Por JOSEPH RAGO
He aquí un dato sorprendente", comenta John Lechleiter, presidente de la farmacéutica Eli Lilly & Co. "En 1960, la expectativa de vida promedio en Asia Oriental era de 39 años. ¡Treinta y nueve! En 1990, 30 años después, era de 67. Piense en eso. ¿Explica este hecho el auge económico asiático? Creo que puede haber contribuido mucho".
Vidas más prolongadas y productivas, y más de ellas; más trabajadores; una clase media en expansión; más oportunidades para la formación de capital; este virtuoso ciclo médico-económico, como lo ve Lechleiter, está ayudando a generar el igualmente asombroso crecimiento en China y otras partes de la región. "La riqueza viene después de la salud, y no es al revés", dijo durante una entrevista en su oficina en el enorme campus de investigación de Lilly en Indianápolis.
La mente de Lechleiter está en Asia no simplemente porque acaba de volver de una cumbre comercial transpacífico o porque los mercados emergentes representan una creciente porción del negocio de la industria farmacéutica. En medio del declive estadounidense, Lechleiter se pregunta: "¿Qué hay de este país (Estados Unidos), qué debemos hacer hoy no sólo para levantarnos de los vestigios o las garras de la recesión, sino también para reanudar el fuerte crecimiento económico que necesitamos para proveer los empleos que considero son nuestro actual problema más grande?".
Lechleiter tiene unas cuantas reformas en mente. La prosperidad, dice, depende "del libre movimiento de capital y talento, capital humano". Más comercio, por ejemplo, tanto internacional como interno. Una protección más fuerte de la propiedad intelectual es otro elemento, así como una mayor inmigración. Cree que cada título avanzado en matemáticas, ciencia, ingeniería o tecnología debería venir con una green card (tarjeta de residencia) engrapada al diploma... El hecho es que vamos a la Universidad de Harvard y contratamos un científico chino y tenemos que hacer un gran esfuerzo para mantenerlo acá. Eso está perjudicando a este país", lamenta.
Pero sobre todo, explica Lechleiter, "no hay mejor inversión que podamos hacer que en la investigación biomédica y en nuestra salud. Creo que este será el siglo biomédico", agrega. "Miraremos hacia atrás de aquí a 100 años y diremos que el siglo XX fue el siglo de la química y la física, y el siglo XXI fue el siglo de la biomedicina".
Lechleiter añade que "el desafío o la oportunidad que tenemos es que nunca antes la ciencia y nuestra base de conocimiento han estado más listas para la explotación".
No sólo hay una revolución en curso en genómica y biología de sistemas, sostiene sino que cada vez más tenemos las herramientas para hacer uso de esta investigación básica y comercializarla. "Un proceso que solía demorarse años y dependía demasiado de la fortuna y la conjetura ahora se puede lograr en un período de tiempo que se acerca más a meses". Con un objetivo biológico, los investigadores pueden "encontrar un candidato clínico viable, algo que podemos esperar llevar a la prueba humana" más rápido y con más confianza que nunca antes.
"Eso está sucediendo", dice. "Está sucediendo dentro de estas paredes, está sucediendo a lo largo de la industria. Es la primera evidencia de que estamos logrando la clase de productividad que la gente había esperado o predicho basado en esta explosión de conocimiento".
El optimismo de Lechleiter contradice los crecientes lamentos de que el desarrollo de nuevos medicamentos se ha estancado y que el progreso contra las enfermedades se desacelera. Y ciertamente va en contra de los mercados, donde las relaciones precio-ganancia de las farmacéuticas —que proyectan el crecimiento de las utilidades— se encuentran en mínimos históricos y están por debajo de las de otras empresas de consumo.
Gran parte de la razón es el "precipicio de patentes" que enfrenta la industria en EE.UU., su principal mercado. Los vencimientos de la propiedad intelectual dejan los medicamentos que se desarrollaron durante el auge de los años 90, como el tratamiento para controlar el colesterol Lipitor de Pfizer, expuestos a versiones genéricas más baratas. (Cada país cuenta con su propio régimen de patentes farmacéuticas, en Colombia, por ejemplo, se venden desde hace años versiones genéricas de Lipitor, atorvastatina).
Lilly ha respondido apostando al "resurgimiento biomédico" e invirtiendo en el desarrollo de medicamentos. La empresa también está ampliando su portafolio desde los pilares de la neurociencia, la oncología y la diabetes. La lista incluye un potencial avance experimental para el Alzheimer que podría eliminar las placas en el cerebro que contribuyen a la enfermedad.
Lechleiter, quien llegó a Lilly como químico orgánico en 1979 y se convirtió en presidente ejecutivo en 2008, dice que la compañía está evaluando "si la innovación es sostenible en el largo plazo".
Esta estrategia contrasta marcadamente con la de muchos de los pares de Lilly. Durante la última década, buena parte de la industria ha estado recortando investigación y desarrollo en favor de fusiones y adquisiciones y mega acuerdos; muchos de los éxitos de ventas cuyas patentes están por vencerse fueron creados por empresas que ya no existen. "Un desafío actual que enfrenta la industria es que la ola de consolidación realmente deja sólo cerca de una decena de compañías farmacéuticas multinacionales que tienen alcance global (frente a 30 o más no hace mucho). Eso es todo", dice Lechleiter, el único presidente ejecutivo de un gigante farmacéutico con un currículum científico.
Menos empresas significa menos departamentos de I+D, menos científicos que ven el mismo problema desde ángulos diferentes, menos equipos capaces de hacer las inversiones necesarias para exponerse a las regulaciones para llevar una idea a la farmacia.
"Hay un ecosistema de innovación, y como cualquier ecosistema puede perder el equilibrio", señala Lechleiter. Otro organismo que necesita adaptarse es la Dirección de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. (FDA). "No podemos tener un sistema regulatorio de los años 50, 60 o 70 cuando estamos haciendo ciencia de 2011, 2012 o 2020", dice. La cantidad de terapias que la FDA ha aprobado en los últimos cinco años es la menor "desde que entré a la empresa". Reconoce que ha habido "una pequeña alza recientemente", pero dice que "no se atreve a sacar conclusiones amplias".
Debido a que "la necesidad de mejores medicamentos que estén hechos más a la medida del paciente sólo aumentará", dice Lechleiter, "necesitamos una nueva asociación, definida cuidadosamente y ejecutada sensatamente", entre los reguladores y los regulados.
A Lechleiter también le preocupan los controles de precios globales y dice que si llegaran a EE.UU., la probable arteria será la prestación de medicamentos con receta de Medicare (el seguro social para los mayores de 65 años en EE.UU.
Una propuesta es suprimir la competencia de precios con un llamado "descuento", que al final es una forma de control de precios. En un escenario semejante, Lilly perdería "entre US$1.000 millones y US$2.000 millones en una década, lo que se traduce de 70 a 130 medicinas nuevas que nunca se desarrollarán", observa.
Lo cierto es que pese a todo el tumulto político, los medicamentos representan cerca de 10% a 12% del gasto en salud en EE.UU., y siete de cada 10 medicinas con receta son genéricos. "No importa cómo lo vea, los medicamentos son la ganga del siglo", dice Lechleiter. "Quién sabe, tal vez sea la mejor inversión que hemos hecho".
—Rago es miembro de la junta editorial de The Wall Street Journal.
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