía calcular distancias pequeñas.
Estas herramientas de medición, Rosen escribe, permitieron a los inventores ver si su incremento gradual de cambios de diseño causaban las mejorías —como una mayor potencia o menos consumo de carbón— necesarias para producir mejores máquinas. Hay una lección más grande aquí: sin la retroalimentación de mediciones precisas, Rosen escribe, los inventos están "condenados a ser escasos y erráticos". Con ella, la invención se vuelve algo común.
A lo largo del último año, he quedado impresionado por la importancia que tiene la medición para mejorar la condición humana. Uno puede lograr un progreso increíble si se fija una meta clara y encuentra una medida que impulse el progreso hacia ese objetivo, en un ciclo de retroalimentación similar al que Rosen describe.
Esto podría parecer básico, pero es impresionante la frecuencia con que no se hace y la dificultad para que se haga correctamente. Históricamente, la ayuda extranjera se ha medido con base al monto total del dinero invertido, pero no con base a la eficacia de la ayuda de personas. Por ejemplo, a pesar de la innovación la medición del desempeño de maestros a nivel internacional, más de 90% de los educadores en Estados Unidos aún no reciben retroalimentación sobre cómo mejorar.
European Pressphoto Agency
Bill Gates
Una innovación —ya sea una nueva vacuna o una semilla mejorada— no puede tener impacto a menos de que llegue a la gente que se beneficiará de ella. Necesitamos innovaciones en la medición para encontrar formas nuevas y más eficaces de proporcionar estas herramientas y servicios a las clínicas, las granjas familiares y las aulas de clases que las necesitan.
Durante el último año, he encontrado muchos ejemplos de la diferencia que puede marcar la medición, desde una escuela en Colorado hasta un centro de salud en la zona rural de Etiopia. Nuestra fundación está apoyando esos esfuerzos, pero necesitamos hacer más. Conforme los presupuestos de gobiernos y fundaciones se vuelven más limitados en todo el mundo, todos debemos tomarnos a pecho la lección de la máquina de vapor y adaptarla para resolver los problemas más grandes del mundo.
Unos de los mayores éxitos en términos del uso de la medición para impulsar el cambio global ha sido un acuerdo firmado en 2000 por la Organización de Naciones Unidas. Los Objetivos de Desarrollo del Milenio, respaldados por 189 países, tienen a 2015 como la fecha límite para realizar mejoras porcentuales específicas en una serie de áreas cruciales, como la salud, la educación y los ingresos básicos. Muchas personas dieron por hecho que el pacto sería archivado y olvidado como muchos pronunciamientos de gobiernos y la ONU. Las décadas anteriores habían aportado muchas declaraciones bien intencionadas para combatir problemas desde la nutrición hasta los derechos humanos, pero la mayoría carecía de una hoja de ruta para medir el progreso. Sin embargo, los Objetivos del Milenio fueron respaldados por un consenso amplio, eran claros y concretos, y enfocaron las prioridades más importantes.
Cuando Etiopía firmó la declaración de los Objetivos Milenio en 2000, el país incorporó cifras concretas a su ambición de llevar servicios de salud primarios a todos sus ciudadanos. La meta concreta de reducir la mortalidad infantil en dos tercios creó un blanco claro para medir el éxito o fracaso. El compromiso de Etiopía atrajo un aumento en dinero de donadores destinado a mejorar los servicios de cuidados de salud primario del país.
Con la ayuda de Kerala, un estado de India, que desarrolló una red exitosa de centros de salud comunitarios, Etiopía lanzó en 2004 su propio programa y ahora cuenta con más de 15.000 centros de salud atendidos por 34.000 empleados. (Esta es una de las mayores ventajas de la medición: la habilidad que proporciona a los líderes políticos de hacer comparaciones entre países y después aprender de los mejores).
A finales de marzo, visité el centro de salud Germana Gale en la región de Dalocha, en Etiopía, en donde observé los registros de inmunización, los casos de malaria y otra información pegada en las paredes. Estos datos se trasladan a un sistema —parte en papel y parte computarizado— que ayuda a los representantes del gobierno a ver en dónde están funcionando las cosas y a tomar acción en los lugares donde el programa no está teniendo éxito. En años recientes, la información de los centros ha ayudado al gobierno a responder más rápidamente a brotes de malaria y sarampión. Quizá más importante es el hecho de que el gobierno tiene ahora un registro oficial de la tasa de nacimientos y mortalidad infantil en las zonas rurales de Etiopía, algo de lo que carecía. Ahora, el país mantiene registros cuidadosos de estos datos.
Los trabajadores de salud proveen la mayoría de los servicios en los centros, aunque también visitan los hogares de mujeres embarazadas y de personas enfermas. Se aseguran de que cada hogar tenga acceso a un toldillo en la cama para proteger a la familia de la malaria, una letrina, capacitación de primeros auxilios y otras prácticas básicas de salud y seguridad. Todas estas intervenciones son bastante sencillas y han mejorado de manera dramática la vida de las personas en este país.
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Un ejemplo es la historia de una madre joven en Dalocha. Sebsebila Nassir nació en 1990, cuando 20% de los niños en Etiopía no vivían para celebrar su cumpleaños número cinco. Dos de los hermanos de Sebsebila murieron durante la infancia. Pero cuando un centro de salud en Dalocha abrió sus puertas, la vida empezó a cambiar. El año pasado, cuando Sebsebila quedó embarazada, recibió revisiones frecuentes. El 28 de noviembre, viajó a un centro médico donde una partera la ayudó durante su parto de siete horas. Poco después de que su hija naciera, un trabajador médico le administró vacunas contra la poliomielitis y la tuberculosis.
De acuerdo a la costumbre de Etiopía, los padres esperan a darles nombre a sus bebés porque a menudo los niños mueren en las primeras semanas de vida. Cuando la primera hija de Sebsebila nació hace tres años, ella siguió la tradición y esperó un mes antes de ponerle un nombre. Esta vez, con más seguridad sobre las probabilidades de su nuevo bebé, Sebsebila escribió "Amira" —princesa en árabe— en la casilla respectiva de la tarjeta de inmunización el día en que nació su bebé. Sebsebila no está sola: muchos padres en Etiopía ahora se sienten seguros de hacer lo mismo.
Desde 1990, Etiopía ha reducido la mortalidad infantil en más de 60%, lo que pone al país en camino a lograr su Objetivo del Milenio de bajar la mortalidad infantil en dos tercios para 2015, frente a 1990. Aunque el mundo como un todo no logrará la meta, se ha progresado mucho: en 2011, el número de niños menores de 5 años que murieron en todo el mundo cayó a 6,9 millones, frente a 12 millones en 1990 (a pesar de una población global en expansión).
Otra historia de éxito impulsada por una mejor medición es la poliomielitis. Comenzando en 1988, las organizaciones globales de salud (junto con muchos países) establecieron la meta de erradicar la enfermedad, lo que enfocó la voluntad política y abrió las arcas para pagar por campañas de inmunización a gran escala. Para 2000, el virus había sido casi eliminado; ahora hay menos de 1.000 casos en todo el mundo.
Pero eliminar los últimos casos es la parte más difícil. Para detener la propagación de infecciones, los trabajadores de salud tienen que vacunar a casi todos los niños menores de 5 años varias veces al año en países afectados por la poliomielitis. Existen solo tres países que no han erradicado la enfermedad: Nigeria, Pakistán y Afganistán. Hace cuatro años visité el norte de Nigeria para intentar comprender por qué la erradicación es tan difícil allí. Vi que los servicios rutinarios de salud pública estaban fracasando: menos de la mitad de los niños recibían vacunas de manera regular. Un problema enorme era que muchos poblados pequeños de la región no figuraban en los mapas dibujados a mano ni en los listados que documentaban las ubicaciones de los pueblos y el número de niños.
Para solucionar esto, los trabajadores recorrieron las zonas de alto riesgo en la región norte del país, lo que les permitió agregar 3.000 comunidades previamente ignoradas a las campañas de inmunización. El programa también está utilizando imágenes satelitales de alta resolución para crear mapas incluso más detallados. Como resultado, los administradores ahora pueden distribuir a los vacunadores de manera más eficiente.
Adicionalmente, el programa está experimentando con el uso de teléfonos equipados con GPS para los trabajadores de salud. Las rutas son descargadas desde el teléfono al final del día para que los administradores puedan ver el recorrido que los vacunadores siguieron comparado con la ruta que se les asignó. Esto ayuda a asegurar que las zonas que fueron pasadas por alto puedan ser visitadas después.
Creo que este tipo de sistemas de medición nos ayudará a completar la tarea de la erradicación de la poliomielitis dentro de los próximos seis años. Y estos sistemas pueden ser empleados para expandir la vacunación rutinaria y otras actividades de salud, lo que significa que el legado de la erradicación de la poliomielitis irá más allá de la misma enfermedad.
Otro lugar en que la medición está empezando a lograr grandes mejoras es la educación. En octubre, Melinda (la esposa de Gates) y yo nos sentamos entre una docena de estudiantes de último año de secundaria de la escuela Eagle Valley cerca de Vail, Colorado. Mary Ann Stavney, una maestra de idiomas y arte, daba una lección sobre cómo redactar relatos no ficcionales. La profesora interactuaba con sus alumnos, caminando entre ellos y suscitando muy buena participación. Pudimos observar que Mary Ann es una maestra estrella, un reconocimiento otorgado a los mejores docentes de la escuela y un componente importante del sistema de evaluación de maestros en el condado Eagle.
El trabajo de Stavney como maestra estrella está apoyado en un proyecto de tres años que nuestra fundación financió para poder comprender mejor cómo desarrollar un sistema de evaluación y retroalimentación para educadores. Recopilando aportes de 3.000 maestros, el proyecto subrayó varias medidas que las escuelas deberían emplear para evaluar el desempeño de los profesores, incluyendo información de exámenes, encuestas de estudiantes y valoraciones hechas por evaluadores capacitados. A lo largo del año escolar, cada uno de los 470 maestros en el condado Eagle es evaluado tres veces y observado en clase al menos nueve veces por maestros estrellas, su rector y colegas conocidos como maestros mentores.
Las evaluaciones del condado Eagle son empleadas para proporcionarle al maestro no solo una calificación sino también retroalimentación específica en áreas a mejorar y formas de desarrollar sus puntos fuertes. Además de orientación individual, los mentores y los maestros estrella dirigen reuniones en las que los docentes colaboran para compartir sus aptitudes. Los maestros pueden hacerse acreedores de aumentos anuales de salario y bonificaciones basadas en observaciones de aulas y logros de los estudiantes.
El programa encara desafíos debido a la reducción de presupuestos, pero el condado Eagle hasta ahora ha sido capaz de mantener su sistema de evaluación y apoyo intacto, una razón por la que los resultados de exámenes de estudiantes han mejorado en esa región en los últimos cinco años.
Creo que el cambio más fundamental que podemos hacer en la educación estadounidense desde el jardín infantil hasta último año de secundaria, en un momento en que EE.UU. está detrás de países en Asia y el norte de Europa en la graduación de estudiantes de buen nivel, es crear sistemas de retroalimentación de maestros que cuenten con financiación adecuada, alta calidad y maestros de confianza.
Y hay muchas otras áreas en las que nuestra habilidad de medición puede mejorar las vidas de las personas en formas poderosas, áreas en que estamos quedando cortos, sin necesidad.
En países pobres, aún necesitamos mejores formas de medir la eficacia de los trabajadores gubernamentales que proporcionan servicios de salud. Ellos son el vínculo crucial para dar herramientas como vacunas y educación a la gente que más las necesita. ¿Qué tan capacitados están? ¿Asisten a su trabajo? ¿Cómo podría la medición ayudarles a tener mejor desempeño en su trabajo?
En EE.UU. deberíamos estar midiendo el valor que las universidades aportan. Actualmente, los ranking de las universidades se enfocan en las calificaciones y la calidad de los estudiantes que ingresan, y en los juicios y prejuicios sobre la "reputación" de un centro educativo. Los estudiantes recibirían un mejor servicio con medidas de qué universidades preparan de mejor forma a sus estudiantes para el mercado laboral. Así sabrían en dónde les rendiría mayor fruto el pago de una matrícula.
En la agricultura, crear un objetivo global de productividad podría ayudar a los países a enfocarse en un área clave pero ignorada: la eficiencia y productividad de cientos de millones de pequeños agricultores que viven en la pobreza. Una libreta de notas pública de cómo los gobiernos, donantes y otros están ayudando a estos agricultores en los países en desarrollo serviría mucho en el esfuerzo por reducir la pobreza.
Y si pudiera mover una varita mágica, me encantaría tener una forma de medir cómo la exposición a riesgos como enfermedades, infecciones, malnutrición y embarazos problemáticos influyen en el potencial de los niños: en su habilidad de aprender y contribuir a la sociedad. Medir eso podría ayudarnos a cuantificar el impacto más amplio de esos riesgos y contribuir a abordarlos.
La vida de los más pobres ha mejorado más rápido que nunca antes en los últimos 15 años. Y yo soy optimista de que nos irá incluso mejor en los próximos 15 años. El proceso que describí —fijar metas claras, elegir un método, medir los resultados y después usar esas mediciones para refinar constantemente nuestro método— nos ayuda a proporcionar herramientas y servicios a todas las personas que se beneficiarán, ya sean estudiantes en EE.UU. o madres en África. Siguiendo la pauta de la máquina de vapor de antaño, gracias a la medición, el progreso no está "condenado a ser escaso y errático". Podemos, de hecho, convertirlo en algo común.
—Gates es el copresidente de la Fundación Bill & Melinda Gates y el cofundador deMicrosoft. Este ensayo fue adaptado de la carta anual que Gates envía a la fundación.

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