Por CARL BIALIK
Nunca había sido tan fácil, o difícil, ser un investigador de la opinión pública. Todo depende del cristal con que se mire.
Llamar por teléfono a extraños y convencerlos de que respondan sondeos de 20 minutos es en la actualidad más complicado que nunca. Al mismo tiempo, cientos de millones de personas expresan públicamente sus opiniones en Twitter, Facebook y otras redes sociales.
Se ha construido toda una industria en torno a estas herramientas sociales para traducir las actualizaciones y tweets de los usuarios en una opinión pública cuantificable. Asesores políticos, empresas e incluso la Organización de Naciones Unidas han probado esta técnica. El argumento es que no es necesario gastar dinero en sondeos y encuestadores cuando hay una cantidad inimaginable de puntos de vista disponibles de forma gratuita en los medios sociales.
Pero algunos estudiosos que han examinado la fuente de la nueva ola de información advierten que sus ventajas no deberían dejar pasar por alto sus inconvenientes. "Cuando se trata de datos, más no necesariamente es mejor, y cantidad no siempre es sinónimo de calidad", dice Kate Crawford, investigadora de medios de la Universidad de Nueva Gales del Sur, en Australia.
Las empresas usan varios métodos para convertir tweets en índices de estados de ánimo. Algunas usan palabras clave con connotaciones positivas y negativas. Otras desglosan oraciones en componentes y los interpretan.
De todas formas, aún existen razones de peso contra la extrapolación de gente que usa Twitter a los que no: los usuarios de Twitter suelen ser más jóvenes y mejor educados que los que no usan la red social y la mayoría de los investigadores obtiene apenas una muestra de todos los tweets. Además, no siempre es obvio para los lectores humanos (ni hablar de los algoritmos computarizados) distinguir qué opinión expresa un tweet, si es que hay una.
"Las computadoras pueden contar, pero no pueden pensar, y la forma en la que usamos el lenguaje es endemoniadamente compleja", dice Scott Keeter, director de investigación de sondeos para el Pew Research Center, un centro de estudios de Washington, D.C.
La ONU ha ensayado estas herramientas para hacer seguimiento al estado de ánimo en relación al desempleo y las finanzas personales en Estados Unidos, Indonesia e Irlanda. "La distribución demográfica en las comunicaciones de medios sociales es aún desequilibrada", reconoce Miguel A. Luengo-Oroz, científico de información de la unidad Pulso Global de la organización internacional. Sin embargo, considera que el potencial es lo suficientemente grande e importante como para seguir intentando medir el bienestar de la gente. "La oportunidad de escuchar a miles de millones de personas es inmensa", sostiene.
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